viernes, 25 de abril de 2008

Comunicadores al servicio de la infoética



Es un término que ya forma parte de la actualidad: la infoética. Algo que se refleja en el mensaje de Benedicto XVI con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Término nuevo como la bioética, pero con futuro asegurado. Más que nunca vivimos interrelacionados unos con otros a través de medios de comunicación como Internet. En su momento el tema ya fue tratado en el tercer congreso de la UNESCO para estimular la reflexión y el debate sobre los aspectos éticos, jurídicos y societales de la Sociedad de la Información. Desde aquella lejana convocatoria del 2.000, no han cesado de tratarse estos temas en otros foros y congresos.

Lo que se pide es que tanto la prensa escrita, la televisión, el cine, o la Red, posean un código deontológico que supere la cuota de mercado basada en el producto y beneficio. La comunicación social afecta a toda la colectividad humana. Y más allá de permitir vivir dignamente de su trabajo, tendrá que tener un mínimo común denominador que se base en el servicio al bien común.

Si la influencia de estos medios es innegable, los responsables de los mismos, deben conocer límites que no se pueden traspasar. Esta eclosión virtual de la red, que son los blogs, permite una aportación generosa al servicio de la comunidad, pero facilita también la entrada tanto de lo bueno como de lo malo. Igual que no se puede arrancar la cizaña sin dañar al trigo. Resulta imposible parar a los trolls sin unas medidas de censura claras que los identifique.

Por ello la infoética pasa por ser asignatura necesaria para formar comunicadores, que más allá de la cuota de mercado, asuman la responsabilidad de trasmitir claramente lo que es información y lo que es opinión. La Iglesia ha tomado el pulso a lo cotidiano en esta materia, y son numerosas las ventanas abiertas con innumerables web. Desde allí emite información y formación de la fe, al acceso de cualquier usuario de la red.

No es extraño que se desee tener emisoras que trasmitan otro lenguaje alternativo al que estamos acostumbrados. Que impregnen a través de las ondas los valores del humanismo cristiano. Si esto no se consigue la credibilidad queda menguada.

La infoética no puede ser una palabra bonita, sino que debe convertirse en materia de estudio. Es cierto que tenemos tendencia a dejarnos llevar por el pensamiento dominante, que cada día se necesita una mayor dosis de silencio interior ante el bombardeo de estímulos exteriores desde todos los ámbitos de la sociedad.

Por ello crear portales con infoética, marcarán la credibilidad futura de esos medios. La prioridad para dar a conocer opiniones con mesura, sin esas descalificaciones grotescas que pasan a formar parte de las conversaciones cotidianas, es un reto al que los cristianos debemos apuntarnos. Todos somos responsables y para educar hay que ser críticos, tener una brújula de orientación clara. Si deseamos lo mejor para los demás, la labor es mucho más fácil y grata.

Y por último, como siempre, considerar que la información tiende a estar manipulada a veces incluso de manera consciente, en otras ocasiones como producto de los estímulos recibidos. No siempre hay una mano dirigiendo, pero cualquier persona que trabaje en la comunicación sabe, que su criterio en la selección y tratamiento de temas, sirve para formar a otras personas.

Tener sentido crítico, es necesario. Pero también lo es mantener la libertad de expresión dentro de los parámetros del diálogo y la interrelación de fuentes y contenidos. De manera que unos a otros vayamos aportando y enriqueciendo los debates. Esa capacidad de interactuar es la novedad más prodigiosa del futuro de las comunicaciones. No será difícil en un futuro próximo que la participación ciudadana se realice desde los hogares hacia las fuentes de comunicación. De momento ya es una realidad en la red y su uso permite acceder en fracciones de segundo al intercambio.





Comunicadores al servicio de la infoética



Es un término que ya forma parte de la actualidad: la infoética. Algo que se refleja en el mensaje de Benedicto XVI con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Término nuevo como la bioética, pero con futuro asegurado. Más que nunca vivimos interrelacionados unos con otros a través de medios de comunicación como Internet. En su momento el tema ya fue tratado en el tercer congreso de la UNESCO para estimular la reflexión y el debate sobre los aspectos éticos, jurídicos y societales de la Sociedad de la Información. Desde aquella lejana convocatoria del 2.000, no han cesado de tratarse estos temas en otros foros y congresos.

