domingo, 6 de agosto de 2006

Solidaridad en el Líbano



Hoy comienzo por una declaración de principios. Como el blog pretende ser un encuentro entre la fe y la cultura, más de uno andará preguntándose cómo se comen ambas cosas. Para mí resulta sencillo, vivo con fe y estoy inmersa en la cultura de mi época. Luego todo aquello que pueda decir tiene que unificar ambos polos. Me falta preparación teológica para debatir de tú a tú con quienes la tienen y la ejercen con maestría. Pero, mira por donde, cualquier cristiano puede y debe manifestar su fe. Si se hace desde los pucheros, pues mejor, lleva el sabor de lo cotidiano y encima alimenta... Por eso voy escribiendo un poco de todo, religión, educación, cine, libros y lo que vaya saliendo. La vida es la maestra de nuestras obsesiones. Yo presumo de tener unas cuantas, todas ellas confesables, como podréis comprobar por mis post.
La informática lanza al aire lo que escribimos sin saber cómo será interpretado por los lectores. Es un riesgo que asumo. Todos los escritos están basados en algún contexto específico, extraerlos del mismo equivale a desvirtuar su sentido. Pero el tiempo pone cada cosa en su lugar y no es lo mismo gritar ¡NO A LA GUERRA! en una fiesta de fin de año que cuando están bombardeando el Líbano-Palestina e Israel. Por esa misma regla hablar de feminismo y creyentes tiene más sentido en marzo, cuando se acerca el día internacional de la mujer, que en esta canícula bochornosa.
Y sin embargo hoy, yo tomo el Evangelio y nos habla de la multiplicación de los panes y los peces, Mateo 14,13-21. Recuerdo, para quien no lo sepa, que se trataba de cinco panes y dos peces. Y con ellos comieron una multitud y quedaron saciados. Siempre pienso en la capacidad de hacer milagros compartiendo unos con otros lo que tenemos. Algo de ello está sucediendo en el Líbano, lo emitió la TVE, los refugiados han salido con lo puesto y están ocupando colegios y casas. Pues bien, aunque las comunicaciones están cortadas y se hace difícil conseguir alimentos, allí están todos partiendo su pan con el vecino. Se llaman asimismo hermanos y no tienen en cuenta si unos son musulmanes y otros cristianos. ¡Ahí está el milagro!, entre los escombros y cascotes, pese al ruido de las bombas. Y hace falta que nos cuenten y recuerden, que pese a lo inhumano de la guerra, Dios sigue actuando a través de la generosidad de unos libaneses con otros. Dar de lo que tenemos hace posible que se multipliquen las ayudas como panes y peces, así somos hermanos unos de otros, y lo que parece increíble, se realiza en lo cotidiano de la manera más natural.
Esta es mi historia de hoy, curiosa actualidad para quien quiera o tenga tiempo de leerla.

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