viernes, 24 de octubre de 2008

La Doctrina Social de la Iglesia un nuevo modelo para la crisis


A algunos se les tendría que caer la cara de vergüenza. Como penitencia les pondría a leer “La hoguera de las vanidades” de Tom Wolf. Así se verían reflejados en esos personajes sin escrúpulos capaces de decidir la suerte de millones de seres humanos. Sólo pensar en ello me produce dolor de cabeza. ¿Cómo es posible estafar, prevaricar, malversar y luego dormir a pierna suelta?. Algo falla a gran escala. Lo curioso es que ahora las crisis se ven en televisión, se trasmiten en directo, como el atentado de las Torre Gemelas.

Lo que verdaderamente preocupante es que nadie sabe medir el alcance de sus consecuencias. La inmigración masiva ha servido para paliar la mano de obra barata en operaciones a gran escala. Ahora todo queda en papel de fumar que se desvanece con un leve soplido. Y lo peor de todo es que los peces gordos piden soluciones al gobierno. Y el gobierno teme la revolución en la calle y da de comer a quienes tienen en un puño a toda la sociedad.

La caída del muro de Berlín, puso punto final al comunismo y el resultado no fue un mundo más justo, sino el aumento de la miseria y el enriquecimiento de unos pocos. Una vez ha fracasado el socialismo, a los cristianos nos queda como siempre ocuparnos de los más débiles, pero a los obispos, cardenales y párrocos, les hace falta más claridad y menos contubernio con el mundo de los poderosos. La teología de la liberación se escoraba hacia el socialismo con un fundamento claro: la redistribución justa de la riqueza. ¿Podrá ser esa la nueva mutación del capitalismo?. ¿Podrá la Iglesia hacer escuchar su voz y predicar la Doctrina Social entre los poderosos?. Porque a los que van por Cáritas lo que les hace falta es ayudas para subsistir y eso en definitiva es un parche que no soluciona los problemas de base.

El derecho a un trabajo digno y a un salario justo, no es un invento de los comunistas, ni de la teología de la liberación, es sencillamente aplicar el Evangelio tal y como lo enseñó el mismo Jesús. “¿Quién es tu prójimo?” y sale al encuentro la Palabra de Dios con la parábola del Samaritano, para hacernos comprender que no podemos desentendernos ni siquiera de los desconocidos, que ellos también son hermanos nuestros, aunque militen en bandos opuestos. Por eso los comedores de la Iglesia católica están llenos de personas de diferente raza y religión. Por ello los inmigrantes acuden desesperados en búsqueda de ayuda a las parroquias.

Lo malo es que ahora hasta el mismo Presidente francés advierte que la crisis puede llevar a una revolución social sin precedentes. Así que el problema es bastante grave y nuestro líder socialista, esquilma a los trabajadores para dar de comer a la Banca, que invierte fuera del país haciendo más grande el pastel para algunos y más amargo el trago para otros.

Estoy segura que se tiene que imponer el sentido común, pero sigo desconfiando de la buena voluntad de los políticos y financieros. Me acosa la duda de si el mundo no está en manos de unos pocos que mueven los hilos sacudiéndose las pulgas con este maravilloso invento de las nuevas tecnologías. Lo malo es que cuando se aprieta demasiado las tuercas, buscando solamente el beneficio y la rentabilidad, descuidando a quienes hacen posible que el mundo siga girando a fuerza de trabajar cada uno en su lugar. Podemos llegar a la algarada general. Y la jauría humana es peor que cualquier manada de lobos.

El cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa declaraba en el Sínodo de Roma:

La Palabra de Dios, explicó, orienta el compromiso social de la Iglesia, pues "la Encarnación del Verbo es la muestra más grande de solidaridad. Es todo un ejemplo".
"Y a través de la Palabra se puede llegar a una humanización de una sociedad que se está deshumanizando. Vivimos una crisis enorme", reconoció, el cardenal, que es también presidente de Caritas Internationalis.

"En mayo pasado se reunieron los grandes en la FAO y la conclusión fue que no hay posibilidades de aliviar el hambre del mundo. Pero para aliviar la codicia de instituciones financiera hay trillones de dólares", recordó.

"Esto nos dice que vamos por un camino equivocado. El mercado no se ha comportado mal. El mercado no existe. Son los directores del mercado que hicieron del mercado un dios con pies de barro. Una economía basada en la especulación".