Lo que se pide es que tanto la prensa escrita, la televisión, el cine, o la Red, posean un código deontológico que supere la cuota de mercado basada en el producto y beneficio. La comunicación social afecta a toda la colectividad humana. Y más allá de permitir vivir dignamente de su trabajo, tendrá que tener un mínimo común denominador que se base en el servicio al bien común.

Si la influencia de estos medios es innegable, los responsables de los mismos, deben conocer límites que no se pueden traspasar. Esta eclosión virtual de la red, que son los blogs, permite una aportación generosa al servicio de la comunidad, pero facilita también la entrada tanto de lo bueno como de lo malo. Igual que no se puede arrancar la cizaña sin dañar al trigo. Resulta imposible parar a los trolls sin unas medidas de censura claras que los identifique.

Por ello la infoética pasa por ser asignatura necesaria para formar comunicadores, que más allá de la cuota de mercado, asuman la responsabilidad de trasmitir claramente lo que es información y lo que es opinión. La Iglesia ha tomado el pulso a lo cotidiano en esta materia, y son numerosas las ventanas abiertas con innumerables web. Desde allí emite información y formación de la fe, al acceso de cualquier usuario de la red.

No es extraño que se desee tener emisoras que trasmitan otro lenguaje alternativo al que estamos acostumbrados. Que impregnen a través de las ondas los valores del humanismo cristiano. Si esto no se consigue la credibilidad queda menguada.

La infoética no puede ser una palabra bonita, sino que debe convertirse en materia de estudio. Es cierto que tenemos tendencia a dejarnos llevar por el pensamiento dominante, que cada día se necesita una mayor dosis de silencio interior ante el bombardeo de estímulos exteriores desde todos los ámbitos de la sociedad.

Por ello crear portales con infoética, marcarán la credibilidad futura de esos medios. La prioridad para dar a conocer opiniones con mesura, sin esas descalificaciones grotescas que pasan a formar parte de las conversaciones cotidianas, es un reto al que los cristianos debemos apuntarnos. Todos somos responsables y para educar hay que ser críticos, tener una brújula de orientación clara. Si deseamos lo mejor para los demás, la labor es mucho más fácil y grata.

Y por último, como siempre, considerar que la información tiende a estar manipulada a veces incluso de manera consciente, en otras ocasiones como producto de los estímulos recibidos. No siempre hay una mano dirigiendo, pero cualquier persona que trabaje en la comunicación sabe, que su criterio en la selección y tratamiento de temas, sirve para formar a otras personas.

Tener sentido crítico, es necesario. Pero también lo es mantener la libertad de expresión dentro de los parámetros del diálogo y la interrelación de fuentes y contenidos. De manera que unos a otros vayamos aportando y enriqueciendo los debates. Esa capacidad de interactuar es la novedad más prodigiosa del futuro de las comunicaciones. No será difícil en un futuro próximo que la participación ciudadana se realice desde los hogares hacia las fuentes de comunicación. De momento ya es una realidad en la red y su uso permite acceder en fracciones de segundo al intercambio.





viernes, 18 de abril de 2008

¿Catecismo para los niños o para los abuelos?

Benedicto XVI habla de la riqueza que supone en una familia tener abuelos. Yo desde luego no conocí a ninguno, ni de padre ni de madre. Mis progenitores fueron los menores cada uno de su casa de entre seis hermanos. Así que Dios me regalo once tíos y sus respectivos cónyuges. Como había diferencia de edad entre los mayores y los pequeños, siempre consideré a mis tíos casi como abuelos.

Si mis padres echaron en falta a los suyos durante tantísimos años, es porque vivieron una sentida orfandad desde muy jóvenes. Pero también consideraron a sus hermanos mayores como sus sustitutos en la educación. Lo que ellos dijeran “iba a misa”.

Lo vengo a decir porque aunque no haya conocido ningún abuelo, he disfrutado mucho de mis tíos y fueron ellos los que me enseñaron y educaron en no pocas ocasiones, con un sentido de corporativismo familiar que hoy parece estar ausente. Estoy con el Papa, los abuelos pueden y deben ser los trasmisores de la cultura y el saber. Llegan ahora a la jubilación con buena salud y crían a los nietos por cuestiones obvias. Los padres trabajan jornadas completas para pagar su hipoteca o dar un nivel de vida digno a sus hijos. De manera que la figura que tienen como referente en muchos momentos es la de los abuelos.

