sábado, 24 de marzo de 2007

De la Teología de la liberación a la Doctrina Social de la Iglesia



La noticia sobre el pronunciamiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe condenando al teólogo Joan Sobrino ha abierto numerosos debates. Tendrán que aceptarlo, yo junto con muchos fieles que van un poco más allá del cumplimiento semanal, no por obligación sino por convencimiento, hemos oído hablar de la Teología de la liberación e incluso leímos es su momento artículos, entrevistas, cuadernos, de los exponentes de este movimiento.

Todavía queda en mi memoria la última entrevista que TVE hizo a Ignacio Ellacurría, pocos días antes de ser asesinado en la UCA del Salvador, por un grupo de paramilitares. Tal vez sería necesario recordar que las dictaduras del cono sur fueron una sangría en los años setenta y ochenta. Frente a ellas con la única arma de la palabra se situaron los religiosos y sacerdotes afines a los pobres, integrados en ellos, cuestionando los hábitos corruptos de la sociedad que olvidaba las necesidades vitales del pueblo. En ese contexto nació esa teología. Convencidos de que Cristo estaba en cada uno de los pobres indígenas explotados primero por el Colonialismo y después por los terratenientes de turno.

El espíritu surgía del Vaticano II, del que ahora muchos reniegan. Pero ese espíritu tras cuarenta años, está lleno de mártires por el Evangelio de los pobres. Era frecuente ser acusados de mezclar las cosas de Dios con las cosas terrenales, como si hubiera posibilidad de vivir un Evangelio al margen de la vida cotidiana. Robar al pobre y denunciarlo era subversión, violar a las indígenas y protestar, significaba alterar las costumbres ancestrales del poderoso de turno.

Los más duro es que se abrió una brecha entre la jerarquía eclesial y los presbíteros, religiosos y catequistas. En no pocos sitios fue el propio obispo quien denunció a su rebaño. En otros casos, como el de Monseñor Oscar Romero, se dio una verdadera conversión personal al servicio de los masacrados.

La nefasta influencia de EEUU que cedía sus instalaciones para preparar a torturadores de todas las dictaduras por ellos promovidas, tenía como obsesión desestabilizar los satélites de la Unión de Repúblicas Socialistas. En ese enfrentamiento que provenía de la dura guerra fría, el marxismo era el enemigo a derrotar y todo aquello que hablara de comunidades y socialización de los bienes, era subversivo por encontrar puntos de unión con la propaganda comunista. En esa encrucijada de caminos se situaron aquellos hombres y mujeres. Centenares dieron su vida a favor de la de los demás. Y allí surgió una serie de teólogos que hicieron de la palabra un espíritu profético. Jon Sobrino es una voz magistral que merece explicaciones sobre qué libros no tiene el plácet de Roma y el por qué tras más de treinta años la maquinaria Vaticana se pone en marcha en este preciso momento.

Para quienes viven en la frontera, donde no llega la sociedad del bienestar, es fácil identificarse en la lucha por los pobres, de aquellos que nada tienen.

Tal vez en el documento publicado por la Conferencia Episcopal frente a los cuarenta años del Concilio encontremos algunos de los puntos de fricción que más polémica ha causado dentro de la misma Iglesia:
En el centro de la catequesis se encuentra Cristo. El fin de la catequesis es conducir a la
comunión con Jesucristo, mediante una instrucción orgánica y completa en la que progresivamente se ha de «descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios». La alegría de Jesús, que da gracias al Padre por haber ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños (Mt 11, 25), se extiende a todos aquellos que participan en la misión salvífica de transmitir la fe. Esta alegría se ve truncada cuando determinadas maneras de catequizar, en lugar de favorecer el encuentro con Cristo vivo, lo retrasan o, incluso, lo impiden.
Determinadas presentaciones erróneas del Misterio de Cristo, que han pasado de ámbitos académicos a otros más populares, a la catequesis y a la enseñanza escolar, son motivo de tristeza. En ellos se silencia la divinidad de Jesucristo o se considera expresión de un lenguaje poético vacío de contenido real, negándose, en consecuencia, su preexistencia y su filiación divina. La muerte de Jesús es despojada de su sentido redentor y considerada como el resultado de su enfrentamiento a la religión. Cristo es considerado predominantemente desde el punto de vista de lo ético y de la praxis transformadora de la sociedad: sería simplemente el hombre del pueblo que toma partido por los oprimidos y marginados al servicio de la libertad.
La consecuencia de estas propuestas, contraria a la fe de la Iglesia, es la disolución del sujeto cristiano. La reflexión, que debería ayudar a dar razón de la esperanza (cf. 1 P 3, 15), se distancia de la fe recibida y celebrada. La enseñanza de la Iglesia y la vida sacramental se consideran alejadas, cuando no enfrentadas, a la voluntad de Cristo. El Cristianismo y la Iglesia aparecen como separables. Según los escritos de algunos autores, no estuvo en la intención de Jesucristo el establecer ni la Iglesia, ni siquiera una religión, sino más bien la liberación de la Religión y de los poderes constituidos. Conscientes de la gravedad de estas afirmaciones y del daño que causan en el pueblo fiel y sencillo, no podemos dejar de repetir con las palabras de la Carta a los Hebreos: Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino (Hb 13, 8-9).