Con esa claridad debieran expresarse los responsables políticos de los países que se encuentran ahora en plena crisis financiera. Por tanto se les puede exigir a nuestros dirigentes que pongan los medios adecuados para que el enriquecimiento de unos pocos no destruya el bienestar de un país, lanzando a la miseria a miles de personas

La Doctrina Social de la Iglesia un nuevo modelo para la crisis


A algunos se les tendría que caer la cara de vergüenza. Como penitencia les pondría a leer “La hoguera de las vanidades” de Tom Wolf. Así se verían reflejados en esos personajes sin escrúpulos capaces de decidir la suerte de millones de seres humanos. Sólo pensar en ello me produce dolor de cabeza. ¿Cómo es posible estafar, prevaricar, malversar y luego dormir a pierna suelta?. Algo falla a gran escala. Lo curioso es que ahora las crisis se ven en televisión, se trasmiten en directo, como el atentado de las Torre Gemelas.

Lo que verdaderamente preocupante es que nadie sabe medir el alcance de sus consecuencias. La inmigración masiva ha servido para paliar la mano de obra barata en operaciones a gran escala. Ahora todo queda en papel de fumar que se desvanece con un leve soplido. Y lo peor de todo es que los peces gordos piden soluciones al gobierno. Y el gobierno teme la revolución en la calle y da de comer a quienes tienen en un puño a toda la sociedad.

La caída del muro de Berlín, puso punto final al comunismo y el resultado no fue un mundo más justo, sino el aumento de la miseria y el enriquecimiento de unos pocos. Una vez ha fracasado el socialismo, a los cristianos nos queda como siempre ocuparnos de los más débiles, pero a los obispos, cardenales y párrocos, les hace falta más claridad y menos contubernio con el mundo de los poderosos. La teología de la liberación se escoraba hacia el socialismo con un fundamento claro: la redistribución justa de la riqueza. ¿Podrá ser esa la nueva mutación del capitalismo?. ¿Podrá la Iglesia hacer escuchar su voz y predicar la Doctrina Social entre los poderosos?. Porque a los que van por Cáritas lo que les hace falta es ayudas para subsistir y eso en definitiva es un parche que no soluciona los problemas de base.

El derecho a un trabajo digno y a un salario justo, no es un invento de los comunistas, ni de la teología de la liberación, es sencillamente aplicar el Evangelio tal y como lo enseñó el mismo Jesús. “¿Quién es tu prójimo?” y sale al encuentro la Palabra de Dios con la parábola del Samaritano, para hacernos comprender que no podemos desentendernos ni siquiera de los desconocidos, que ellos también son hermanos nuestros, aunque militen en bandos opuestos. Por eso los comedores de la Iglesia católica están llenos de personas de diferente raza y religión. Por ello los inmigrantes acuden desesperados en búsqueda de ayuda a las parroquias.

Lo malo es que ahora hasta el mismo Presidente francés advierte que la crisis puede llevar a una revolución social sin precedentes. Así que el problema es bastante grave y nuestro líder socialista, esquilma a los trabajadores para dar de comer a la Banca, que invierte fuera del país haciendo más grande el pastel para algunos y más amargo el trago para otros.

Estoy segura que se tiene que imponer el sentido común, pero sigo desconfiando de la buena voluntad de los políticos y financieros. Me acosa la duda de si el mundo no está en manos de unos pocos que mueven los hilos sacudiéndose las pulgas con este maravilloso invento de las nuevas tecnologías. Lo malo es que cuando se aprieta demasiado las tuercas, buscando solamente el beneficio y la rentabilidad, descuidando a quienes hacen posible que el mundo siga girando a fuerza de trabajar cada uno en su lugar. Podemos llegar a la algarada general. Y la jauría humana es peor que cualquier manada de lobos.

El cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa declaraba en el Sínodo de Roma:

La Palabra de Dios, explicó, orienta el compromiso social de la Iglesia, pues "la Encarnación del Verbo es la muestra más grande de solidaridad. Es todo un ejemplo".
"Y a través de la Palabra se puede llegar a una humanización de una sociedad que se está deshumanizando. Vivimos una crisis enorme", reconoció, el cardenal, que es también presidente de Caritas Internationalis.