Tengo entre mis alumnos, algunos que vienen al colegio de mano de uno de esos abuelos, jovencísimos con un aspecto envidiable, que viven gozosos su jubilación ofreciendo su tiempo en realizar mil y una actividades. Los hay que juegan a la petanca y quienes sólo apuestan en el “mus”. Pero la mayoría aprende bricolaje, estudia informática o va a clases de yoga. Y qué decir de las abuelas, que ya no hacen bolillos, sino que se cruzan una piscina olímpica tres o cuatro veces.

El caso es que estos abuelos son una oportunidad para ofrecer una buena catequesis, porque pueden ser los trasmisores de la fe a sus nietos, con mucha mayor dedicación que sus padres. Cuya labor es insustituible, pero que siendo realistas cuenta más bien poco en este tema. Se limitan a optar por la clase de religión y a llevarlos a catequesis el tiempo necesario para tomar la comunión. Luego, si te he visto ni me acuerdo. Tal vez por ello pocos, muy pocos, recibirán la confirmación

Todo esto viene a cuenta del nuevo catecismo de la Iglesia, que aunque pensado para los más pequeños, debería ofrecerse a cada parroquiano, junto con la oportunidad de realizar algún que otro cursillo de reciclaje en la fe. Sería estupendo retomar a los abuelos en la iglesia como futuros educadores de los nietos. Pero mucho más interesante es organizar grupos de formación de adultos en la fe.

En mi parroquia algunos asisten a cursos de teología. Y creo que tienen buena acogida.
Hay también grupos de Adoración Eucarística, festeros de alguna advocación concreta. Pero fíjense lo que ha sucedido esta Semana Santa, la falta de dinero para organizar una procesión del Santo Entierro, dejó al pueblo cojo de este acontecimiento. Da que pensar que no venga gente al relevo generacional. La mayoría de los clavarios y clavariesas suelen tener una edad ya madura o más bien respetable. El caso es que se pierde la tradición que durante muchas generaciones pasaba de padres a hijos.

De manera que si el ritmo de devoción sigue los pasos de hoy en día, terminarán por desaparecer las celebraciones públicas de la religiosidad popular. Algo que nos atañe a todos los creyentes, porque es una manera de manifestar nuestra fe. Y si sobreviven serán exclusivamente aquellas que lo hacen entorno a cofradías con unas normas y prerrogativas concretas, que tal vez no da una imagen equivocada de lo que es la devoción popular.

No está de más recordar antiguas devociones que parecen haber quedado arrinconadas. Hace años que no veo a ningún sacerdote arrodillado con sus parroquianos rezando el rosario. Alguno hay que tiene por costumbre después del Evangelio leer unas notas que sin llegar a ser homilías centran la celebración en torno a la Palabra y la Eucaristía. Pues creo que es una idea fabulosa. También lo es explicar cada uno de los actos que se realizan, con brevedad pero también con claridad. Buscando dar a conocer el misterio de nuestra fe.

Tenemos que tener claro que hemos superado la religiosidad social del nacional catolicismo dando paso a una sociedad muy secularizada que vive una religiosidad puntual y como mero hecho social. Por ello se necesita una formación continua de la mano del párroco o de personas preparadas para ello, de manera que todos los creyentes nos convirtamos en testigos de nuestra fe.


¿Catecismo para los niños o para los abuelos?

Benedicto XVI habla de la riqueza que supone en una familia tener abuelos. Yo desde luego no conocí a ninguno, ni de padre ni de madre. Mis progenitores fueron los menores cada uno de su casa de entre seis hermanos. Así que Dios me regalo once tíos y sus respectivos cónyuges. Como había diferencia de edad entre los mayores y los pequeños, siempre consideré a mis tíos casi como abuelos.

Si mis padres echaron en falta a los suyos durante tantísimos años, es porque vivieron una sentida orfandad desde muy jóvenes. Pero también consideraron a sus hermanos mayores como sus sustitutos en la educación. Lo que ellos dijeran “iba a misa”.

