Si la Ley de la Memoria Histórica, sirve para reconciliar a ganadores y perdedores, habremos hecho esa segunda Transición tan anhelada. Frente a la crispación de ciertos medios que buscan legitimar sus muertos, están aquellos que los honran y también quienes les rinden homenaje. Llevamos treinta años de democracia haciendo apología de la República y de cómo se cargó la Democracia un golpe de Estado militar.
Hasta ahí todo está bien escrito, pero sin matices. Es hora de que se sepa que nuestros ancestros de ambos bandos no respetaban por igual la propia democracia. Y ese fue el origen del caos en la II República. Aquello empezó mucho antes del alzamiento y los desmanes siguieron durante la confrontación. Si todos estamos de acuerdo en reconocer estos hechos, tal vez dejemos de mitificar algunas afirmaciones que no dejan de ser muy simples.
Yo por mi parte tuve mi época antifranquista, por el simple hecho de que no era una democracia. Y me parecia que ésta era la mejor forma de gobierno. Pero si repaso mi memoria histórica, pese a la falta de libertad de la época, yo fue una niña y una jóven completamente feliz con el Gobierno del Generalísimo. Me dio tiempo a asistir a algunas manifestaciones y poco más. Preocupaban mucho más las noticias que llegaban de las dictaduras Hispanoamericana: Chile, Argentina, Uruguay, y las revueltas sucesivas que pasaron desde el cono sur a Centro América, ya en la década de los años 80 del siglo pasado. Todos aquellos relatos ponían la carne de gallina y condicionaban nuestra visión del pasado.
Allí estaba la teología de la liberación. Aquí los curas obreros y los sindicalistas. La historia es maestra de los hechos. Se necesita mucho tiempo para clarificar algunos acontecimientos. Entre ellos estaba el peligro comunista que condicionó la política exterior e interior de muchos países en el siglo XX. Aunque ello no justifique por sí mismo los desmanes cometidos por los golpistas militares.
Yo ahora me alegro de saber que el Valle de los Caídos será de ambos bandos. Reconciliando así todas las memorias. Que buena falta nos hace. Basta con tener un poco de generosidad y saber perdonar a quienes no fueron capaces de convivir juntos. A los creyentes nos toca rezar para que sea efectiva la catarsis del pasado. A ello convocan varias diócesis con motivo de la próxima beatificación de los mártires españoles. Pues me parece muy sensato que oren por las víctimas de ambos bandos. Y que la semilla de los mártires sirva para unir, no para dividir. A los políticos les debemos exigir que mantengan la templanza. Frente a tanto desaforado, conviene hacer las cosas con largueza de miras. Ojalá acierten en ese empeño.
Hasta ahí todo está bien escrito, pero sin matices. Es hora de que se sepa que nuestros ancestros de ambos bandos no respetaban por igual la propia democracia. Y ese fue el origen del caos en la II República. Aquello empezó mucho antes del alzamiento y los desmanes siguieron durante la confrontación. Si todos estamos de acuerdo en reconocer estos hechos, tal vez dejemos de mitificar algunas afirmaciones que no dejan de ser muy simples.
Yo por mi parte tuve mi época antifranquista, por el simple hecho de que no era una democracia. Y me parecia que ésta era la mejor forma de gobierno. Pero si repaso mi memoria histórica, pese a la falta de libertad de la época, yo fue una niña y una jóven completamente feliz con el Gobierno del Generalísimo. Me dio tiempo a asistir a algunas manifestaciones y poco más. Preocupaban mucho más las noticias que llegaban de las dictaduras Hispanoamericana: Chile, Argentina, Uruguay, y las revueltas sucesivas que pasaron desde el cono sur a Centro América, ya en la década de los años 80 del siglo pasado. Todos aquellos relatos ponían la carne de gallina y condicionaban nuestra visión del pasado.
Allí estaba la teología de la liberación. Aquí los curas obreros y los sindicalistas. La historia es maestra de los hechos. Se necesita mucho tiempo para clarificar algunos acontecimientos. Entre ellos estaba el peligro comunista que condicionó la política exterior e interior de muchos países en el siglo XX. Aunque ello no justifique por sí mismo los desmanes cometidos por los golpistas militares.
Yo ahora me alegro de saber que el Valle de los Caídos será de ambos bandos. Reconciliando así todas las memorias. Que buena falta nos hace. Basta con tener un poco de generosidad y saber perdonar a quienes no fueron capaces de convivir juntos. A los creyentes nos toca rezar para que sea efectiva la catarsis del pasado. A ello convocan varias diócesis con motivo de la próxima beatificación de los mártires españoles. Pues me parece muy sensato que oren por las víctimas de ambos bandos. Y que la semilla de los mártires sirva para unir, no para dividir. A los políticos les debemos exigir que mantengan la templanza. Frente a tanto desaforado, conviene hacer las cosas con largueza de miras. Ojalá acierten en ese empeño.