"En mayo pasado se reunieron los grandes en la FAO y la conclusión fue que no hay posibilidades de aliviar el hambre del mundo. Pero para aliviar la codicia de instituciones financiera hay trillones de dólares", recordó.

"Esto nos dice que vamos por un camino equivocado. El mercado no se ha comportado mal. El mercado no existe. Son los directores del mercado que hicieron del mercado un dios con pies de barro. Una economía basada en la especulación".

Con esa claridad debieran expresarse los responsables políticos de los países que se encuentran ahora en plena crisis financiera. Por tanto se les puede exigir a nuestros dirigentes que pongan los medios adecuados para que el enriquecimiento de unos pocos no destruya el bienestar de un país, lanzando a la miseria a miles de personas

viernes, 17 de octubre de 2008

Riqueza, pobreza y justicia social



En medio de una crisis económica de consecuencia imprevisibles, en las que o bien resurge como el Ave Fénix el sistema capitalista o se muta en algo mucho más equitativo donde no siempre ganen los mismos. Y digo se muta porque en cierto modo la economía liberal viene haciendo aguas debido a la codicia de los usureros de turno. Y también a la indolencia de la propia sociedad neoliberal, donde lo que cuenta es conseguir un nivel de vida digno para la mayoría y dejar en paz a esa extraña élite de financieros, economistas, empresarios que son capaces de desayunar en Madrid y cenar en New York.

Para quien ha conocido la ida y venida de estos tiburones de las finanzas, no le sorprende la frialdad con la que analizan los acontecimientos. Los problemas se resuelven por eliminación pero sin ninguna implicación emocional; el otro, es ajeno completamente a su vida. Pueden cerrar y abrir empresas en función de la movilidad que hoy por hoy tiene el mercado. De modo que si XXX se cierra en España, reaparece en China bajo otro nombre pero con las mismas personas al mando de la nave. Y cuando digo China lo digo porque es un mercado emergente, cuya productividad está en competencia directa con las empresas occidentales.

Lo curioso es que estas mismas empresas están saliendo hacia China y otros mercados emergentes, para abrir allí sus empresas, fuera del alcance de los sindicatos y la economía del bienestar. De modo que no es extraño que los balones con los que juegan los niños en cualquier patio de escuela, estén realizados por manos de su misma edad que consumen jornadas maratonianas para llevarse un mísero salario. Y como pescadilla que se muerde la cola, seguir siendo mano de obra barata que no crea conflictos de salario, ni de convenios colectivos.

Es curioso que el mundo avance en una dirección y por otro lado se repitan los mismos errores del siglo XIX. La industrialización se exporta a economías agrarias y de subsistencia, para ganar cuotas de mercado. Y con unas cuantas migajas cambian la miseria del campo por la de las ciudades con la ilusión de labrarse un porvenir. Claro que esto que digo son apenas pinceladas sobre un lienzo muy emborronado. Pero no me negarán que de lo que se trata es de obtener beneficio y productividad saltándose a la torera los derechos de los trabajadores.

La situación se puede mirar con tranquilidad desde un país de occidente mientras no nos quiten el empleo y las coberturas sociales conseguidas gracias al esfuerzo y la lucha de otros, gracias también a la buena voluntad. Esa que hace capaces a los seres humanos para sentarse y debatir sobre derechos y deberes con ecuanimidad. Por eso es necesario recordar cifras que nos hagan sentirnos incómodos con nuestra sociedad consumista, donde el derroche hasta en los bienes comunes como es el agua, es la moneda corriente. Basta recordar los siguientes datos de Pobreza cero.

50 millones de infectados con el HIV y la gran mayoría sin ningún tratamiento ni atención.- 800 millones de personas no tienen acceso a la comida suficiente para alimentarse.- 1100 millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar diario.- 1200 millones de personas no tienen acceso al agua potable.- 10 millones de niños y niñas mueren antes de cumplir los cinco años por causas evitables.- el 70% de las personas pobres del Planeta son mujeres.- el 10% de la población mundial disfruta del 70% de las riquezas del Planeta.- el 75% de las personas pobres son campesinos y campesinas.