Lo vengo a decir porque aunque no haya conocido ningún abuelo, he disfrutado mucho de mis tíos y fueron ellos los que me enseñaron y educaron en no pocas ocasiones, con un sentido de corporativismo familiar que hoy parece estar ausente. Estoy con el Papa, los abuelos pueden y deben ser los trasmisores de la cultura y el saber. Llegan ahora a la jubilación con buena salud y crían a los nietos por cuestiones obvias. Los padres trabajan jornadas completas para pagar su hipoteca o dar un nivel de vida digno a sus hijos. De manera que la figura que tienen como referente en muchos momentos es la de los abuelos.

Tengo entre mis alumnos, algunos que vienen al colegio de mano de uno de esos abuelos, jovencísimos con un aspecto envidiable, que viven gozosos su jubilación ofreciendo su tiempo en realizar mil y una actividades. Los hay que juegan a la petanca y quienes sólo apuestan en el “mus”. Pero la mayoría aprende bricolaje, estudia informática o va a clases de yoga. Y qué decir de las abuelas, que ya no hacen bolillos, sino que se cruzan una piscina olímpica tres o cuatro veces.

El caso es que estos abuelos son una oportunidad para ofrecer una buena catequesis, porque pueden ser los trasmisores de la fe a sus nietos, con mucha mayor dedicación que sus padres. Cuya labor es insustituible, pero que siendo realistas cuenta más bien poco en este tema. Se limitan a optar por la clase de religión y a llevarlos a catequesis el tiempo necesario para tomar la comunión. Luego, si te he visto ni me acuerdo. Tal vez por ello pocos, muy pocos, recibirán la confirmación

Todo esto viene a cuenta del nuevo catecismo de la Iglesia, que aunque pensado para los más pequeños, debería ofrecerse a cada parroquiano, junto con la oportunidad de realizar algún que otro cursillo de reciclaje en la fe. Sería estupendo retomar a los abuelos en la iglesia como futuros educadores de los nietos. Pero mucho más interesante es organizar grupos de formación de adultos en la fe.

En mi parroquia algunos asisten a cursos de teología. Y creo que tienen buena acogida.
Hay también grupos de Adoración Eucarística, festeros de alguna advocación concreta. Pero fíjense lo que ha sucedido esta Semana Santa, la falta de dinero para organizar una procesión del Santo Entierro, dejó al pueblo cojo de este acontecimiento. Da que pensar que no venga gente al relevo generacional. La mayoría de los clavarios y clavariesas suelen tener una edad ya madura o más bien respetable. El caso es que se pierde la tradición que durante muchas generaciones pasaba de padres a hijos.

De manera que si el ritmo de devoción sigue los pasos de hoy en día, terminarán por desaparecer las celebraciones públicas de la religiosidad popular. Algo que nos atañe a todos los creyentes, porque es una manera de manifestar nuestra fe. Y si sobreviven serán exclusivamente aquellas que lo hacen entorno a cofradías con unas normas y prerrogativas concretas, que tal vez no da una imagen equivocada de lo que es la devoción popular.

No está de más recordar antiguas devociones que parecen haber quedado arrinconadas. Hace años que no veo a ningún sacerdote arrodillado con sus parroquianos rezando el rosario. Alguno hay que tiene por costumbre después del Evangelio leer unas notas que sin llegar a ser homilías centran la celebración en torno a la Palabra y la Eucaristía. Pues creo que es una idea fabulosa. También lo es explicar cada uno de los actos que se realizan, con brevedad pero también con claridad. Buscando dar a conocer el misterio de nuestra fe.

Tenemos que tener claro que hemos superado la religiosidad social del nacional catolicismo dando paso a una sociedad muy secularizada que vive una religiosidad puntual y como mero hecho social. Por ello se necesita una formación continua de la mano del párroco o de personas preparadas para ello, de manera que todos los creyentes nos convirtamos en testigos de nuestra fe.


viernes, 11 de abril de 2008

¿Un hombre mujer. Una mujer hombre?

Sale a la luz pública pero no es extraño imaginar casos similares. Thomas Beatie, nació niña, se convirtió más tarde en varón, felizmente casado decidió que quería ser padre. Su mujer no podía engendrar de manera que él, paró su tratamiento hormonal y tras ocho años sin tener la menstruación, engendró finalmente por inseminación artificial.

Su apariencia es la de un varón embarazado y así acude a todos los sitios junto a su esposa. La sensación es increíble para él y para quienes están a su alrededor. El caso es que la ciencia permite ya este tipo de soluciones anormales. Pero aunque la ciencia posibilite todas estas situaciones, a los demás se nos queda el corazón encogido.

