martes, 31 de octubre de 2006

La dictadura de la opinión común

En un artículo en otro blog apuntaba que el pulsímetro de las preguntas que realizan algunos medios, constituía una información privilegiada. De alguna manera se podía prever el grado de aceptación de determinadas decisiones por parte de nuestros gobernantes. Si alguien tiene a bien preguntarme suelo responder. Pero no siempre hago caso de las encuestas de opinión, de ello deduzco que a otros puede sucederles lo mismo. En estos momentos pienso en las famosas encuestas que nadie sabe bien como se realizan y de cuyos resultados siempre sospechamos.

La cuestión es, ¿el futuro de cualquier país dependerá de las encuestas?. Si consultamos los medios el resultado parece confabulador. ¿Son todos los que están, están todos los que son?. ¡Vete a saber!. Sin embargo “la dictadura de la opinión común” maneja los hilos de televisiones, emisoras, periódicos y sospecho que también es origen de algunas propuestas del gobierno. No se espanten, vivimos en democracia, eso también significa pluralidad. El poder necesita saber donde dirigir sus zarpas, y ahí es donde viene bien echar mano de las encuestas y de los pulsímetros de opinión.

A estas alturas deben estar preguntándose en el origen de ese nuevo término que alguien ha dado en llamar “dictadura de la opinión común”. Por más que a mí lo de común me suene fatal, la cosa parece estar montada así. Lo dice la mayoría, pues venga, eso es lo que hay que hacer. La cuestión es la siguiente, ¿es buena la mayoría, está equivocada, debo someterme a ella, coincide con mis criterios morales?. Hitler ganó unas elecciones, fue elegido democráticamente, y no por eso dejó de ser un tirano. Los resultados son de sobra conocidos. El holocausto les parecía una solución natural. Resulta monstruoso, pero fue así como se llegó a eliminar a millares de seres humanos.

Considero que soy una ciudadana de a pie, por lo tanto común y eso se adhiere como la polución a los pulmones, mientras pasa por el proceso de inspiración y espiración, se convierte en algo consustancial. Esa es mi zona, la de la mayoría de ciudadanos, que siguen perplejos las luchas mediáticas de cualquier tipo de poder.
Piensen un poco en la relación que se establece en el trabajo, siempre hay alguien por encima que dice lo que se debe hacer. En las familias existe una relación similar, alguno de sus miembros detenta siempre un grado de autoridad incuestionable. En las congregaciones, hay superiores y superioras. En los partidos, presidentes. En los ayuntamientos alcaldes. En los centros educativos directores. De manera que la cosa del poder también es consustancial, viene de lejos, estamos acostumbrados a someternos a la autoridad. Debería decir que es necesario cierto sometimiento para que la sociedad pueda funcionar con un mínimo de cordura. Y sin embargo me molesta que podamos entrar en una espiral de decisiones basadas en “la dictadura de la opinión común”. ¿Ustedes lo comprenden?. Debe ser porque al término dictadura le añaden el adjetivo común. ¿La democracia es común?. ¿El poder es un tirano?. Puede que todo se reduzca a utilizar un calidoscopio para ver el juego de palabras.

La dictadura de la opinión común

En un artículo en otro blog apuntaba que el pulsímetro de las preguntas que realizan algunos medios, constituía una información privilegiada. De alguna manera se podía prever el grado de aceptación de determinadas decisiones por parte de nuestros gobernantes. Si alguien tiene a bien preguntarme suelo responder. Pero no siempre hago caso de las encuestas de opinión, de ello deduzco que a otros puede sucederles lo mismo. En estos momentos pienso en las famosas encuestas que nadie sabe bien como se realizan y de cuyos resultados siempre sospechamos.

La cuestión es, ¿el futuro de cualquier país dependerá de las encuestas?. Si consultamos los medios el resultado parece confabulador. ¿Son todos los que están, están todos los que son?. ¡Vete a saber!. Sin embargo “la dictadura de la opinión común” maneja los hilos de televisiones, emisoras, periódicos y sospecho que también es origen de algunas propuestas del gobierno. No se espanten, vivimos en democracia, eso también significa pluralidad. El poder necesita saber donde dirigir sus zarpas, y ahí es donde viene bien echar mano de las encuestas y de los pulsímetros de opinión.

A estas alturas deben estar preguntándose en el origen de ese nuevo término que alguien ha dado en llamar “dictadura de la opinión común”. Por más que a mí lo de común me suene fatal, la cosa parece estar montada así. Lo dice la mayoría, pues venga, eso es lo que hay que hacer. La cuestión es la siguiente, ¿es buena la mayoría, está equivocada, debo someterme a ella, coincide con mis criterios morales?. Hitler ganó unas elecciones, fue elegido democráticamente, y no por eso dejó de ser un tirano. Los resultados son de sobra conocidos. El holocausto les parecía una solución natural. Resulta monstruoso, pero fue así como se llegó a eliminar a millares de seres humanos.