En una sociedad donde el dinero fluye de un lado al otro del mundo a la velocidad de las nuevas tecnologías, es posible crear campañas solidarias mundiales, cuyas repercusiones afecten las decisiones que se toman en los centros neurálgicos del poder. Allí donde se decide hundir una economía o salvar un país de la bancarrota. No nos quedemos indiferentes, a problemas globales, soluciones globales. Podemos erradicar la pobreza la sensibilidad cristiana nos recuerda aquello que dijo Jesús: “todo aquello que hagáis a los demás a mí me lo hacéis”

Riqueza, pobreza y justicia social



En medio de una crisis económica de consecuencia imprevisibles, en las que o bien resurge como el Ave Fénix el sistema capitalista o se muta en algo mucho más equitativo donde no siempre ganen los mismos. Y digo se muta porque en cierto modo la economía liberal viene haciendo aguas debido a la codicia de los usureros de turno. Y también a la indolencia de la propia sociedad neoliberal, donde lo que cuenta es conseguir un nivel de vida digno para la mayoría y dejar en paz a esa extraña élite de financieros, economistas, empresarios que son capaces de desayunar en Madrid y cenar en New York.

Para quien ha conocido la ida y venida de estos tiburones de las finanzas, no le sorprende la frialdad con la que analizan los acontecimientos. Los problemas se resuelven por eliminación pero sin ninguna implicación emocional; el otro, es ajeno completamente a su vida. Pueden cerrar y abrir empresas en función de la movilidad que hoy por hoy tiene el mercado. De modo que si XXX se cierra en España, reaparece en China bajo otro nombre pero con las mismas personas al mando de la nave. Y cuando digo China lo digo porque es un mercado emergente, cuya productividad está en competencia directa con las empresas occidentales.

Lo curioso es que estas mismas empresas están saliendo hacia China y otros mercados emergentes, para abrir allí sus empresas, fuera del alcance de los sindicatos y la economía del bienestar. De modo que no es extraño que los balones con los que juegan los niños en cualquier patio de escuela, estén realizados por manos de su misma edad que consumen jornadas maratonianas para llevarse un mísero salario. Y como pescadilla que se muerde la cola, seguir siendo mano de obra barata que no crea conflictos de salario, ni de convenios colectivos.

Es curioso que el mundo avance en una dirección y por otro lado se repitan los mismos errores del siglo XIX. La industrialización se exporta a economías agrarias y de subsistencia, para ganar cuotas de mercado. Y con unas cuantas migajas cambian la miseria del campo por la de las ciudades con la ilusión de labrarse un porvenir. Claro que esto que digo son apenas pinceladas sobre un lienzo muy emborronado. Pero no me negarán que de lo que se trata es de obtener beneficio y productividad saltándose a la torera los derechos de los trabajadores.

La situación se puede mirar con tranquilidad desde un país de occidente mientras no nos quiten el empleo y las coberturas sociales conseguidas gracias al esfuerzo y la lucha de otros, gracias también a la buena voluntad. Esa que hace capaces a los seres humanos para sentarse y debatir sobre derechos y deberes con ecuanimidad. Por eso es necesario recordar cifras que nos hagan sentirnos incómodos con nuestra sociedad consumista, donde el derroche hasta en los bienes comunes como es el agua, es la moneda corriente. Basta recordar los siguientes datos de Pobreza cero.

50 millones de infectados con el HIV y la gran mayoría sin ningún tratamiento ni atención.- 800 millones de personas no tienen acceso a la comida suficiente para alimentarse.- 1100 millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar diario.- 1200 millones de personas no tienen acceso al agua potable.- 10 millones de niños y niñas mueren antes de cumplir los cinco años por causas evitables.- el 70% de las personas pobres del Planeta son mujeres.- el 10% de la población mundial disfruta del 70% de las riquezas del Planeta.- el 75% de las personas pobres son campesinos y campesinas.