No hace mucho una joven confesaba sus problemas por haber sido educada por un padre homosexual cuya promiscuidad no tenía límites ni en presencia de su hija. El caso es que ésta llegó a estar confundida sexualmente hasta alcanzar la madurez. Sé que estas reflexiones no entran dentro del “pensamiento correcto”. Pero es que la ley ha ido más allá de la naturaleza al permitir una confusión biológica, que en su momento como mucho era una situación psicológica de desajuste personal.

Desear tener otro sexo, otra naturaleza, debe ser muy doloroso cuando alguien se siente encerrado en un cuerpo que no responde a sus convicciones interiores. Pero saltarse la propia naturaleza para terminar siendo un hombre embarazado, tampoco tiene mucho sentido.

A mi juicio estas aberraciones tienen consecuencias en un ser inocente que es la criatura que tiene que nacer. Y también representan una sociedad que ha perdido el norte, que es capaz de clonar ovejas, reproducir insectos fosilizados mediante su ADN y cualquier otra cosa propia de la ciencia-ficción que ya no lo es tanto.

El caso es que la deriva de esta moderna sociedad nos lleva de perplejidad a perplejidad. Porque empezamos a ser tan libres que ya no necesitamos de un varón para concebir, nos vale cualquier laboratorio de inseminación artificial. Luego podemos formar una familia con un pastor alemán y el hijo engendrado o bien casarnos con la amiga de su papá, sin que ésta sepa que es el papa de su hija. No sé si me siguen, pero el tema da mucho de sí.

Y yo como profesora estoy temiéndome la llegada de una pareja homosexual a la reunión de padres de inicio de curso o de mediados de curso o de final de curso de curso. Porque como estas cosas aparecen cada día como setas sembradas en un invernadero, una no sabe muy bien a qué a tenerse.

Yo dije en su día “Dios bendiga a los gay y la jurisprudencia proteja a los niños”. Y sigo pensando lo mismo, que perdemos el norte. Ya sé que alguien me vendrá ahora con el caso de Mari Luz y los abusos del presunto asesino a su propia hija. Que habrá niños orgullosos de sus dos madres o sus dos padres, porque están criados con todo el cariño y el amor que se debe tener a un hijo. Pero lo que no da la naturaleza no lo puede crear la ciencia, va contra natura. Y de ahí no me apea nadie.

A esta mujer la ley de Oregón la había reconocido como hombre, de esta manera cambio su nombre y vivió con total felicidad sin que el vecindario sospechase nada. Pero ahora cuando la ven embarazada comienzan los conflictos. Resulta increíble pensar como va a ser criada su hija cuando le digan que su verdadera madre es el papá, porque la mamá no podía tener hijos. Si tienen un poco de sentido común lo mejor que pueden hacer es marcharse del lugar donde todo el mundo conoce su situación. Al menos evitarán que a su retoño le caiga algún sarcasmo a cuenta de sus padres. Porque de lo que no cabe la menor duda es que esta es la menos problemática de las situaciones. Al fin y al cabo mister Beatie tiene muy claro su deseo de ejercer como varón.

Más confusas resultan las situaciones de dos hombres o dos mujeres con una criatura entre ellos. De ahí que la ingeniería social de la modernidad venga demandando educar a los niños en la aceptación de cualquiera de estas situaciones paradójicas, sin considerar que la madurez emocional de un niño no está preparada para estos sobresaltos.

Como verán no entro en consideraciones de moral religiosa. Creo que en estos casos basta el más común de los sentidos para no dejarse llevar por la propaganda mediática y las historias graciosas que nos anestesian socialmente. No quiero dejar el tema sin finalizar con una realidad estadística, los mismos homosexuales están divididos en cuanto a la adopción de hijos y suelen ser más bien pocos quienes llegan al matrimonio. Pero eso sí, se agrupan por afinidad y siguen luchando por alcanzar visibilidad social.

¿Un hombre mujer. Una mujer hombre?

Sale a la luz pública pero no es extraño imaginar casos similares. Thomas Beatie, nació niña, se convirtió más tarde en varón, felizmente casado decidió que quería ser padre. Su mujer no podía engendrar de manera que él, paró su tratamiento hormonal y tras ocho años sin tener la menstruación, engendró finalmente por inseminación artificial.