Considero que soy una ciudadana de a pie, por lo tanto común y eso se adhiere como la polución a los pulmones, mientras pasa por el proceso de inspiración y espiración, se convierte en algo consustancial. Esa es mi zona, la de la mayoría de ciudadanos, que siguen perplejos las luchas mediáticas de cualquier tipo de poder.
Piensen un poco en la relación que se establece en el trabajo, siempre hay alguien por encima que dice lo que se debe hacer. En las familias existe una relación similar, alguno de sus miembros detenta siempre un grado de autoridad incuestionable. En las congregaciones, hay superiores y superioras. En los partidos, presidentes. En los ayuntamientos alcaldes. En los centros educativos directores. De manera que la cosa del poder también es consustancial, viene de lejos, estamos acostumbrados a someternos a la autoridad. Debería decir que es necesario cierto sometimiento para que la sociedad pueda funcionar con un mínimo de cordura. Y sin embargo me molesta que podamos entrar en una espiral de decisiones basadas en “la dictadura de la opinión común”. ¿Ustedes lo comprenden?. Debe ser porque al término dictadura le añaden el adjetivo común. ¿La democracia es común?. ¿El poder es un tirano?. Puede que todo se reduzca a utilizar un calidoscopio para ver el juego de palabras.

viernes, 27 de octubre de 2006

El vendaval de la corrupción



El vendaval de la corrupción agitó nuestra lejana transición, salpicando las más altas esferas. Cuando cambió el partido en el Gobierno, siguieron saliendo a la luz casos de prevaricación con extrañas comisiones de por medio. Si hoy a alguien le preguntan sobre el tema, sin duda retiene en su memoria varios de esos sucesos deleznables. Todos ellos con suficiente cobertura mediática como para aparecer repetidamente en la prensa, la radio o la televisión. A mí el asunto me da náuseas pero he de reconocer que tiene su tirón. Basta con observar como siguen los medios a los jueces encargados de esos sumarios, tomando posiciones a las puertas de donde declaran los presuntos. Todo al más puro estilo sensacionalista que consigue tan buenos índices de audiencia. El rigor, de haberlo, hay que buscarlo con tranquilidad.

Lo cierto es que ladrones de guante blanco siempre ha habido. Algunos escándalos fueron muy oídos durante el periodo del generalísimo, pero la cobertura de la época no permitía el reality show y la censura cubría los datos más escabrosos. Pensábamos que con la democracia vendría un plus de honradez que sería capaz de empapelar a aquellos que no tenían escrúpulos. Sin embargo, legislatura tras legislatura seguimos perplejos la senda de la corrupción. Cuando se desvanece la cobertura de un caso, comienza a sonar el eco de otro nuevo. Ya no se libran ni las ONG. Algunas manzanas podridas hacen tanto daño que perdemos la confianza en los servicios públicos. No sabemos a quien confiar nuestros ahorros. Sospechamos de nuestros concejales y alcaldes. Y no es un tema baladí, parece que el olvido de los referentes morales o éticos, hace posible que cualquiera crea normal realizar apaños bajo mano.

El Pontificio Consejo de Justicia y Paz, presidido por el Cardenal Renato Martín, ha hecho publica una nota en la que destaca la Doctrina Social de la Iglesia en la prevención de la corrupción. Se presenta el concepto ecología human como respeto al orden natural y moral con el que el hombre fue creado: «Si no se da a la familia la capacidad para desempeñar su tarea educativa, si las leyes contrarias al auténtico bien del hombre, como las que atentan contra la vida, deseducan a los ciudadanos sobre el bien, si la justicia procede con excesiva lentitud, si la moralidad de base es debilitada por la trasgresión tolerada, si las condiciones de vida se degradan, si la escuela no acoge y no emancipa, no es posible garantizar esa “ecología humana”.

Debo reconocer que la propuesta tiene fundamento, en nombre de Dios no se nos permite enriquecernos de manera fraudulenta, abusar de las prerrogativas de un cargo y otras muchas cosas que no vienen al caso. A quien no posee una moral religiosa, la sociedad le demanda una honestidad que debe estar presente desde la más tierna infancia. Los valores por tanto son patrimonio de toda la humanidad y deben cultivarse a favor de una mejor convivencia. La peor tragedia de una democracia es que el cáncer de la corrupción ataque todos sus estamentos. Porque de alguna manera el fracaso de esa sociedad está asegurado.

El vendaval de la corrupción



El vendaval de la corrupción agitó nuestra lejana transición, salpicando las más altas esferas. Cuando cambió el partido en el Gobierno, siguieron saliendo a la luz casos de prevaricación con extrañas comisiones de por medio. Si hoy a alguien le preguntan sobre el tema, sin duda retiene en su memoria varios de esos sucesos deleznables. Todos ellos con suficiente cobertura mediática como para aparecer repetidamente en la prensa, la radio o la televisión. A mí el asunto me da náuseas pero he de reconocer que tiene su tirón. Basta con observar como siguen los medios a los jueces encargados de esos sumarios, tomando posiciones a las puertas de donde declaran los presuntos. Todo al más puro estilo sensacionalista que consigue tan buenos índices de audiencia. El rigor, de haberlo, hay que buscarlo con tranquilidad.