En una sociedad donde el dinero fluye de un lado al otro del mundo a la velocidad de las nuevas tecnologías, es posible crear campañas solidarias mundiales, cuyas repercusiones afecten las decisiones que se toman en los centros neurálgicos del poder. Allí donde se decide hundir una economía o salvar un país de la bancarrota. No nos quedemos indiferentes, a problemas globales, soluciones globales. Podemos erradicar la pobreza la sensibilidad cristiana nos recuerda aquello que dijo Jesús: “todo aquello que hagáis a los demás a mí me lo hacéis”

viernes, 10 de octubre de 2008

Zapatero contra la pena de muerte y a favor del aborto


La efeméride del día es “la jornada mundial contra la pena de muerte” y además se le añade “el día mundial de la salud mental”. Ambas tienen enorme repercusión en nuestra sociedad. La primera hace hincapié en el derecho a la vida defendido por la Declaración Universal de los derechos Humanos, y ha convertido en la ONU a nuestro flamante presidente en paladín de esta causa, al mismo tiempo que su gobierno prepara una modificación de la Ley del aborto.
Es curioso como las sociedades pueden justificar por mayoría verdaderas aberraciones. Hoy no entendemos la esclavitud, sin embargo formó parte de la sociedad “cristiana” durante siglos. Algo tan elemental como la dignidad de la persona era anulada en beneficio de un dueño absoluto de su vida. Tuvieron que pasar muchos años para que los defensores de la abolición de la esclavitud alcanzaran el poder y con él suprimieran la indignidad a la que habían sometido a sus hermanos.

Pues ahora mismo, el aborto quiere ser convertido en un “derecho” en un giro eufemístico que tiene notables consecuencias. La sociedad considera normal deshacerse de un ser vivo, en un genocidio sin parangón que es propio del hedonismo de la actual sociedad del bienestar. Llegar a suprimir al ser humano sin ningún cargo de conciencia, por causas de conveniencia personal, entra en conflicto con ese mapa universal de comportamiento que son “los derechos humanos”.
Quien vea en los pro-vida un grupo integrista religioso se deja llevar por el fruto de la enfermedad social que como en el pasado hoy afecta a la mayoría. Esa enfermedad que convierte lo insólito en legal. De la misma manera que se aceptaba en el pasado la venta de seres humanos que perdían su identidad y su libertad en manos de sus amos. Los abolicionistas fueron puestos en la picota en más de una ocasión y también padecieron la incomprensión de su sociedad.

A nadie se le ocurre decir que la condena al asesinato o a la tortura es debida a conceptos religiosos y por tanto deben suprimirse del código civil. Hay derechos como el de la propiedad que tampoco se cuestionan, aunque en las puertas de los comercios los “sin papeles” pidan la voluntad. Ellos que pidan, no tienen derecho a entrar y coger lo que necesitan para subsistir. Pese a que el cristianismo fue el primero en defender una socialización de los bienes donde todo es de todos y para la comunidad. Eso se queda en los anales de la historia de los primeros cristianos, quienes vendían sus bienes y los ponían a disposición de sus hermanos más necesitados.

Estas paradojas nos llevan al diagnóstico de que históricamente la sociedad ha admitido aberraciones con enorme tranquilidad de conciencia. Hoy los jóvenes toman el aborto como un método anticonceptivo y la sexualidad como un derecho al goce y al placer, sin consecuencias para nadie. De ahí que se estén dando citas para relaciones sexuales de fin de semana y si te he visto no me acuerdo. De esta manera se fomenta la promiscuidad que no es otra cosa que utilizar a otro para satisfacer mis instintos.

Pero cuestionar estos hechos es caer en el integrismo y en una moralidad represora. Nada más alejado de la realidad del cristianismo. Nuestra ley es el amor y el amor es una donación libre hacia los demás. Por eso la Iglesia sigue acogiendo a los más necesitados de la sociedad sin distinción de raza, condición social, o religión. Viendo las cosas con perspectiva le debemos al cristianismo la sociedad del bienestar, porque ésta se basa en los valores de cubrir las necesidades básicas que se han convertido en derechos tras largos años de lucha por parte de millones de cristianos. Así pues defendamos la abolición de la pena de muerte, pero al mismo tiempo seamos consecuentes firmando contra el asesinato de seres indefensos en el vientre de sus madres.