Su apariencia es la de un varón embarazado y así acude a todos los sitios junto a su esposa. La sensación es increíble para él y para quienes están a su alrededor. El caso es que la ciencia permite ya este tipo de soluciones anormales. Pero aunque la ciencia posibilite todas estas situaciones, a los demás se nos queda el corazón encogido.

No hace mucho una joven confesaba sus problemas por haber sido educada por un padre homosexual cuya promiscuidad no tenía límites ni en presencia de su hija. El caso es que ésta llegó a estar confundida sexualmente hasta alcanzar la madurez. Sé que estas reflexiones no entran dentro del “pensamiento correcto”. Pero es que la ley ha ido más allá de la naturaleza al permitir una confusión biológica, que en su momento como mucho era una situación psicológica de desajuste personal.

Desear tener otro sexo, otra naturaleza, debe ser muy doloroso cuando alguien se siente encerrado en un cuerpo que no responde a sus convicciones interiores. Pero saltarse la propia naturaleza para terminar siendo un hombre embarazado, tampoco tiene mucho sentido.

A mi juicio estas aberraciones tienen consecuencias en un ser inocente que es la criatura que tiene que nacer. Y también representan una sociedad que ha perdido el norte, que es capaz de clonar ovejas, reproducir insectos fosilizados mediante su ADN y cualquier otra cosa propia de la ciencia-ficción que ya no lo es tanto.

El caso es que la deriva de esta moderna sociedad nos lleva de perplejidad a perplejidad. Porque empezamos a ser tan libres que ya no necesitamos de un varón para concebir, nos vale cualquier laboratorio de inseminación artificial. Luego podemos formar una familia con un pastor alemán y el hijo engendrado o bien casarnos con la amiga de su papá, sin que ésta sepa que es el papa de su hija. No sé si me siguen, pero el tema da mucho de sí.

Y yo como profesora estoy temiéndome la llegada de una pareja homosexual a la reunión de padres de inicio de curso o de mediados de curso o de final de curso de curso. Porque como estas cosas aparecen cada día como setas sembradas en un invernadero, una no sabe muy bien a qué a tenerse.

Yo dije en su día “Dios bendiga a los gay y la jurisprudencia proteja a los niños”. Y sigo pensando lo mismo, que perdemos el norte. Ya sé que alguien me vendrá ahora con el caso de Mari Luz y los abusos del presunto asesino a su propia hija. Que habrá niños orgullosos de sus dos madres o sus dos padres, porque están criados con todo el cariño y el amor que se debe tener a un hijo. Pero lo que no da la naturaleza no lo puede crear la ciencia, va contra natura. Y de ahí no me apea nadie.

A esta mujer la ley de Oregón la había reconocido como hombre, de esta manera cambio su nombre y vivió con total felicidad sin que el vecindario sospechase nada. Pero ahora cuando la ven embarazada comienzan los conflictos. Resulta increíble pensar como va a ser criada su hija cuando le digan que su verdadera madre es el papá, porque la mamá no podía tener hijos. Si tienen un poco de sentido común lo mejor que pueden hacer es marcharse del lugar donde todo el mundo conoce su situación. Al menos evitarán que a su retoño le caiga algún sarcasmo a cuenta de sus padres. Porque de lo que no cabe la menor duda es que esta es la menos problemática de las situaciones. Al fin y al cabo mister Beatie tiene muy claro su deseo de ejercer como varón.

Más confusas resultan las situaciones de dos hombres o dos mujeres con una criatura entre ellos. De ahí que la ingeniería social de la modernidad venga demandando educar a los niños en la aceptación de cualquiera de estas situaciones paradójicas, sin considerar que la madurez emocional de un niño no está preparada para estos sobresaltos.

Como verán no entro en consideraciones de moral religiosa. Creo que en estos casos basta el más común de los sentidos para no dejarse llevar por la propaganda mediática y las historias graciosas que nos anestesian socialmente. No quiero dejar el tema sin finalizar con una realidad estadística, los mismos homosexuales están divididos en cuanto a la adopción de hijos y suelen ser más bien pocos quienes llegan al matrimonio. Pero eso sí, se agrupan por afinidad y siguen luchando por alcanzar visibilidad social.

sábado, 5 de abril de 2008

Un musulmán convertido y el diálogo de sordos

En cuestión de horas el portal de Religión en Libertad ha vuelto a funcionar. Y han dejado mi post desfasado. ¡Ay, Luis Fernando cómo trabajas!. El caso es que sólo he tenido que ojear un poco uno de esos portales referentes de la heterogeneidad o pluralidad o ni se sabe qué. Y mira por donde encuentro todo un artículo de Antonio Duato, dejando a la altura del betún al Vaticano.