Lo cierto es que ladrones de guante blanco siempre ha habido. Algunos escándalos fueron muy oídos durante el periodo del generalísimo, pero la cobertura de la época no permitía el reality show y la censura cubría los datos más escabrosos. Pensábamos que con la democracia vendría un plus de honradez que sería capaz de empapelar a aquellos que no tenían escrúpulos. Sin embargo, legislatura tras legislatura seguimos perplejos la senda de la corrupción. Cuando se desvanece la cobertura de un caso, comienza a sonar el eco de otro nuevo. Ya no se libran ni las ONG. Algunas manzanas podridas hacen tanto daño que perdemos la confianza en los servicios públicos. No sabemos a quien confiar nuestros ahorros. Sospechamos de nuestros concejales y alcaldes. Y no es un tema baladí, parece que el olvido de los referentes morales o éticos, hace posible que cualquiera crea normal realizar apaños bajo mano.

El Pontificio Consejo de Justicia y Paz, presidido por el Cardenal Renato Martín, ha hecho publica una nota en la que destaca la Doctrina Social de la Iglesia en la prevención de la corrupción. Se presenta el concepto ecología human como respeto al orden natural y moral con el que el hombre fue creado: «Si no se da a la familia la capacidad para desempeñar su tarea educativa, si las leyes contrarias al auténtico bien del hombre, como las que atentan contra la vida, deseducan a los ciudadanos sobre el bien, si la justicia procede con excesiva lentitud, si la moralidad de base es debilitada por la trasgresión tolerada, si las condiciones de vida se degradan, si la escuela no acoge y no emancipa, no es posible garantizar esa “ecología humana”.

Debo reconocer que la propuesta tiene fundamento, en nombre de Dios no se nos permite enriquecernos de manera fraudulenta, abusar de las prerrogativas de un cargo y otras muchas cosas que no vienen al caso. A quien no posee una moral religiosa, la sociedad le demanda una honestidad que debe estar presente desde la más tierna infancia. Los valores por tanto son patrimonio de toda la humanidad y deben cultivarse a favor de una mejor convivencia. La peor tragedia de una democracia es que el cáncer de la corrupción ataque todos sus estamentos. Porque de alguna manera el fracaso de esa sociedad está asegurado.

sábado, 21 de octubre de 2006

El efecto dominó



El título sugiere la caída irreversible de todas las fichas por el movimiento de una sola. Y ha surgido de esa convocatoria masiva que hoy se llevará a cabo en cuarenta ciudades Españolas. Se marchará contra la pobreza en la víspera de la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. Todos recordamos las pequeñas huchas con las cabezas asiáticas, africanas e indígenas. Es una buena fecha para unirse a los deseos de tant@s misioner@s que viven junto a quienes carecen de lo mínimo para subsistir.

La campaña de pobreza cero se inició en el 2000. Los acuerdos querían erradicar la pobreza en el 2015. En el año 2000, 189 jefes de Estado se comprometieron a cumplir ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015, entre ellos reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre, o reducir en dos tercios la mortalidad infantil. Han pasado seis años y a este ritmo ninguno de los Objetivos se alcanzará. Incluso muchos de ellos tardarán más de 140 años en cumplirse. La Alianza Española contra la Pobreza ha realizado un documento donde se muestran los incumplimientos de los líderes mundiales

La pobreza mata cada día 35.000 personas. El 40% de la humanidad vive en condiciones de pobreza. Y sin embargo el Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, demuestra como la fuerza de los microcréditos hace posible salir de la miseria a miles de personas. Enseñar a pescar dicen los misioneros, ya no se trata de dar, si no de procurar la formación y los medios para salir del infierno en el que viven miles de seres.

Las cifras son escandalosas. La emigración masiva que llega a nuestro país como puerta de entrada a Europa, demuestra que la gente está dispuesta a todo por mejorar sus condiciones de vida. ¿Vamos a ignorarlos?. ¿Podemos reprocharles que huyan en busca de un futuro digno?. Las soluciones existen. La pobreza puede erradicarse. Mas de 400 organizaciones están empeñadas en ello.

En las últimas décadas el trabajo coordinado de las ONGD ha obtenido importantes logros de relevancia internacional: abaratamiento de los medicamentos contra el sida, prohibición de la fabricación de minas antipersonales, eliminación de la explotación infantil en numerosas zonas del mundo, introducción del comercio justo en los hábitos sociales y la definición de una conciencia global que reivindica un desarrollo humano, sostenible y equitativo, entre otros. Las redes nacionales e internacionales de ONGD han demostrado la eficacia del trabajo coordinado, y su influencia internacional ha forzado a gobiernos e instituciones a tener en cuenta la voz de la sociedad civil. La CONGDE, a través de su campaña “0,7 Reclámalo”, ha logrado importantes compromisos del gobierno español para la mejora de la Ayuda Oficial al Desarrollo y la reforma del actual sistema de cooperación.

Quienes lo deseen pueden adherirse al manifiesto, difundirlo, acudir a la manifestación y colaborar en presionar a los diferentes Gobiernos para que cumplan los acuerdos.

El efecto dominó



El título sugiere la caída irreversible de todas las fichas por el movimiento de una sola. Y ha surgido de esa convocatoria masiva que hoy se llevará a cabo en cuarenta ciudades Españolas. Se marchará contra la pobreza en la víspera de la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. Todos recordamos las pequeñas huchas con las cabezas asiáticas, africanas e indígenas. Es una buena fecha para unirse a los deseos de tant@s misioner@s que viven junto a quienes carecen de lo mínimo para subsistir.