Sin embargo, cuanto más profundizo en la Doctrina Social de la Iglesia, más me convenzo que de aplicarse al pie de la letra hoy en día volvería a ser la Iglesia la única voz que se alzara contra la globalización y las dictaduras economicistas que nos gobiernan.

De la Teología de la liberación a la Doctrina Social de la Iglesia



La noticia sobre el pronunciamiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe condenando al teólogo Joan Sobrino ha abierto numerosos debates. Tendrán que aceptarlo, yo junto con muchos fieles que van un poco más allá del cumplimiento semanal, no por obligación sino por convencimiento, hemos oído hablar de la Teología de la liberación e incluso leímos es su momento artículos, entrevistas, cuadernos, de los exponentes de este movimiento.

Todavía queda en mi memoria la última entrevista que TVE hizo a Ignacio Ellacurría, pocos días antes de ser asesinado en la UCA del Salvador, por un grupo de paramilitares. Tal vez sería necesario recordar que las dictaduras del cono sur fueron una sangría en los años setenta y ochenta. Frente a ellas con la única arma de la palabra se situaron los religiosos y sacerdotes afines a los pobres, integrados en ellos, cuestionando los hábitos corruptos de la sociedad que olvidaba las necesidades vitales del pueblo. En ese contexto nació esa teología. Convencidos de que Cristo estaba en cada uno de los pobres indígenas explotados primero por el Colonialismo y después por los terratenientes de turno.

El espíritu surgía del Vaticano II, del que ahora muchos reniegan. Pero ese espíritu tras cuarenta años, está lleno de mártires por el Evangelio de los pobres. Era frecuente ser acusados de mezclar las cosas de Dios con las cosas terrenales, como si hubiera posibilidad de vivir un Evangelio al margen de la vida cotidiana. Robar al pobre y denunciarlo era subversión, violar a las indígenas y protestar, significaba alterar las costumbres ancestrales del poderoso de turno.

Los más duro es que se abrió una brecha entre la jerarquía eclesial y los presbíteros, religiosos y catequistas. En no pocos sitios fue el propio obispo quien denunció a su rebaño. En otros casos, como el de Monseñor Oscar Romero, se dio una verdadera conversión personal al servicio de los masacrados.

La nefasta influencia de EEUU que cedía sus instalaciones para preparar a torturadores de todas las dictaduras por ellos promovidas, tenía como obsesión desestabilizar los satélites de la Unión de Repúblicas Socialistas. En ese enfrentamiento que provenía de la dura guerra fría, el marxismo era el enemigo a derrotar y todo aquello que hablara de comunidades y socialización de los bienes, era subversivo por encontrar puntos de unión con la propaganda comunista. En esa encrucijada de caminos se situaron aquellos hombres y mujeres. Centenares dieron su vida a favor de la de los demás. Y allí surgió una serie de teólogos que hicieron de la palabra un espíritu profético. Jon Sobrino es una voz magistral que merece explicaciones sobre qué libros no tiene el plácet de Roma y el por qué tras más de treinta años la maquinaria Vaticana se pone en marcha en este preciso momento.

Para quienes viven en la frontera, donde no llega la sociedad del bienestar, es fácil identificarse en la lucha por los pobres, de aquellos que nada tienen.