Y todo por qué. Pues por la conversión del periodista musulmán Magdi Allam que fue bautizado por Benedicto XVI la noche de Pascua. Que si es una provocación a los musulmanes, que si es una demostración de fuerza que echa al suelo la unidad de las religiones, también llamada ínter religiosidad. Siento mucho decir que todo eso es una majadería. No veo el motivo de tener que esconder una conversión musulmana, para no herir susceptibilidades. El respeto a las religiones no se pierde con una conversión, ni con dos, ni con tres.

Una cosa es abrir puentes de diálogo y otra diferente esconder lo más precioso que tiene la religión que es el don de la fe, de la conversión del corazón y de toda persona. Se supone que los cristianos deberíamos abrir las ventanas y proclamar alegremente ¡Aleluya, resucitó y nosotros somos testigos!. O yo no entiendo nada o el ímpetu evangelizador se ha ido diluyendo como azúcar en el agua. Para ser sustituido por un sincretismo religioso tipo Alianza de civilizaciones.

Pues mal que les pese a quienes sueñan esa epopeya, el cristiano tiene que evangelizar y convertir porque debe llevar la salvación al mundo entero. Y eso no tiene nada que ver con el respeto al resto de las religiones. ¿No fue acaso Juan Pablo II quien reunió todas las confesiones en Asís?. ¿Qué otra autoridad religiosa ha llevado a cabo proeza similar?.

Y un portal religioso, da pábulo al islamismo radical y sale en plan acusica. ¡Estarán ciegos!. Ya hay más musulmanes que católicos en el mundo. Y junto a notables autoridades religiosas moderadas son más bien mayoría quienes hacen de la ley islámica escarnio a cualquier tipo de democracia. Digamos bien alto que el Islam ni respeta a los homosexuales, ni valora a la mujer salvo para considerarla madre de sus hijos, por destacar dos temas de cruda actualidad.

Pero volviendo a lo que más me avergüenza es que no seamos capaces de ver en el gesto del Santo Padre un acto de valentía. Porque después del discurso de Ratisbona y del tema de las caricaturas de Mahoma, todos tenemos conciencia de cómo se comporta cierto islamismo. De manera que pedir una reciprocidad es lo mínimo que se puede solicitar para que realmente se produzca un diálogo.

Lo que no tiene sentido es rasgarse las vestiduras por el bautizo de un musulmán y quedar mudos ante las agresiones que sufren los cristianos en zona islámica. ¿El señor Duato ha tenido algún recuerdo para las víctimas del odio religioso que afecta a hermanos suyos en la fe?. Me temo que eso al menos merece también unas líneas.

Una tendenciosa carta de un tal Aref Alid Nayed llega afirmar que los musulmanes son adoctrinados en escuelas católicas. ¿Será en su país?. Porque como todo el mundo sabe en España nadie es adoctrinado en ninguna religión, se elige libremente.

Ahora tendremos que lamentar que el mundo musulmán se sienta mal porque un personaje que ya estaba amenazado por el Islam, decida libremente convertirse a la fe de Jesucristo. Y es que cuando no se tienen dos o tres ideas claras terminas por no saber que tu fe busca la salvación de toda la humanidad. Y eso no se consigue con mantras budistas, ni rezos sufís. Aunque pueda muy bien establecer puentes de diálogo y de respeto mutuo entre todas las religiones monoteístas.

Otra cosa es esa última hornada de exreligiosos convertidos al panteísmo que basándose en estudios de teología nos vende una new age con algunas pinceladas de cristianismo. No está de más confesar la fe en Jesucristo y dejarnos de pamplinas que sólo hacen el juego a quienes sí están dispuestos a aprovecharse de nuestra bondadosa generosidad. De momento aquí les construimos mezquitas con dinero público. Eso es diálogo, lo suyo en cambio es otra cosa diferente.