Es necesario por tanto políticos que promuevan medidas de atención que favorezcan la maternidad, incluso en los casos más dramáticos. Sabiendo que toda la sociedad acepta la vida y la defiende incluso en situaciones de enfermedad o minusvalía. Es grotesco que se establezcan leyes para atender la dignidad de los disminuidos y al mismo tiempo se favorezca su exterminio.
Cuando una sociedad decide eliminar a quienes les molestan, todos estamos en peligro. Y ahora tenemos un gobierno que quiere legalizar la eutanasia y seguir manipulando la vida. Por ahí comenzó Hitler y desembocó en una guerra mundial. Ustedes verán si no es como para preocuparse

Zapatero contra la pena de muerte y a favor del aborto


La efeméride del día es “la jornada mundial contra la pena de muerte” y además se le añade “el día mundial de la salud mental”. Ambas tienen enorme repercusión en nuestra sociedad. La primera hace hincapié en el derecho a la vida defendido por la Declaración Universal de los derechos Humanos, y ha convertido en la ONU a nuestro flamante presidente en paladín de esta causa, al mismo tiempo que su gobierno prepara una modificación de la Ley del aborto.
Es curioso como las sociedades pueden justificar por mayoría verdaderas aberraciones. Hoy no entendemos la esclavitud, sin embargo formó parte de la sociedad “cristiana” durante siglos. Algo tan elemental como la dignidad de la persona era anulada en beneficio de un dueño absoluto de su vida. Tuvieron que pasar muchos años para que los defensores de la abolición de la esclavitud alcanzaran el poder y con él suprimieran la indignidad a la que habían sometido a sus hermanos.

Pues ahora mismo, el aborto quiere ser convertido en un “derecho” en un giro eufemístico que tiene notables consecuencias. La sociedad considera normal deshacerse de un ser vivo, en un genocidio sin parangón que es propio del hedonismo de la actual sociedad del bienestar. Llegar a suprimir al ser humano sin ningún cargo de conciencia, por causas de conveniencia personal, entra en conflicto con ese mapa universal de comportamiento que son “los derechos humanos”.
Quien vea en los pro-vida un grupo integrista religioso se deja llevar por el fruto de la enfermedad social que como en el pasado hoy afecta a la mayoría. Esa enfermedad que convierte lo insólito en legal. De la misma manera que se aceptaba en el pasado la venta de seres humanos que perdían su identidad y su libertad en manos de sus amos. Los abolicionistas fueron puestos en la picota en más de una ocasión y también padecieron la incomprensión de su sociedad.

A nadie se le ocurre decir que la condena al asesinato o a la tortura es debida a conceptos religiosos y por tanto deben suprimirse del código civil. Hay derechos como el de la propiedad que tampoco se cuestionan, aunque en las puertas de los comercios los “sin papeles” pidan la voluntad. Ellos que pidan, no tienen derecho a entrar y coger lo que necesitan para subsistir. Pese a que el cristianismo fue el primero en defender una socialización de los bienes donde todo es de todos y para la comunidad. Eso se queda en los anales de la historia de los primeros cristianos, quienes vendían sus bienes y los ponían a disposición de sus hermanos más necesitados.

Estas paradojas nos llevan al diagnóstico de que históricamente la sociedad ha admitido aberraciones con enorme tranquilidad de conciencia. Hoy los jóvenes toman el aborto como un método anticonceptivo y la sexualidad como un derecho al goce y al placer, sin consecuencias para nadie. De ahí que se estén dando citas para relaciones sexuales de fin de semana y si te he visto no me acuerdo. De esta manera se fomenta la promiscuidad que no es otra cosa que utilizar a otro para satisfacer mis instintos.

Pero cuestionar estos hechos es caer en el integrismo y en una moralidad represora. Nada más alejado de la realidad del cristianismo. Nuestra ley es el amor y el amor es una donación libre hacia los demás. Por eso la Iglesia sigue acogiendo a los más necesitados de la sociedad sin distinción de raza, condición social, o religión. Viendo las cosas con perspectiva le debemos al cristianismo la sociedad del bienestar, porque ésta se basa en los valores de cubrir las necesidades básicas que se han convertido en derechos tras largos años de lucha por parte de millones de cristianos. Así pues defendamos la abolición de la pena de muerte, pero al mismo tiempo seamos consecuentes firmando contra el asesinato de seres indefensos en el vientre de sus madres.