Tal vez en el documento publicado por la Conferencia Episcopal frente a los cuarenta años del Concilio encontremos algunos de los puntos de fricción que más polémica ha causado dentro de la misma Iglesia:
En el centro de la catequesis se encuentra Cristo. El fin de la catequesis es conducir a la
comunión con Jesucristo, mediante una instrucción orgánica y completa en la que progresivamente se ha de «descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios». La alegría de Jesús, que da gracias al Padre por haber ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños (Mt 11, 25), se extiende a todos aquellos que participan en la misión salvífica de transmitir la fe. Esta alegría se ve truncada cuando determinadas maneras de catequizar, en lugar de favorecer el encuentro con Cristo vivo, lo retrasan o, incluso, lo impiden.
Determinadas presentaciones erróneas del Misterio de Cristo, que han pasado de ámbitos académicos a otros más populares, a la catequesis y a la enseñanza escolar, son motivo de tristeza. En ellos se silencia la divinidad de Jesucristo o se considera expresión de un lenguaje poético vacío de contenido real, negándose, en consecuencia, su preexistencia y su filiación divina. La muerte de Jesús es despojada de su sentido redentor y considerada como el resultado de su enfrentamiento a la religión. Cristo es considerado predominantemente desde el punto de vista de lo ético y de la praxis transformadora de la sociedad: sería simplemente el hombre del pueblo que toma partido por los oprimidos y marginados al servicio de la libertad.
La consecuencia de estas propuestas, contraria a la fe de la Iglesia, es la disolución del sujeto cristiano. La reflexión, que debería ayudar a dar razón de la esperanza (cf. 1 P 3, 15), se distancia de la fe recibida y celebrada. La enseñanza de la Iglesia y la vida sacramental se consideran alejadas, cuando no enfrentadas, a la voluntad de Cristo. El Cristianismo y la Iglesia aparecen como separables. Según los escritos de algunos autores, no estuvo en la intención de Jesucristo el establecer ni la Iglesia, ni siquiera una religión, sino más bien la liberación de la Religión y de los poderes constituidos. Conscientes de la gravedad de estas afirmaciones y del daño que causan en el pueblo fiel y sencillo, no podemos dejar de repetir con las palabras de la Carta a los Hebreos: Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino (Hb 13, 8-9).

Sin embargo, cuanto más profundizo en la Doctrina Social de la Iglesia, más me convenzo que de aplicarse al pie de la letra hoy en día volvería a ser la Iglesia la única voz que se alzara contra la globalización y las dictaduras economicistas que nos gobiernan.

viernes, 16 de marzo de 2007

A España no la va a conocer ni la madre que la parió

Leí un post en ese plural mundo de periodistadigital, que me hizo reflexionar, hablaba sobre la educación. Me pareció muy acertado su juicio respecto al nivel académico de nuestra querida piel de toro. En pocas palabras se cargaba la LOGSE y hacía hincapié en los males que ha conllevado la Ley de Educación del gobierno socialista. Es cierto que ha bajado el nivel, dicha Ley intentó adecuarse al ritmo de aprendizaje de los niños, lo que supuso exigir menos y condescender más, sobre la base de toda una filosofía educativa que marca sus ejes sobre la diversidad y la pluralidad. Cada alumno tiene un ritmo de aprendizaje que dentro de unos mínimos se debe respetar, además no se permite repetir nada más que un curso en toda la primaria, excepcionalmente dos.

Nuestro blogger relacionaba el Sistema Educativo con el nivel intelectual de nuestra Sociedad actual. Los jóvenes que acceden a su primer trabajo y su primera votación por mayoría de edad, es la generación LOGSE. De manera que justificaba la pérdida de rumbo de la democracia sobre la base de estos nuevos votantes. El pensamiento crítico ha desaparecido en función de un pensamiento único, voluble, encantado con lo más zafio y desconocedor de las raíces históricas de España.

Yo no me atrevo a generalizar tanto, pero si que es cierto que la nueva Ley de Educación del nuevo gobierno socialista denominada LOE, no va a rectificar la filosofía de su antecesora. Seguiremos sin poder repetir más de un curso en primaria, mantendremos la atención a la diversidad y continuaremos con un sistema que no hace especial hincapié en el esfuerzo y el afán de superación. Es más, parece abolir la competitividad, cuando el mundo real precisamente se basa en una feroz carrera por superar a su homólogo. Una ley de la oferta y la demanda para la que no están preparados los más jóvenes. Niños burbuja, leí en otra ocasión: sobreprotegidos, consentidos, exigentes en sus caprichos e indolentes en su comportamiento.

Lo cierto es que el espíritu de ambas leyes favorece la no-discriminación en función de calificaciones: progresa adecuadamente o necesita mejorar. Este es el resultado de todo un trimestre o un curso. No hay que desmotivarse por ser el último de la clase, hay muchos otros de 0 a 4 a quienes se les califica con un necesita mejorar. Según el mismo criterio no hay que aspirar a ser el mejor: de 5 a 10 todos progresan adecuadamente. Sigue habiendo diferencias notables entre ambos márgenes que a nadie se le escapan, pero no importan porque lo que se trata es de no frustrar las expectativas de los más jóvenes, con calificaciones que marquen diferencias de niveles en cuanto a conocimientos. Estas diferencias quedan para la sala de profesores.

Si esto influye en la calidad de los votantes, es algo que desconozco. Para nuestro blogger es evidente que el nivel intelectual está bajo mínimos y que se ha trasformado el concepto educación, pasando de ser maestra de saberes a madre de clones dominados por los mas media. De modo que su pensamiento es fácil de influenciar, moldear y adecuar al Sistema. Según ello se podría entender como oscilan las encuestas de un mes a otro, en función de la repercusión mediática.