Un musulmán convertido y el diálogo de sordos

En cuestión de horas el portal de Religión en Libertad ha vuelto a funcionar. Y han dejado mi post desfasado. ¡Ay, Luis Fernando cómo trabajas!. El caso es que sólo he tenido que ojear un poco uno de esos portales referentes de la heterogeneidad o pluralidad o ni se sabe qué. Y mira por donde encuentro todo un artículo de Antonio Duato, dejando a la altura del betún al Vaticano.

Y todo por qué. Pues por la conversión del periodista musulmán Magdi Allam que fue bautizado por Benedicto XVI la noche de Pascua. Que si es una provocación a los musulmanes, que si es una demostración de fuerza que echa al suelo la unidad de las religiones, también llamada ínter religiosidad. Siento mucho decir que todo eso es una majadería. No veo el motivo de tener que esconder una conversión musulmana, para no herir susceptibilidades. El respeto a las religiones no se pierde con una conversión, ni con dos, ni con tres.

Una cosa es abrir puentes de diálogo y otra diferente esconder lo más precioso que tiene la religión que es el don de la fe, de la conversión del corazón y de toda persona. Se supone que los cristianos deberíamos abrir las ventanas y proclamar alegremente ¡Aleluya, resucitó y nosotros somos testigos!. O yo no entiendo nada o el ímpetu evangelizador se ha ido diluyendo como azúcar en el agua. Para ser sustituido por un sincretismo religioso tipo Alianza de civilizaciones.

Pues mal que les pese a quienes sueñan esa epopeya, el cristiano tiene que evangelizar y convertir porque debe llevar la salvación al mundo entero. Y eso no tiene nada que ver con el respeto al resto de las religiones. ¿No fue acaso Juan Pablo II quien reunió todas las confesiones en Asís?. ¿Qué otra autoridad religiosa ha llevado a cabo proeza similar?.

Y un portal religioso, da pábulo al islamismo radical y sale en plan acusica. ¡Estarán ciegos!. Ya hay más musulmanes que católicos en el mundo. Y junto a notables autoridades religiosas moderadas son más bien mayoría quienes hacen de la ley islámica escarnio a cualquier tipo de democracia. Digamos bien alto que el Islam ni respeta a los homosexuales, ni valora a la mujer salvo para considerarla madre de sus hijos, por destacar dos temas de cruda actualidad.

Pero volviendo a lo que más me avergüenza es que no seamos capaces de ver en el gesto del Santo Padre un acto de valentía. Porque después del discurso de Ratisbona y del tema de las caricaturas de Mahoma, todos tenemos conciencia de cómo se comporta cierto islamismo. De manera que pedir una reciprocidad es lo mínimo que se puede solicitar para que realmente se produzca un diálogo.

Lo que no tiene sentido es rasgarse las vestiduras por el bautizo de un musulmán y quedar mudos ante las agresiones que sufren los cristianos en zona islámica. ¿El señor Duato ha tenido algún recuerdo para las víctimas del odio religioso que afecta a hermanos suyos en la fe?. Me temo que eso al menos merece también unas líneas.

Una tendenciosa carta de un tal Aref Alid Nayed llega afirmar que los musulmanes son adoctrinados en escuelas católicas. ¿Será en su país?. Porque como todo el mundo sabe en España nadie es adoctrinado en ninguna religión, se elige libremente.

Ahora tendremos que lamentar que el mundo musulmán se sienta mal porque un personaje que ya estaba amenazado por el Islam, decida libremente convertirse a la fe de Jesucristo. Y es que cuando no se tienen dos o tres ideas claras terminas por no saber que tu fe busca la salvación de toda la humanidad. Y eso no se consigue con mantras budistas, ni rezos sufís. Aunque pueda muy bien establecer puentes de diálogo y de respeto mutuo entre todas las religiones monoteístas.

Otra cosa es esa última hornada de exreligiosos convertidos al panteísmo que basándose en estudios de teología nos vende una new age con algunas pinceladas de cristianismo. No está de más confesar la fe en Jesucristo y dejarnos de pamplinas que sólo hacen el juego a quienes sí están dispuestos a aprovecharse de nuestra bondadosa generosidad. De momento aquí les construimos mezquitas con dinero público. Eso es diálogo, lo suyo en cambio es otra cosa diferente.