jueves, 20 de marzo de 2008

Quien tiene un por qué para vivir, siempre encontrará el cómo

De todas las noticias que ha publicado recientemente religión digital, me he quedado con la que asegura que los católicos son más felices que los ateos. Victor Emili Frankl, médico psicoanalista creador del método logoterapia, tiene una frase de libro: “quien tiene un por qué para vivir siempre encontrará el cómo”. Pues bien, hoy los católicos celebramos “el día del amor fraterno”, fecha en la que se instituyó la Eucaristía en la noche del Jueves Santo, y esto tiene mucha relación con la felicidad.

Es una noticia que había leído en otro medio, y que viene asegurando que si la fe no “mueve montañas”, si hace posible superar dificultades de manera mucho más equilibrada. Hay un sentido profundo en la vida que hace crecer raíces en nuestras plantas de los pies. No evita las dificultades, pero deja la puerta abierta para presentarlas al Señor. Compartir es una necesidad vital en los humanos, y saber que eres amado, fuente de serenidad y de paz. Ya sé que todo esto no es objeto de la fe, pero viene ensamblada con ella.

Y en esta fecha es oportuno hablar de la Eucaristía, el cuerpo y la sangre de Cristo, en el que todo cristiano se ofrece a los demás, como enseñó el Maestro: “Haced esto en memoria mía”. Es también el día del lavatorio de los pies: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?....”Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Juan 13,1-15. El sentido de la vida está en compartir con los demás lo que somos y lo que tenemos.

No es extraño que se considere a la familia la célula principal de la sociedad porque en ella se aprende a darse a los demás y se recibe sin medida. No es extraño que frente a la adversidad se pueda superar las dificultades cuando hay un apoyo social y afectivo. No es extraño por tanto que el creyente aún en las situaciones más dolorosas sepa encontrar un cómo. Ahí está el origen del artículo al que aludía al principio. Hay mayor felicidad porque hay amor, porque hay vínculos que no son interesados, porque hay apoyo.

La psicología se encarga de estudiar los sentimientos y emociones del ser humano. Y su origen se pierde en la historia de la humanidad. En esta presunta ciencia también se tiene en cuenta la estadística y les sirve para medir el grado de satisfacción personal, según unas determinadas creencias. Todos sabemos que quien tiene una meta, una vocación, un afán, permanece activo. Mientras que quien no posee unas sólidas convicciones se desploma con mayor facilidad.

Estos días de Semana Santa se han presentado toda serie de aseveraciones en formato digital: Que si Jesús no murió en la cruz; que si fue crucificado de modo diferente a como nos tiene acostumbrada la tradición. No voy a entrar en detalles sobre cada uno de los órdagos que nos lanza este medio. Sucede como en Navidad, los amantes de la antropología nos llevan en un viaje a través del tiempo hasta los mitos y creencias. Y quieren equiparar tradiciones, como si fuera lo mismo ocho que ochenta.

Es interesante descubrir que nuestros ancestros vivían también una religiosidad, aunque estuviera muy lejos de ser parecida a la nuestra, basada en un Dios encarnado y crucificado que redime a la humanidad, que la salva. Hoy viene bien recordar el sacramento de la Eucaristía y el del sacerdocio, tan relacionados el uno con el otro. Y dejar a un lado la “salsa tomatera” del sofrito de noticias.

De todas ellas rescato la que tiene que ver con la felicidad, porque a los creyentes se nos suele mostrar cariacontecidos y la verdad es que cuando encuentras a alguien con fe, lo primero que trasmite es alegría, una alegría contagiosa que está muy próxima a la felicidad. Aunque pájaros agoreros quieran vendernos lo contrario
Quiero dejar aquí un saludo especial a Marta Salazar, blogger de Alemania Economía Sociedad y Derecho, que ha tenido la amabilidad de otorgarme un premio. Un abrazo cibernáutico

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