Con franqueza yo no me siento ajena a este entramado. Creo que sabemos aquello que quieren y desconocemos bastante lo que es la realidad. Se nos vende la imagen, la apariencia, y no tenemos tiempo de madurar nuestro juicio entre un telediario y el del día siguiente. Entre un titular de prensa y el del día posterior. La vida sin radio, televisión ni Internet tiene un ritmo de 24 horas, mientras que con toda la tecnología su velocidad es de 86400 segundos. Será el mismo espacio de tiempo, pero no se mide igual. Los segundos van más rápidos que las horas y la vida se acelera sin que podamos decir que la medida del tiempo ha cambiado.

Si el señor Zapatero se encuentra hoy en el Gobierno gracias a la generación LOGSE es algo que nadie va a poder demostrar. Pero sí que se han convertido en realidad las palabras de Alfonso Guerra la primera vez que ganó las elecciones el partido socialista: “Con nosotros no va a conocer España ni la madre que la parió”.

A España no la va a conocer ni la madre que la parió

Leí un post en ese plural mundo de periodistadigital, que me hizo reflexionar, hablaba sobre la educación. Me pareció muy acertado su juicio respecto al nivel académico de nuestra querida piel de toro. En pocas palabras se cargaba la LOGSE y hacía hincapié en los males que ha conllevado la Ley de Educación del gobierno socialista. Es cierto que ha bajado el nivel, dicha Ley intentó adecuarse al ritmo de aprendizaje de los niños, lo que supuso exigir menos y condescender más, sobre la base de toda una filosofía educativa que marca sus ejes sobre la diversidad y la pluralidad. Cada alumno tiene un ritmo de aprendizaje que dentro de unos mínimos se debe respetar, además no se permite repetir nada más que un curso en toda la primaria, excepcionalmente dos.

Nuestro blogger relacionaba el Sistema Educativo con el nivel intelectual de nuestra Sociedad actual. Los jóvenes que acceden a su primer trabajo y su primera votación por mayoría de edad, es la generación LOGSE. De manera que justificaba la pérdida de rumbo de la democracia sobre la base de estos nuevos votantes. El pensamiento crítico ha desaparecido en función de un pensamiento único, voluble, encantado con lo más zafio y desconocedor de las raíces históricas de España.

Yo no me atrevo a generalizar tanto, pero si que es cierto que la nueva Ley de Educación del nuevo gobierno socialista denominada LOE, no va a rectificar la filosofía de su antecesora. Seguiremos sin poder repetir más de un curso en primaria, mantendremos la atención a la diversidad y continuaremos con un sistema que no hace especial hincapié en el esfuerzo y el afán de superación. Es más, parece abolir la competitividad, cuando el mundo real precisamente se basa en una feroz carrera por superar a su homólogo. Una ley de la oferta y la demanda para la que no están preparados los más jóvenes. Niños burbuja, leí en otra ocasión: sobreprotegidos, consentidos, exigentes en sus caprichos e indolentes en su comportamiento.

Lo cierto es que el espíritu de ambas leyes favorece la no-discriminación en función de calificaciones: progresa adecuadamente o necesita mejorar. Este es el resultado de todo un trimestre o un curso. No hay que desmotivarse por ser el último de la clase, hay muchos otros de 0 a 4 a quienes se les califica con un necesita mejorar. Según el mismo criterio no hay que aspirar a ser el mejor: de 5 a 10 todos progresan adecuadamente. Sigue habiendo diferencias notables entre ambos márgenes que a nadie se le escapan, pero no importan porque lo que se trata es de no frustrar las expectativas de los más jóvenes, con calificaciones que marquen diferencias de niveles en cuanto a conocimientos. Estas diferencias quedan para la sala de profesores.

Si esto influye en la calidad de los votantes, es algo que desconozco. Para nuestro blogger es evidente que el nivel intelectual está bajo mínimos y que se ha trasformado el concepto educación, pasando de ser maestra de saberes a madre de clones dominados por los mas media. De modo que su pensamiento es fácil de influenciar, moldear y adecuar al Sistema. Según ello se podría entender como oscilan las encuestas de un mes a otro, en función de la repercusión mediática.

Con franqueza yo no me siento ajena a este entramado. Creo que sabemos aquello que quieren y desconocemos bastante lo que es la realidad. Se nos vende la imagen, la apariencia, y no tenemos tiempo de madurar nuestro juicio entre un telediario y el del día siguiente. Entre un titular de prensa y el del día posterior. La vida sin radio, televisión ni Internet tiene un ritmo de 24 horas, mientras que con toda la tecnología su velocidad es de 86400 segundos. Será el mismo espacio de tiempo, pero no se mide igual. Los segundos van más rápidos que las horas y la vida se acelera sin que podamos decir que la medida del tiempo ha cambiado.