La campaña de pobreza cero se inició en el 2000. Los acuerdos querían erradicar la pobreza en el 2015. En el año 2000, 189 jefes de Estado se comprometieron a cumplir ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015, entre ellos reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre, o reducir en dos tercios la mortalidad infantil. Han pasado seis años y a este ritmo ninguno de los Objetivos se alcanzará. Incluso muchos de ellos tardarán más de 140 años en cumplirse. La Alianza Española contra la Pobreza ha realizado un documento donde se muestran los incumplimientos de los líderes mundiales

La pobreza mata cada día 35.000 personas. El 40% de la humanidad vive en condiciones de pobreza. Y sin embargo el Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, demuestra como la fuerza de los microcréditos hace posible salir de la miseria a miles de personas. Enseñar a pescar dicen los misioneros, ya no se trata de dar, si no de procurar la formación y los medios para salir del infierno en el que viven miles de seres.

Las cifras son escandalosas. La emigración masiva que llega a nuestro país como puerta de entrada a Europa, demuestra que la gente está dispuesta a todo por mejorar sus condiciones de vida. ¿Vamos a ignorarlos?. ¿Podemos reprocharles que huyan en busca de un futuro digno?. Las soluciones existen. La pobreza puede erradicarse. Mas de 400 organizaciones están empeñadas en ello.

En las últimas décadas el trabajo coordinado de las ONGD ha obtenido importantes logros de relevancia internacional: abaratamiento de los medicamentos contra el sida, prohibición de la fabricación de minas antipersonales, eliminación de la explotación infantil en numerosas zonas del mundo, introducción del comercio justo en los hábitos sociales y la definición de una conciencia global que reivindica un desarrollo humano, sostenible y equitativo, entre otros. Las redes nacionales e internacionales de ONGD han demostrado la eficacia del trabajo coordinado, y su influencia internacional ha forzado a gobiernos e instituciones a tener en cuenta la voz de la sociedad civil. La CONGDE, a través de su campaña “0,7 Reclámalo”, ha logrado importantes compromisos del gobierno español para la mejora de la Ayuda Oficial al Desarrollo y la reforma del actual sistema de cooperación.

Quienes lo deseen pueden adherirse al manifiesto, difundirlo, acudir a la manifestación y colaborar en presionar a los diferentes Gobiernos para que cumplan los acuerdos.

martes, 17 de octubre de 2006

Dios bendiga a los gays y la jurisprudencia defienda a los niños



Que monseñor Rouco Valera considere que el futuro de España depende de la familia tradicional no me parece extraño. Lo raro es que la familia tenga que tener el adjetivo tradicional para poder diferenciarse de otro tipo de parejas. Estamos asistiendo a una adquisición de derechos que pueden ser muy cuestionables, aunque oponerse a los mismos conlleve ser tachada de facha y de retrógrada.


Al parecer ya es una realidad que las parejas homosexuales puedan adoptar un niño, al menos en alguna Comunidad. La cuestión es que prima el derecho de estas parejas a adoptar, frente al derecho del niño a tener una familia heterosexual. No somos el país más industrializado de Europa, ni tenemos el nivel educativo más alto, ni nuestra calidad de vida es la mejor, pero eso sí, avanzamos en otros aspectos sociales que nos convierten en líderes de no se sabe bien qué. Por eso no termino de entender que en nombre de unos supuestos derechos, se prive a otros de los suyos.


Me considero tolerante, aunque conviene matizar este término. Leo en la agencia Zenit que el Santo Padre afirma que la tolerancia no debe confundirse con el indiferentismo. Viene bien recordarlo cuando levantar la voz defendiendo lo que se cree presupone ser tachada de intolerante. ¿Consiste la tolerancia en admitir nuevas situaciones familiares?. ¿Soy menos tolerante si dudo de la moralidad de esas adopciones?. Mira que es duro tener que posicionarse frente a alguien, pero es que ya va siendo hora de clarificar posturas.


El orgullo gay no consiste en la conmemoración de un día, ahora avanza firme y arrollador desde todos los ámbitos sociales. Y yo quiero que los gays sean felices, faltaría más, pero que ellos me perdonen si no entiendo lo de la diversidad familiar. Si encima viene por decreto entonces me atraganto. Permitan que me sienta orgullosa de formar parte de la disidencia, una también cuida su autoestima. No me vale la máxima de la indiferencia: tú haz lo que creas conveniente y deja que los demás vivamos como nos guste. Porque creo que los valores se trasmiten en la familia, en la sociedad, en la escuela, por la televisión, por Internet, por la prensa. De manera que todo nos influye y no termino de entender que la tolerancia consista en un relativismo moral. He llegado a un punto en el que no quiero claudicar frente a la amoralidad generalizada.


¿Acaso no tenemos derecho a defender nuestros valores?, esos que vienen siendo atacados desde todos los frentes porque consideramos que el ser humano es criatura de Dios. En palabras de Benedicto XVI “el ser humano debe ser considerado en su unidad y en su totalidad, cuerpo y alma, corazón y conciencia, pensamiento y voluntad”. Pero el ateísmo de unos y el laicismo de otros se impone como moda, sin reflexionar que ciertas medidas afectan a la esencia de la filosofía, la religión, la ética, el derecho natural y la convivencia en general.