Es necesario por tanto políticos que promuevan medidas de atención que favorezcan la maternidad, incluso en los casos más dramáticos. Sabiendo que toda la sociedad acepta la vida y la defiende incluso en situaciones de enfermedad o minusvalía. Es grotesco que se establezcan leyes para atender la dignidad de los disminuidos y al mismo tiempo se favorezca su exterminio.
Cuando una sociedad decide eliminar a quienes les molestan, todos estamos en peligro. Y ahora tenemos un gobierno que quiere legalizar la eutanasia y seguir manipulando la vida. Por ahí comenzó Hitler y desembocó en una guerra mundial. Ustedes verán si no es como para preocuparse

sábado, 4 de octubre de 2008

La mujer y los laicos en el Sínodo de la Palabra



Hay que reconocer a la lengua una capacidad sorprendente de empatía con el lector. Cuando ésta se da, todo fluye de manera armoniosa. En cambio nos resulta insoportable el farragoso texto de cualquier teólogo lleno de citas eruditas. La frescura de la comunicación de la fe mediante la sencillez es el camino de los “grandes”, desde una Santa Teresita del Niño Jesús hasta la Santa de Ávila o la más reciente Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Las he elegido porque todas ellas celebran su onomástica en este mes del rosario. Y porque todas ellas contribuyeron a la literatura religiosa de la época y tuvieron especial repercusión en miles de personas al leer sus obras y conocer su vida.

Ahora el movimiento “Somos Iglesia” reivindica en el próximo Sínodo sobre la Palabra la presencia de la mujer en la Iglesia. Realizando una mirada al pasado nos encontramos con “el genio femenino” en toda época y condición. Tal vez hubo un interés inusitado por la vida religiosa y sólo se destacó esta vocación en detrimento de los laicos. Pero bien entrado el siglo XX, con el Concilio Vaticano II, se ha visto con claridad que el papel del laico en la Iglesia es insustituible y adquiere un protagonismo esencial. No está de más recordar en el Sínodo de la Palabra que comienza este 5 de octubre que la santidad no es una cuestión específica de la vida religiosa, sino de cualquier cristiano.

Eso que ahora tenemos tan claro, no lo estuvo en el pasado. Y es curioso como nos lo destaca el Pliego de Vida Nueva de la mano del sacerdote y escritor José Pedro Manglano. El cristiano en el mundo tiene el papel de los grandes creyentes de la Biblia, que no fueron especialmente otra cosa más que creyentes, independientemente de su condición social. La experta biblista Dolores Aleixandre lo explica con claridad:

Hay que reconocer que todavía “no hemos arreglado los papeles” para separarnos del pensamiento filosófico con el que se desposó el casto matrimonio de la joven teología cristiana. Uno de los frutos de esa unión fue un lenguaje plagado de categorías abstractas, clasificaciones, géneros, especies, sustancias y accidentes que nunca supo qué hacer con las narraciones y nombres concretos que pueblan todos los rincones de la Biblia: Abraham, Raquel, Davida, Gedeón, Andrés, Pedcro, Marta, Zaqueo, María...Todos diferentes y, sin embargo, visitados por un Dios que tiene como costumbre no suprimir nada de la diversidad que nos constituye como sujetos singulares, sino que promueve diferencias e instaura relaciones en las que llegamos a ser significativos unos para otros.

Cuando contemplamos como ha evolucionado la historia de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, tenemos conciencia de que el laico ha ocupado un puesto importante e insustituible. Muchos se oponen a un sacerdocio exclusivo para los célibes y varones, en razón de esa larga trayectoria de tantos y tantos creyentes, hombres y mujeres, que en la Biblia no fueron representantes de una casta especial, de un sacerdocio burócrata, sino más bien ciudadanos de a pie invadidos por el Espíritu y la gracia.

Entiéndase que esto por muy heterodoxo que suene, es sin embargo una dinámica que subyace a partir del Concilio Vaticano II. El papel del cristiano de a pie es tan importante como el papel del sacerdote revestido de la autoridad que le concede en magisterio. La santidad es la meta más importante de cualquier creyente, y en ella cabe todo ciudadano por la gracia de Dios. Así que escuchar la voz de la mujer, relegada a tareas secundarias y aceptada ahora como compañera de viaje en este camino de encuentro con el Señor, es una de las asignaturas pendientes de la Iglesia.

No se nos escapa que la propia fuerza de la mujer y su empuje hacen posible ahora el acceso a la formación de los futuros sacerdotes, como teólogas y doctoras expertas en Sagrada Escritura. Ellas darán ese toque de feminidad necesario en la Iglesia, con su empeño personal y la fuerza de los hechos.