Si el señor Zapatero se encuentra hoy en el Gobierno gracias a la generación LOGSE es algo que nadie va a poder demostrar. Pero sí que se han convertido en realidad las palabras de Alfonso Guerra la primera vez que ganó las elecciones el partido socialista: “Con nosotros no va a conocer España ni la madre que la parió”.

viernes, 9 de marzo de 2007

En memoria de la Transición

Todo el mundo habla de recuperar el espíritu de la Transición. Lo proclama algún obispo y lo demanda la crema de la intelectualidad, desde periodistas a filósofos, pasando por el ciudadano medio que vivió aquellos tiempos difíciles pero llenos de esperanza. En la época de la Transición conseguimos tener un ideal común, no se querían repetir los errores del pasado. Aceptamos la pluralidad y respetamos las diferencias. Se construyó la democracia mediante un amplio consenso, donde tanto la izquierda como la derecha cedieron en sus posiciones. Desapareció la palabra comunista y se suprimió la de marxismo en el ideario del partido socialista. Se admitió que España era mayoritariamente católica y se aprobaron unos acuerdos con la Iglesia, que hoy algunos comienzan a cuestionar en voz alta.

Tampoco idealicemos demasiado porque junto a ese afán de convivencia, España seguía convulsionada por numerosos actos terroristas. Los franquistas de siempre no admitían esa pluralidad que permitía pasear en libertad a quienes antes habían encerrado en la cárcel. La calle gritaba amnistía y libertad, las manifestaciones se sucedían unas a otras y los ancianos repetían que el país andaba igual de revuelto que en tiempos de la II República.
El susto llegó un día como hoy a principios de los años ochenta. Un grupo de insurgentes tomó el Congreso de los Diputados y puso en jaque a la monarquía parlamentaria. Por una noche España volvió a estar más cerca de las dictaduras del cono sur que de la Europa democrática a la que aspiraba incorporarse. La voz de la cordura representada por su Majestad el Rey de España, intercedió para poner fin a aquel conato de sublevación.

Lo que hoy parece dormir en la memoria colectiva es que en las elecciones siguientes el PSOE llegó al poder por mayoría absoluta. Fue el revulsivo general del pueblo contra la dictadura militarista. En una España marcada ahora por el juicio sobre el 11-M llevamos dos años, pronto serán tres, de discordia, donde algunos han alimentado las dudas y las inquietudes, sembrando un desánimo general. Justo lo contrario del 23 F que desencadenó la unión de izquierda y derecha para defender el derecho a vivir en paz. En cambio ahora, se sale a la calle para acusar y desprestigiar a la misma democracia. El consenso ha desaparecido y las posturas se han enconado aproximándose a la división fraticida del pasado. Ha sido una labor metódica, muy bien planificada desde diferentes ámbitos mediáticos, que tienen a gala considerar ser la voz de la verdad. En la sombra los políticos jugando la misma batallita: que yo eso... pues mira que tú aquello...

Cuando hoy nos hablan de una España crispada, me pregunto a quién puede atribuirse la responsabilidad, y siempre me respondo que el lenguaje político y mediático ha influido considerablemente en deshacer el camino que se hizo en la Transición. No está bien dividirnos en dos bandos que no saben dialogar. Es lo más parecido a la España cainita de esa memoria que quiere recuperar sus huesos blanqueados, y vendernos su inocencia democrática. Como hubo de todo, el trauma sigue abierto para muchos, y ojalá pronto cicatrice.

Nada bueno puede resultar de esos enfrentamientos en los que también está metida la Iglesia, representada en la Conferencia Episcopal, enfrentada de lleno al Ejecutivo del Sr. Zapatero por entender que no se cumple el derecho a la libertad religiosa que emana de la Constitución. En otras ocasiones he hablado del tema, hoy me basta nombrarlo para recordar que nos falta un cardenal Tarancón, quien fue capaz en su momento de unificar las diferentes voces de la Iglesia, apoyando la Transición. Aunque algunos recordarán que muchos católicos y no católico pedían verlo en el paredón.

A mi juicio lo que le pierde a la Iglesia de hoy es dejarse utilizar por un partido en concreto, como si con el PP en el poder se pudiera revocar, el aborto, los matrimonios homosexuales y las coletillas que les siguen. Estamos enfrentándonos a una política global en la que está metida toda Europa y sus eminencias lo saben. De ahí que sus mensajes debieran servir para calar en esa masa anónima de católicos que están al margen de cualquier partido y que votan indistintamente a uno u otro en función de casuísticas muy concretas.