Que Dios bendiga a los gays y la jurisprudencia defienda a los niños.



Dios bendiga a los gays y la jurisprudencia defienda a los niños



Que monseñor Rouco Valera considere que el futuro de España depende de la familia tradicional no me parece extraño. Lo raro es que la familia tenga que tener el adjetivo tradicional para poder diferenciarse de otro tipo de parejas. Estamos asistiendo a una adquisición de derechos que pueden ser muy cuestionables, aunque oponerse a los mismos conlleve ser tachada de facha y de retrógrada.


Al parecer ya es una realidad que las parejas homosexuales puedan adoptar un niño, al menos en alguna Comunidad. La cuestión es que prima el derecho de estas parejas a adoptar, frente al derecho del niño a tener una familia heterosexual. No somos el país más industrializado de Europa, ni tenemos el nivel educativo más alto, ni nuestra calidad de vida es la mejor, pero eso sí, avanzamos en otros aspectos sociales que nos convierten en líderes de no se sabe bien qué. Por eso no termino de entender que en nombre de unos supuestos derechos, se prive a otros de los suyos.


Me considero tolerante, aunque conviene matizar este término. Leo en la agencia Zenit que el Santo Padre afirma que la tolerancia no debe confundirse con el indiferentismo. Viene bien recordarlo cuando levantar la voz defendiendo lo que se cree presupone ser tachada de intolerante. ¿Consiste la tolerancia en admitir nuevas situaciones familiares?. ¿Soy menos tolerante si dudo de la moralidad de esas adopciones?. Mira que es duro tener que posicionarse frente a alguien, pero es que ya va siendo hora de clarificar posturas.


El orgullo gay no consiste en la conmemoración de un día, ahora avanza firme y arrollador desde todos los ámbitos sociales. Y yo quiero que los gays sean felices, faltaría más, pero que ellos me perdonen si no entiendo lo de la diversidad familiar. Si encima viene por decreto entonces me atraganto. Permitan que me sienta orgullosa de formar parte de la disidencia, una también cuida su autoestima. No me vale la máxima de la indiferencia: tú haz lo que creas conveniente y deja que los demás vivamos como nos guste. Porque creo que los valores se trasmiten en la familia, en la sociedad, en la escuela, por la televisión, por Internet, por la prensa. De manera que todo nos influye y no termino de entender que la tolerancia consista en un relativismo moral. He llegado a un punto en el que no quiero claudicar frente a la amoralidad generalizada.


¿Acaso no tenemos derecho a defender nuestros valores?, esos que vienen siendo atacados desde todos los frentes porque consideramos que el ser humano es criatura de Dios. En palabras de Benedicto XVI “el ser humano debe ser considerado en su unidad y en su totalidad, cuerpo y alma, corazón y conciencia, pensamiento y voluntad”. Pero el ateísmo de unos y el laicismo de otros se impone como moda, sin reflexionar que ciertas medidas afectan a la esencia de la filosofía, la religión, la ética, el derecho natural y la convivencia en general.


Que Dios bendiga a los gays y la jurisprudencia defienda a los niños.



jueves, 12 de octubre de 2006

La inmigración y la ética de la tolerancia

Desde hace tiempo vengo observando una preocupación compartida por la necesidad de educar en valores. La sociedad necesita una ética de mínimos que sea compatible con la libertad religiosa y el laicismo. Asimismo son muchas las voces que piden una ética troncal y una religión optativa en la escuela.

Caminamos hacia una sociedad multicultural donde la presencia del velo en la mujer, forma parte de una cultura religiosa que no entendemos. Presenciamos como nuestras fiestas de moros y cristianos se autocensuran para no ofender la sensibilidad de los hijos de Alá. Asistimos a la poligamia de nuestros vecinos africanos, que residiendo en España exportan su costumbre sin hacer caso a la legislación del país que los acoge. Todo ese marasmo de etnias y creencias necesita ser estudiado con detenimiento, porque de ello depende nuestra futura convivencia. De momento la tolerancia es la nota dominante, pero también se levantan voces críticas a las que no les sobran argumentos.

Este verano hemos sido desbordados por el tema de la inmigración, unos ve en ello sólo inconvenientes, otros entendemos que las migraciones siempre han existido. Pero de lo que no hay duda es que los niños de hoy serán los ciudadanos del mañana. El modo como sean educados en el presente condicionará nuestra sociedad dentro de diez o quince años. Desde esa preocupación convergen diversas voces que claman por una educación que valore las raíces de Occidente. Conocer nuestro pasado es salvaguardar nuestra identidad.

En consecuencia parece que hoy más que nunca se debería contemplar una enseñanza de la historia de la cultura que incluya las religiones que han configurado la mentalidad occidental, oriental y asiática, con sus variedades artísticas representadas por la arquitectura, la pintura, la literatura, la filosofía y otros. El estudio de las humanidades no puede limitarse a unas especialidades, tiene la importancia suficiente como para ser materia troncal, que asegure la capacidad de discernir lo fundamental de lo anecdótico dentro de una sociedad plural y democrática. No imponer una creencia, pero hacer posible explorar diversas culturas en común para encontrar un mínimo de valores. Ese debe ser el camino a seguir.

