miércoles, 16 de agosto de 2006

Un mundo diferente


A diario me sorprende una sensación de irrealidad. Me resulta difícil aceptar ciertas noticias. Si pienso en la cantidad de calamidades que suceden por todo el mundo, me vuelvo pesimista con el futuro y con el ser humano. En cambio, en ese difícil arte de vivir, también están empeñadas muchas personas a quienes admiro: cooperantes, religiosos/as misioneros/as, profesionales volcados en los demás. Lo mejor del ser humano sigue presente en todos ellos. Así vuelve a mis ojos la esperanza, la fe en que otro mundo es posible. Un mundo sin guerras y sin hambre, un mundo solidario, respetuoso con el medio ambiente. Un lugar donde la paz, la justicia, el amor y la verdad, sean para todos las normas de comportamiento, con independencia de las creencias religiosas de cada uno. Es decir, creo en una ética global para todos, busco ese espacio común. Aunque sé que es muy difícil de encontrar. Si repasamos la historia de estos últimos veinte años, el mundo ha cambiado a una velocidad de vértigo. El panorama geopolítico de ahora en nada se parece al de 1.986. Puede que en lo básico se siga aspirando a lo mismo: un trabajo, una familia, una casa. Pero no de la misma manera. Por lo pronto la independencia de la tutela paterna es mucho más difícil. El trabajo precario hace impensable asumir una hipoteca. También se comenta que hay una crisis de valores. Por lo que deberíamos saber cuales son esos valores en crisis. La justicia es un compromiso moral; en la medida que buscamos satisfacer las necesidades básicas del ser humano, cuidando de sus bienes y derechos, estamos aplicando la justicia. Una justicia que no puede ser ciega y ha de ser matizada por la ley. La verdad debería consistir en el compromiso individual que cada uno adquiere para no engañarse ni asimismo ni a los demás. La paz es un bien al que todos debemos aspirar y defender. El amor es el ideal cuya norma debe regir nuestra existencia. Sin amor el otro se convierte en un enemigo o es ignorado. La familia es la célula básica de la sociedad, en ella aprendemos a amar, a respetar, nos socializamos, nos protegemos unos a otros. Desde tiempos pretéritos los seres humanos vivimos agrupándonos. Convivir es un aprendizaje del día a día que nos incumbe a todos. Sin respeto hacia el otro, no se puede convivir. Cuando vemos en los medios como salen los trapos sucios de cada individuo, estamos faltando al respeto y al derecho a la intimidad. Además, flaco favor le hacemos a los jóvenes que se contagian del cotilleo y el descrédito hacia los demás. Se está favoreciendo una cultura sin valores, o con unos valores confusos. Si se pierden las referencias sobre el bien y el mal, la sociedad entra en conflicto. Estar en crisis significa no saber bien hacia dónde caminamos. Cuando la vida es cuestionada en su principio y en su fin, de manera que los más débiles pueden ser eliminados. Un razonamiento perverso se ha instalado en la sociedad. Y resulta perverso porque en nombre de la libertad se esclaviza, se subyuga, se somete al individuo, con una demagogia que espanta. Es necesario tener abiertos los ojos, para no dejarse llevar por postulados erróneos, endulzados como derechos del individuo. Y es necesaria una deontología básica para todos. De ello depende nuestro futuro.

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