Si algo caracterizó a la Iglesia de la Transición, fue la capacidad de movilizar a miles de católicos que tuvieron mucha influencia en los partidos políticos y en los sindicatos. Su meritoria labor junto con el esfuerzo de la Iglesia por reconducir pacíficamente a España, no ha sido suficientemente valorada.

En memoria de la Transición

Todo el mundo habla de recuperar el espíritu de la Transición. Lo proclama algún obispo y lo demanda la crema de la intelectualidad, desde periodistas a filósofos, pasando por el ciudadano medio que vivió aquellos tiempos difíciles pero llenos de esperanza. En la época de la Transición conseguimos tener un ideal común, no se querían repetir los errores del pasado. Aceptamos la pluralidad y respetamos las diferencias. Se construyó la democracia mediante un amplio consenso, donde tanto la izquierda como la derecha cedieron en sus posiciones. Desapareció la palabra comunista y se suprimió la de marxismo en el ideario del partido socialista. Se admitió que España era mayoritariamente católica y se aprobaron unos acuerdos con la Iglesia, que hoy algunos comienzan a cuestionar en voz alta.

Tampoco idealicemos demasiado porque junto a ese afán de convivencia, España seguía convulsionada por numerosos actos terroristas. Los franquistas de siempre no admitían esa pluralidad que permitía pasear en libertad a quienes antes habían encerrado en la cárcel. La calle gritaba amnistía y libertad, las manifestaciones se sucedían unas a otras y los ancianos repetían que el país andaba igual de revuelto que en tiempos de la II República.
El susto llegó un día como hoy a principios de los años ochenta. Un grupo de insurgentes tomó el Congreso de los Diputados y puso en jaque a la monarquía parlamentaria. Por una noche España volvió a estar más cerca de las dictaduras del cono sur que de la Europa democrática a la que aspiraba incorporarse. La voz de la cordura representada por su Majestad el Rey de España, intercedió para poner fin a aquel conato de sublevación.

Lo que hoy parece dormir en la memoria colectiva es que en las elecciones siguientes el PSOE llegó al poder por mayoría absoluta. Fue el revulsivo general del pueblo contra la dictadura militarista. En una España marcada ahora por el juicio sobre el 11-M llevamos dos años, pronto serán tres, de discordia, donde algunos han alimentado las dudas y las inquietudes, sembrando un desánimo general. Justo lo contrario del 23 F que desencadenó la unión de izquierda y derecha para defender el derecho a vivir en paz. En cambio ahora, se sale a la calle para acusar y desprestigiar a la misma democracia. El consenso ha desaparecido y las posturas se han enconado aproximándose a la división fraticida del pasado. Ha sido una labor metódica, muy bien planificada desde diferentes ámbitos mediáticos, que tienen a gala considerar ser la voz de la verdad. En la sombra los políticos jugando la misma batallita: que yo eso... pues mira que tú aquello...

Cuando hoy nos hablan de una España crispada, me pregunto a quién puede atribuirse la responsabilidad, y siempre me respondo que el lenguaje político y mediático ha influido considerablemente en deshacer el camino que se hizo en la Transición. No está bien dividirnos en dos bandos que no saben dialogar. Es lo más parecido a la España cainita de esa memoria que quiere recuperar sus huesos blanqueados, y vendernos su inocencia democrática. Como hubo de todo, el trauma sigue abierto para muchos, y ojalá pronto cicatrice.

Nada bueno puede resultar de esos enfrentamientos en los que también está metida la Iglesia, representada en la Conferencia Episcopal, enfrentada de lleno al Ejecutivo del Sr. Zapatero por entender que no se cumple el derecho a la libertad religiosa que emana de la Constitución. En otras ocasiones he hablado del tema, hoy me basta nombrarlo para recordar que nos falta un cardenal Tarancón, quien fue capaz en su momento de unificar las diferentes voces de la Iglesia, apoyando la Transición. Aunque algunos recordarán que muchos católicos y no católico pedían verlo en el paredón.

A mi juicio lo que le pierde a la Iglesia de hoy es dejarse utilizar por un partido en concreto, como si con el PP en el poder se pudiera revocar, el aborto, los matrimonios homosexuales y las coletillas que les siguen. Estamos enfrentándonos a una política global en la que está metida toda Europa y sus eminencias lo saben. De ahí que sus mensajes debieran servir para calar en esa masa anónima de católicos que están al margen de cualquier partido y que votan indistintamente a uno u otro en función de casuísticas muy concretas.

