viernes, 10 de octubre de 2008

Zapatero contra la pena de muerte y a favor del aborto


La efeméride del día es “la jornada mundial contra la pena de muerte” y además se le añade “el día mundial de la salud mental”. Ambas tienen enorme repercusión en nuestra sociedad. La primera hace hincapié en el derecho a la vida defendido por la Declaración Universal de los derechos Humanos, y ha convertido en la ONU a nuestro flamante presidente en paladín de esta causa, al mismo tiempo que su gobierno prepara una modificación de la Ley del aborto.
Es curioso como las sociedades pueden justificar por mayoría verdaderas aberraciones. Hoy no entendemos la esclavitud, sin embargo formó parte de la sociedad “cristiana” durante siglos. Algo tan elemental como la dignidad de la persona era anulada en beneficio de un dueño absoluto de su vida. Tuvieron que pasar muchos años para que los defensores de la abolición de la esclavitud alcanzaran el poder y con él suprimieran la indignidad a la que habían sometido a sus hermanos.

Pues ahora mismo, el aborto quiere ser convertido en un “derecho” en un giro eufemístico que tiene notables consecuencias. La sociedad considera normal deshacerse de un ser vivo, en un genocidio sin parangón que es propio del hedonismo de la actual sociedad del bienestar. Llegar a suprimir al ser humano sin ningún cargo de conciencia, por causas de conveniencia personal, entra en conflicto con ese mapa universal de comportamiento que son “los derechos humanos”.
Quien vea en los pro-vida un grupo integrista religioso se deja llevar por el fruto de la enfermedad social que como en el pasado hoy afecta a la mayoría. Esa enfermedad que convierte lo insólito en legal. De la misma manera que se aceptaba en el pasado la venta de seres humanos que perdían su identidad y su libertad en manos de sus amos. Los abolicionistas fueron puestos en la picota en más de una ocasión y también padecieron la incomprensión de su sociedad.

A nadie se le ocurre decir que la condena al asesinato o a la tortura es debida a conceptos religiosos y por tanto deben suprimirse del código civil. Hay derechos como el de la propiedad que tampoco se cuestionan, aunque en las puertas de los comercios los “sin papeles” pidan la voluntad. Ellos que pidan, no tienen derecho a entrar y coger lo que necesitan para subsistir. Pese a que el cristianismo fue el primero en defender una socialización de los bienes donde todo es de todos y para la comunidad. Eso se queda en los anales de la historia de los primeros cristianos, quienes vendían sus bienes y los ponían a disposición de sus hermanos más necesitados.

Estas paradojas nos llevan al diagnóstico de que históricamente la sociedad ha admitido aberraciones con enorme tranquilidad de conciencia. Hoy los jóvenes toman el aborto como un método anticonceptivo y la sexualidad como un derecho al goce y al placer, sin consecuencias para nadie. De ahí que se estén dando citas para relaciones sexuales de fin de semana y si te he visto no me acuerdo. De esta manera se fomenta la promiscuidad que no es otra cosa que utilizar a otro para satisfacer mis instintos.

Pero cuestionar estos hechos es caer en el integrismo y en una moralidad represora. Nada más alejado de la realidad del cristianismo. Nuestra ley es el amor y el amor es una donación libre hacia los demás. Por eso la Iglesia sigue acogiendo a los más necesitados de la sociedad sin distinción de raza, condición social, o religión. Viendo las cosas con perspectiva le debemos al cristianismo la sociedad del bienestar, porque ésta se basa en los valores de cubrir las necesidades básicas que se han convertido en derechos tras largos años de lucha por parte de millones de cristianos. Así pues defendamos la abolición de la pena de muerte, pero al mismo tiempo seamos consecuentes firmando contra el asesinato de seres indefensos en el vientre de sus madres.

Es necesario por tanto políticos que promuevan medidas de atención que favorezcan la maternidad, incluso en los casos más dramáticos. Sabiendo que toda la sociedad acepta la vida y la defiende incluso en situaciones de enfermedad o minusvalía. Es grotesco que se establezcan leyes para atender la dignidad de los disminuidos y al mismo tiempo se favorezca su exterminio.
Cuando una sociedad decide eliminar a quienes les molestan, todos estamos en peligro. Y ahora tenemos un gobierno que quiere legalizar la eutanasia y seguir manipulando la vida. Por ahí comenzó Hitler y desembocó en una guerra mundial. Ustedes verán si no es como para preocuparse

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