Necesitamos escuchar a los expertos, debatir a fondo la integración, tener visión de futuro y alejarnos de extremismos religiosos o políticos que no buscan unir, sino separar. La España de hoy es el resultado del proceso de la Transición con todas sus luces y sus sombras. Si la sociedad hoy está más polarizada que hace treinta años, también es verdad que la situación actual en nada se parece a la de entonces. Nuestros vecinos ya no vienen de Albacete, Andalucía, Cuenca, o Extremadura, donde lo que nos diferenciaba era la gastronomía junto con las danzas y trajes regionales. Hoy tenemos en nuestras ciudades un abanico de gente que viene de varios continentes: Ecuatorianos, Guineanos, Senegales, Marroquíes, Colombianos, Argentinos, Rumanos, Chinos. La diversidad hace necesaria una cultura que integre la pluralidad, sin que nos lleve a crear ghettos. Se habla del síndrome de Ulises, el mal de todo inmigrante que sueña con volver a su patria con el suficiente dinero para montar un negocio. De manera que van agrupándose por nacionalidades, sin terminar de adaptarse al cambio de costumbres, con la esperanza de regresar a su país. Con el tiempo terminan por asumir la dificultad del regreso y hacen más fuertes los vínculos con la tierra lejana. Sólo sus hijos podrán entender las costumbres ancestrales de sus mayores y las ventajas del país donde se educaron. Pero para que no exista el choque cultural, nosotros tenemos que propiciar un mínimo de valores que sirvan para las diversas mentalidades.

La inmigración y la ética de la tolerancia

Desde hace tiempo vengo observando una preocupación compartida por la necesidad de educar en valores. La sociedad necesita una ética de mínimos que sea compatible con la libertad religiosa y el laicismo. Asimismo son muchas las voces que piden una ética troncal y una religión optativa en la escuela.

Caminamos hacia una sociedad multicultural donde la presencia del velo en la mujer, forma parte de una cultura religiosa que no entendemos. Presenciamos como nuestras fiestas de moros y cristianos se autocensuran para no ofender la sensibilidad de los hijos de Alá. Asistimos a la poligamia de nuestros vecinos africanos, que residiendo en España exportan su costumbre sin hacer caso a la legislación del país que los acoge. Todo ese marasmo de etnias y creencias necesita ser estudiado con detenimiento, porque de ello depende nuestra futura convivencia. De momento la tolerancia es la nota dominante, pero también se levantan voces críticas a las que no les sobran argumentos.

Este verano hemos sido desbordados por el tema de la inmigración, unos ve en ello sólo inconvenientes, otros entendemos que las migraciones siempre han existido. Pero de lo que no hay duda es que los niños de hoy serán los ciudadanos del mañana. El modo como sean educados en el presente condicionará nuestra sociedad dentro de diez o quince años. Desde esa preocupación convergen diversas voces que claman por una educación que valore las raíces de Occidente. Conocer nuestro pasado es salvaguardar nuestra identidad.

En consecuencia parece que hoy más que nunca se debería contemplar una enseñanza de la historia de la cultura que incluya las religiones que han configurado la mentalidad occidental, oriental y asiática, con sus variedades artísticas representadas por la arquitectura, la pintura, la literatura, la filosofía y otros. El estudio de las humanidades no puede limitarse a unas especialidades, tiene la importancia suficiente como para ser materia troncal, que asegure la capacidad de discernir lo fundamental de lo anecdótico dentro de una sociedad plural y democrática. No imponer una creencia, pero hacer posible explorar diversas culturas en común para encontrar un mínimo de valores. Ese debe ser el camino a seguir.

Necesitamos escuchar a los expertos, debatir a fondo la integración, tener visión de futuro y alejarnos de extremismos religiosos o políticos que no buscan unir, sino separar. La España de hoy es el resultado del proceso de la Transición con todas sus luces y sus sombras. Si la sociedad hoy está más polarizada que hace treinta años, también es verdad que la situación actual en nada se parece a la de entonces. Nuestros vecinos ya no vienen de Albacete, Andalucía, Cuenca, o Extremadura, donde lo que nos diferenciaba era la gastronomía junto con las danzas y trajes regionales. Hoy tenemos en nuestras ciudades un abanico de gente que viene de varios continentes: Ecuatorianos, Guineanos, Senegales, Marroquíes, Colombianos, Argentinos, Rumanos, Chinos. La diversidad hace necesaria una cultura que integre la pluralidad, sin que nos lleve a crear ghettos. Se habla del síndrome de Ulises, el mal de todo inmigrante que sueña con volver a su patria con el suficiente dinero para montar un negocio. De manera que van agrupándose por nacionalidades, sin terminar de adaptarse al cambio de costumbres, con la esperanza de regresar a su país. Con el tiempo terminan por asumir la dificultad del regreso y hacen más fuertes los vínculos con la tierra lejana. Sólo sus hijos podrán entender las costumbres ancestrales de sus mayores y las ventajas del país donde se educaron. Pero para que no exista el choque cultural, nosotros tenemos que propiciar un mínimo de valores que sirvan para las diversas mentalidades.

viernes, 6 de octubre de 2006

La poligamia ha llegado a España

Tengo por costumbre ver las noticias de televisión, a veces es un ejercicio heroico por la cantidad de desgracias que plasman en titulares. Por eso pienso que debería existir un encargado de la buena noticia, alguien que supiera mostrarnos el gesto amable de la vida. En algunas ocasiones me detengo a reflexionar inmediatamente después de haber finalizado el telediario y encuentro algo sugerente. No siempre positivo, para qué lo voy a negar.