Si algo caracterizó a la Iglesia de la Transición, fue la capacidad de movilizar a miles de católicos que tuvieron mucha influencia en los partidos políticos y en los sindicatos. Su meritoria labor junto con el esfuerzo de la Iglesia por reconducir pacíficamente a España, no ha sido suficientemente valorada.

sábado, 3 de marzo de 2007

Eutanasia: el suicidio asistido

Se sigue constatando un sutil ataque hacia la Iglesia católica y hacia los valores cristianos de occidente. Es una situación premeditada de quienes sacan beneficios a cuenta de distorsionar los hechos. Es el caso de los promotores de la eutanasia, nos presenta las situaciones más extraordinarias y difíciles, para disfrazarlas con unos motivos supuestamente humanitarios que dan lugar al derecho a controlar la muerte. No se hacen eco, en cambio, del informe del Consejo Pontificio para la Pastoral de la salud donde se solicitan centros y unidades de cuidados paliativos que, fuera del encarnizamiento terapéutico, garanticen una asistencia integral al enfermo y su derecho a una muerte digna.

El citado informe se presentó en la capital surcoreana, Seúl, que ha acogido este año los actos de la reciente XV Jornada Mundial del Enfermo, en esta edición en torno a «La Asistencia Pastoral y Espiritual a los Enfermos con Patologías Incurables. El derecho a la vida se precisa en el enfermo terminal como derecho a morir con serenidad, con dignidad humana y cristiana –apunta el cardenal Lozano Barragán-. Con los cuidados paliativos, la medicina se pone al servicio de la vida en cuanto que, si bien se sabe que no puede derrotar una grave patología, dedica las propias capacidades a aliviar los sufrimientos del enfermo terminal.

Es por lo que insiste en la necesidad de un compromiso a todos los niveles para favorecer los centros de cuidados paliativos que garanticen al enfermo una asistencia integral y su derecho a una muerte natural digna, que está lejos de encarnizamientos terapéuticos o de la tentación de la eutanasia.

No ser partidarios del encarnizamiento terapéutico nos enfrenta a la muerte. Debe quedar reflejado el testamento vital bajo un documento expreso, en cuál se manifiesta el deseo a no someterse a tratamientos que lejos de curar la enfermedad, sólo prolongan el dolor y el sufrimiento.

El caso más reciente está sucediendo ahora en Andalucía. Una mujer con distrofia muscular, necesita de un respirador, desea finalizar dignamente su vida. El proceso de la enfermedad es irreversible y la retirada del tubo respiratorio, pondrá fin a su vida. Esto no es admitir la eutanasia, es sencillamente cumplir la voluntad de una persona cuya vida no puede prolongarse si no es con medios artificiales. Su supervivencia, no hubiera sido posible en otra época donde la técnica estaba menos avanzada. En la misma línea están aquellos que habiéndoseles detectado un cáncer, no desean someterse a un tratamiento que no va a asegurar la curación, si no a dar unos cuantos años sin demasiada calidad de vida, debido a que la quimioterapia tiene efectos secundarios. La decisión, debe ser personal, y la comunidad médica no debe confundir estas situaciones con la eutanasia. Por ello es tan importante el testamento vital.

El caso de José Ramón Sampedro saltó a la palestra pública con varios reportajes y una película. En su situación, terrible sin duda alguna, no había en cambio ningún mantenimiento artificial para prolongar su vida. Lo que se llevó a cabo fue por tanto un suicidio asistido, a base de suministrarle un veneno. Para la mujer de Andalucía la Junta ha previsto un sedante con objeto de hacer más llevadera su decisión y no provocarle un fallecimiento doloroso.

Lo peligroso de legislar a favor de la eutanasia es llegar al mismo absurdo que con el aborto, donde en definitiva lo que se ha conseguido es abrir la puerta a un genocidio. Porque no se trata de casos puntuales, debidamente asesorados por profesionales, sino del comercio con la muerte por parte de quienes debieran defender la vida. ¡Menudo negocio tienen montadas las clínicas abortivas!.Todos estos movimientos son muy peligrosos, más cuando van respaldados por Gobiernos democráticos. El caso de Portugal ha sido la muestra del absurdo referéndum donde buena parte de la población no sabe qué votar y decide abstenerse. Automáticamente se da carta blanca a una minoría que decide legislar en nombre de una supuesta mayoría, que es absolutamente ficticia.

Me recuerda la situación del 18 de agosto de 1939 en Alemania, donde se obligaba a declarar a los recién nacidos con defectos físicos. Tres peritos decidían sobre la vida o la muerte del niño y extendían su autorización. El genocidio se calcula en unos 5.000 niños exterminados. Poco después Hitler dictaba normas legales que legitimaban en el ordenamiento jurídico del Nacionalsocialismo alemán, la eutanasia. Las razones de su aprobación fueron motivos supuestamente “humanitarios”, parecidos a los que se alegan en la actualidad.


