viernes, 7 de noviembre de 2008

Obama: El sueño de Luther King

La verdad es que hablar de las elecciones en EEUU y de su ganador Obama, es casi de carácter obligado en el día de hoy. Yo sólo sé que el país cuya hegemonía mundial ha estado a la cabecera durante el siglo XX, puede haber iniciado con la globalización una caída en la esfera de influencia internacional. Es sólo un presentimiento. El mundo ya no es hegemónico, en ningún sentido. Salvo en el económico.

Si hay alguien que consigue siempre salir de sus propias cenizas es la banca. Bien sea por absorción de otras entidades o por el claro intervencionismo estatal que salva a quienes tienen como meta el máximo beneficio. Aunque también es cierto que existe otra banca decidida a invertir sus ganancias en obras sociales, revirtiendo a favor de toda la ciudadanía.

Por eso sospecho que más allá de la alegría por ver a un hombre de color en la presidencia de un país occidental que tiene todavía zonas en su extenso territorio donde ser negro supone una ciudadanía de segunda, la diferencia entre el candidato demócrata y el republicano no va a suponer ninguna política excepcional. Ojalá me equivoque, porque es obvio que el cambio ha sido histórico en cuanto a los derechos civiles de una raza marcada durante siglos por el dolor.

Hoy nos felicitamos todos. De la misma manera que podremos celebrar la entrada de una mujer a la Presidencia de ese país. Pero eso no significa que sean ni las personas más adecuadas ni las más preparadas. Sería muy grato ver salir un soplo de aire fresco desde ese rincón del mundo tan contradictorio como es EEUU. Por ejemplo, que la sanidad tuviera una cobertura pública para la asistencia de los más frágiles de la población, aquellos que no pueden sufragar un seguro médico privado.

Estoy segura que tenemos una imagen equivocada de ese gran país, donde podemos encontrar el mayor grado de libertad y a su vez un conservadurismo puritano de raíces religiosas muy arraigadas. Se da la paradoja de tener estados con unas leyes civiles tan diferentes que mientras en unos la pena de muerte está asegurada, en otros se ha suprimido. Por no hablar de las uniones homosexuales o del aborto. Dos temas que preocupan a toda la sociedad occidental.

Este es el matiz importante que quiero reseñar. Los problemas ahora no se circunscriben a un país. La crisis económica sigue el efecto dominó. Y el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, vienen ahora de la mano de partidos cuyos compromisos éticos en el pasado estaban a favor de las clases más humildes. Muerto el socialismo, finiquitado el comunismo, la crisis permanente de la socialdemocracia parece que recoge ahora el voto del relativismo actual.

¿Sucede lo mismo el EE.UU?. Aquí el partido que representa mayor progreso es el demócrata, pero las comparaciones con Europa ni siquiera tienen sentido. Ser republicano es un modo de ser americano, ser demócrata también se lleva en la sangre. De modo que no me gustaría pensar que esos poderes fácticos que mueven los hilos entre bambalinas han apostado por el cambio de imagen en una época de migraciones, donde ofrecer un cambio puede distraer de problemas de mayor calado.

Sea como sea, después aquellas manifestaciones por los derechos civiles que emprendió el reverendo Luther King, podemos por fin ver los frutos de su sacrificio, recordando sus palabras:

Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”.

Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad.

Tengo un sueño: que un día incluso el estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia.

Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por su reputación.

Tengo un sueño: que un día allá abajo en Alabama, con sus racistas despiadados, con su gobernador que tiene los labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en Alabama niños negros y niñas negras podrán darse la mano con niños blancos y niñas blancas, como hermanas y hermanos.

Tengo un sueño: que un día todo valle será alzado y toda colina y montaña será bajada, los lugares escarpados se harán llanos y los lugares tortuosos se enderezarán y la gloria del Señor se mostrará y toda la carne juntamente la verá.

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