Hoy he escuchado que la poligamia, prohibida en España, ha entrado en nuestro país con denominación de origen africano. Es decir que los cayucos no traen sólo personas sino que vienen acompañadas por sus costumbres y ritos. Estas buenas gentes que buscan sacar adelante a su familia, no sólo de aquí sino también de su país de origen, conviven normalmente con varias mujeres. La cámara enfocaba a una africana vestida con atuendo oriundo de su tierra, en un domicilio de alguna ciudad española. Mientras le preguntaban qué le parecía compartir el marido ella mascullaba su español con gracia para afirmar que no le gustaba nada el asunto, pero era la costumbre de los suyos. A su alrededor revoloteaban unos cuantos niños, no sé si eran de ella o de la otra, el periodista no ha profundizado más. Pero yo me he quedado helada, con nuestra proverbial tolerancia y nuestros deseos de interculturalidad, me pregunto qué haremos con esos casos. La ablación del clítoris es otra de sus maravillosas costumbres y mira por donde me viene el recuerdo de un reportaje sobre ello. Al parecer para evitar la justicia europea, hacen un viaje rapidito a su tierra con objeto de practicar el abominable rito. El matrimonio pactado desde la infancia es otra de las joyas exportadas que choca con nuestra cultura occidental y me quedo pensando en todas las mujeres sometidas a costumbres medievales en este bendito siglo XXI, donde hemos conseguido reflejar en nuestra Constitución y en nuestro Sistema Educativo que no se puede discriminar por razón de sexo o religión.

El tema tiene su paradoja porque Europa llevó su cultura a otras tierras y ahora, esa marea humana desembarcando en nuestras costas, nos devuelve unas costumbres que aquí tenemos superadas. ¿Serán capaces de occidentalizarse los inmigrantes?. ¿Admitirán la igualdad de géneros del país que los acoge?. Lo cierto es que educaremos a sus hijos en el respeto a los derechos humanos, aunque más de una niña tendrá que vivir una doble realidad: la virtual que le cuentan en la escuela y la verdadera que vive en su familia.

La poligamia ha llegado a España

Tengo por costumbre ver las noticias de televisión, a veces es un ejercicio heroico por la cantidad de desgracias que plasman en titulares. Por eso pienso que debería existir un encargado de la buena noticia, alguien que supiera mostrarnos el gesto amable de la vida. En algunas ocasiones me detengo a reflexionar inmediatamente después de haber finalizado el telediario y encuentro algo sugerente. No siempre positivo, para qué lo voy a negar.

Hoy he escuchado que la poligamia, prohibida en España, ha entrado en nuestro país con denominación de origen africano. Es decir que los cayucos no traen sólo personas sino que vienen acompañadas por sus costumbres y ritos. Estas buenas gentes que buscan sacar adelante a su familia, no sólo de aquí sino también de su país de origen, conviven normalmente con varias mujeres. La cámara enfocaba a una africana vestida con atuendo oriundo de su tierra, en un domicilio de alguna ciudad española. Mientras le preguntaban qué le parecía compartir el marido ella mascullaba su español con gracia para afirmar que no le gustaba nada el asunto, pero era la costumbre de los suyos. A su alrededor revoloteaban unos cuantos niños, no sé si eran de ella o de la otra, el periodista no ha profundizado más. Pero yo me he quedado helada, con nuestra proverbial tolerancia y nuestros deseos de interculturalidad, me pregunto qué haremos con esos casos. La ablación del clítoris es otra de sus maravillosas costumbres y mira por donde me viene el recuerdo de un reportaje sobre ello. Al parecer para evitar la justicia europea, hacen un viaje rapidito a su tierra con objeto de practicar el abominable rito. El matrimonio pactado desde la infancia es otra de las joyas exportadas que choca con nuestra cultura occidental y me quedo pensando en todas las mujeres sometidas a costumbres medievales en este bendito siglo XXI, donde hemos conseguido reflejar en nuestra Constitución y en nuestro Sistema Educativo que no se puede discriminar por razón de sexo o religión.

El tema tiene su paradoja porque Europa llevó su cultura a otras tierras y ahora, esa marea humana desembarcando en nuestras costas, nos devuelve unas costumbres que aquí tenemos superadas. ¿Serán capaces de occidentalizarse los inmigrantes?. ¿Admitirán la igualdad de géneros del país que los acoge?. Lo cierto es que educaremos a sus hijos en el respeto a los derechos humanos, aunque más de una niña tendrá que vivir una doble realidad: la virtual que le cuentan en la escuela y la verdadera que vive en su familia.

lunes, 2 de octubre de 2006

Un partido feminista en Suecia

Las recientes elecciones en Suecia han llevado a las urnas por primera vez en la historia a un partido feminista. Con independencia del resultado, la batalla por la igualdad de géneros en el país escandinavo se ha convertido en una cuestión política no exclusiva de mujeres.