A ver si el Sínodo nos sorprende aceptando con naturalidad la perspectiva de género que nada tiene que ver con “la ideología de género” bestia negra de la Iglesia que cuando huele su perfume salta a la defensiva como un león herido de muerte.

La mujer y los laicos en el Sínodo de la Palabra



Hay que reconocer a la lengua una capacidad sorprendente de empatía con el lector. Cuando ésta se da, todo fluye de manera armoniosa. En cambio nos resulta insoportable el farragoso texto de cualquier teólogo lleno de citas eruditas. La frescura de la comunicación de la fe mediante la sencillez es el camino de los “grandes”, desde una Santa Teresita del Niño Jesús hasta la Santa de Ávila o la más reciente Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Las he elegido porque todas ellas celebran su onomástica en este mes del rosario. Y porque todas ellas contribuyeron a la literatura religiosa de la época y tuvieron especial repercusión en miles de personas al leer sus obras y conocer su vida.

Ahora el movimiento “Somos Iglesia” reivindica en el próximo Sínodo sobre la Palabra la presencia de la mujer en la Iglesia. Realizando una mirada al pasado nos encontramos con “el genio femenino” en toda época y condición. Tal vez hubo un interés inusitado por la vida religiosa y sólo se destacó esta vocación en detrimento de los laicos. Pero bien entrado el siglo XX, con el Concilio Vaticano II, se ha visto con claridad que el papel del laico en la Iglesia es insustituible y adquiere un protagonismo esencial. No está de más recordar en el Sínodo de la Palabra que comienza este 5 de octubre que la santidad no es una cuestión específica de la vida religiosa, sino de cualquier cristiano.

Eso que ahora tenemos tan claro, no lo estuvo en el pasado. Y es curioso como nos lo destaca el Pliego de Vida Nueva de la mano del sacerdote y escritor José Pedro Manglano. El cristiano en el mundo tiene el papel de los grandes creyentes de la Biblia, que no fueron especialmente otra cosa más que creyentes, independientemente de su condición social. La experta biblista Dolores Aleixandre lo explica con claridad:

Hay que reconocer que todavía “no hemos arreglado los papeles” para separarnos del pensamiento filosófico con el que se desposó el casto matrimonio de la joven teología cristiana. Uno de los frutos de esa unión fue un lenguaje plagado de categorías abstractas, clasificaciones, géneros, especies, sustancias y accidentes que nunca supo qué hacer con las narraciones y nombres concretos que pueblan todos los rincones de la Biblia: Abraham, Raquel, Davida, Gedeón, Andrés, Pedcro, Marta, Zaqueo, María...Todos diferentes y, sin embargo, visitados por un Dios que tiene como costumbre no suprimir nada de la diversidad que nos constituye como sujetos singulares, sino que promueve diferencias e instaura relaciones en las que llegamos a ser significativos unos para otros.

Cuando contemplamos como ha evolucionado la historia de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, tenemos conciencia de que el laico ha ocupado un puesto importante e insustituible. Muchos se oponen a un sacerdocio exclusivo para los célibes y varones, en razón de esa larga trayectoria de tantos y tantos creyentes, hombres y mujeres, que en la Biblia no fueron representantes de una casta especial, de un sacerdocio burócrata, sino más bien ciudadanos de a pie invadidos por el Espíritu y la gracia.

Entiéndase que esto por muy heterodoxo que suene, es sin embargo una dinámica que subyace a partir del Concilio Vaticano II. El papel del cristiano de a pie es tan importante como el papel del sacerdote revestido de la autoridad que le concede en magisterio. La santidad es la meta más importante de cualquier creyente, y en ella cabe todo ciudadano por la gracia de Dios. Así que escuchar la voz de la mujer, relegada a tareas secundarias y aceptada ahora como compañera de viaje en este camino de encuentro con el Señor, es una de las asignaturas pendientes de la Iglesia.

No se nos escapa que la propia fuerza de la mujer y su empuje hacen posible ahora el acceso a la formación de los futuros sacerdotes, como teólogas y doctoras expertas en Sagrada Escritura. Ellas darán ese toque de feminidad necesario en la Iglesia, con su empeño personal y la fuerza de los hechos.

A ver si el Sínodo nos sorprende aceptando con naturalidad la perspectiva de género que nada tiene que ver con “la ideología de género” bestia negra de la Iglesia que cuando huele su perfume salta a la defensiva como un león herido de muerte.