Eutanasia: el suicidio asistido

Se sigue constatando un sutil ataque hacia la Iglesia católica y hacia los valores cristianos de occidente. Es una situación premeditada de quienes sacan beneficios a cuenta de distorsionar los hechos. Es el caso de los promotores de la eutanasia, nos presenta las situaciones más extraordinarias y difíciles, para disfrazarlas con unos motivos supuestamente humanitarios que dan lugar al derecho a controlar la muerte. No se hacen eco, en cambio, del informe del Consejo Pontificio para la Pastoral de la salud donde se solicitan centros y unidades de cuidados paliativos que, fuera del encarnizamiento terapéutico, garanticen una asistencia integral al enfermo y su derecho a una muerte digna.

El citado informe se presentó en la capital surcoreana, Seúl, que ha acogido este año los actos de la reciente XV Jornada Mundial del Enfermo, en esta edición en torno a «La Asistencia Pastoral y Espiritual a los Enfermos con Patologías Incurables. El derecho a la vida se precisa en el enfermo terminal como derecho a morir con serenidad, con dignidad humana y cristiana –apunta el cardenal Lozano Barragán-. Con los cuidados paliativos, la medicina se pone al servicio de la vida en cuanto que, si bien se sabe que no puede derrotar una grave patología, dedica las propias capacidades a aliviar los sufrimientos del enfermo terminal.

Es por lo que insiste en la necesidad de un compromiso a todos los niveles para favorecer los centros de cuidados paliativos que garanticen al enfermo una asistencia integral y su derecho a una muerte natural digna, que está lejos de encarnizamientos terapéuticos o de la tentación de la eutanasia.

No ser partidarios del encarnizamiento terapéutico nos enfrenta a la muerte. Debe quedar reflejado el testamento vital bajo un documento expreso, en cuál se manifiesta el deseo a no someterse a tratamientos que lejos de curar la enfermedad, sólo prolongan el dolor y el sufrimiento.

El caso más reciente está sucediendo ahora en Andalucía. Una mujer con distrofia muscular, necesita de un respirador, desea finalizar dignamente su vida. El proceso de la enfermedad es irreversible y la retirada del tubo respiratorio, pondrá fin a su vida. Esto no es admitir la eutanasia, es sencillamente cumplir la voluntad de una persona cuya vida no puede prolongarse si no es con medios artificiales. Su supervivencia, no hubiera sido posible en otra época donde la técnica estaba menos avanzada. En la misma línea están aquellos que habiéndoseles detectado un cáncer, no desean someterse a un tratamiento que no va a asegurar la curación, si no a dar unos cuantos años sin demasiada calidad de vida, debido a que la quimioterapia tiene efectos secundarios. La decisión, debe ser personal, y la comunidad médica no debe confundir estas situaciones con la eutanasia. Por ello es tan importante el testamento vital.

El caso de José Ramón Sampedro saltó a la palestra pública con varios reportajes y una película. En su situación, terrible sin duda alguna, no había en cambio ningún mantenimiento artificial para prolongar su vida. Lo que se llevó a cabo fue por tanto un suicidio asistido, a base de suministrarle un veneno. Para la mujer de Andalucía la Junta ha previsto un sedante con objeto de hacer más llevadera su decisión y no provocarle un fallecimiento doloroso.

Lo peligroso de legislar a favor de la eutanasia es llegar al mismo absurdo que con el aborto, donde en definitiva lo que se ha conseguido es abrir la puerta a un genocidio. Porque no se trata de casos puntuales, debidamente asesorados por profesionales, sino del comercio con la muerte por parte de quienes debieran defender la vida. ¡Menudo negocio tienen montadas las clínicas abortivas!.Todos estos movimientos son muy peligrosos, más cuando van respaldados por Gobiernos democráticos. El caso de Portugal ha sido la muestra del absurdo referéndum donde buena parte de la población no sabe qué votar y decide abstenerse. Automáticamente se da carta blanca a una minoría que decide legislar en nombre de una supuesta mayoría, que es absolutamente ficticia.

Me recuerda la situación del 18 de agosto de 1939 en Alemania, donde se obligaba a declarar a los recién nacidos con defectos físicos. Tres peritos decidían sobre la vida o la muerte del niño y extendían su autorización. El genocidio se calcula en unos 5.000 niños exterminados. Poco después Hitler dictaba normas legales que legitimaban en el ordenamiento jurídico del Nacionalsocialismo alemán, la eutanasia. Las razones de su aprobación fueron motivos supuestamente “humanitarios”, parecidos a los que se alegan en la actualidad.