El movimiento feminista en Suecia lleva 200 años trabajando por y para la mujer. Es un hecho que cuando los países del norte consiguen algo en material educativa o social, solemos tomarlos como referentes. Las estadísticas nos muestran alejadas de nuestras homólogas suecas, pero el eslogan utilizado por ellas podría incorporarse en las promesas electorales de alguno de nuestros partidos: 100% de salario, 50% de permisos de paternidad y 0% de violencia.
No me tachen de ingenua, si algo he aprendido en estos años es que lo impensable puede ser posible. He visto como se aprobaba el divorcio, el aborto y los matrimonios homosexuales. Tenemos el primer gobierno en paridad y en los supermercados se considera natural ver un hombre haciendo la compra. Nada de eso era posible en la España de los años 70, así que puedo imaginarme la batalla por la igualdad también en nuestro país.

El partido Iniciativa Feminista fue creado en el 2005 y entre sus candidatos figuran algunos hombres. No es por tanto un partido exclusivo de mujeres, sino una opción política con propuestas de gobierno sugerentes y de tendencia izquierdista. Dejen que sueñe en una España donde no sea necesario crear ninguna formación política feminista, para alcanzar un 100 % de igualdad. Son muchas las mujeres y los hombres que apoyan esa causa como algo inherente a cualquier país democrático, haciendo posible un mundo donde hombres y mujeres compartan las labores domésticas al 50%.

Ilustran mis palabras la imagen de Oriana Fallaci, cuyo óbito reciente nos recuerda esa plaga que se llama cáncer, pero también el ímpetu de una mujer capaz de situarse de tú a tú con políticos y líderes de su tiempo. Una feminista convencida cuyos libros y entrevistas están en la memoria de muchos. Esta luchadora desde su juventud contra cualquier tipo de discriminación y totalitarismo, tuvo la valentía de criticar el Islam de Jomeini y Al Qaeda, lo que le valió la condena del fundamentalismo islámico. Pero probablemente le pesaba más la condena de su enfermedad a la que se enfrentaba desde los años 90. Decía que quería contar muchas cosas y sabía que no tenía tiempo.

Estos días se queda también en mi memoria la imagen de la actriz estadounidense Jane Fonda apoyando en Suecia el partido Iniciativa Feminista. Otra mujer valiente, capaz de manifestarse no sólo por la causa de la mujer, sino de cualquier opresión. Ambas me hacen sentirme orgullosa de pertenecer al sexo mal llamado débil y me recuerdan que debo estar agradecida a todos los hombres y mujeres que han roto moldes a favor de la igualdad.

Un partido feminista en Suecia

Las recientes elecciones en Suecia han llevado a las urnas por primera vez en la historia a un partido feminista. Con independencia del resultado, la batalla por la igualdad de géneros en el país escandinavo se ha convertido en una cuestión política no exclusiva de mujeres.

El movimiento feminista en Suecia lleva 200 años trabajando por y para la mujer. Es un hecho que cuando los países del norte consiguen algo en material educativa o social, solemos tomarlos como referentes. Las estadísticas nos muestran alejadas de nuestras homólogas suecas, pero el eslogan utilizado por ellas podría incorporarse en las promesas electorales de alguno de nuestros partidos: 100% de salario, 50% de permisos de paternidad y 0% de violencia.
No me tachen de ingenua, si algo he aprendido en estos años es que lo impensable puede ser posible. He visto como se aprobaba el divorcio, el aborto y los matrimonios homosexuales. Tenemos el primer gobierno en paridad y en los supermercados se considera natural ver un hombre haciendo la compra. Nada de eso era posible en la España de los años 70, así que puedo imaginarme la batalla por la igualdad también en nuestro país.

El partido Iniciativa Feminista fue creado en el 2005 y entre sus candidatos figuran algunos hombres. No es por tanto un partido exclusivo de mujeres, sino una opción política con propuestas de gobierno sugerentes y de tendencia izquierdista. Dejen que sueñe en una España donde no sea necesario crear ninguna formación política feminista, para alcanzar un 100 % de igualdad. Son muchas las mujeres y los hombres que apoyan esa causa como algo inherente a cualquier país democrático, haciendo posible un mundo donde hombres y mujeres compartan las labores domésticas al 50%.

Ilustran mis palabras la imagen de Oriana Fallaci, cuyo óbito reciente nos recuerda esa plaga que se llama cáncer, pero también el ímpetu de una mujer capaz de situarse de tú a tú con políticos y líderes de su tiempo. Una feminista convencida cuyos libros y entrevistas están en la memoria de muchos. Esta luchadora desde su juventud contra cualquier tipo de discriminación y totalitarismo, tuvo la valentía de criticar el Islam de Jomeini y Al Qaeda, lo que le valió la condena del fundamentalismo islámico. Pero probablemente le pesaba más la condena de su enfermedad a la que se enfrentaba desde los años 90. Decía que quería contar muchas cosas y sabía que no tenía tiempo.

Estos días se queda también en mi memoria la imagen de la actriz estadounidense Jane Fonda apoyando en Suecia el partido Iniciativa Feminista. Otra mujer valiente, capaz de manifestarse no sólo por la causa de la mujer, sino de cualquier opresión. Ambas me hacen sentirme orgullosa de pertenecer al sexo mal llamado débil y me recuerdan que debo estar agradecida a todos los hombres y mujeres que han roto moldes a favor de la igualdad.