viernes, 16 de mayo de 2008

El decálogo laicista a debate


No caigamos en la provocación de otros, sería la receta ideal para dejar pasar los comentarios que salen a la palestra después de que la Vicepresidenta del Gobierno comunicase la decisión de revisar la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Sin embargo, a los católicos nos compete manifestar libremente el desacuerdo con ciertos criterios minoritarios que quieren convertirse en Decreto Ley.

Confiamos en la sensatez de los gobernantes, pero vislumbramos un panorama poco serio cuando desde plataformas como el periódico Público se lanzan los diez mandamientos de un Estado laico. Olvidando que esos mandamientos atentan contra la propia Constitución española.

En primero lugar “Educarás en igualdad”. Se supone que no están de acuerdo con los conciertos otorgados a las escuelas de confesiones religiosas. Desde ellas se educa libremente en el ideario del centro, con la libertad que otorga el derecho a recibir una educación de acuerdo a las creencias de cada uno. Podemos entender que a los laicistas les moleste que existan los conciertos, pero no debemos olvidar que ellos forman parte de la libertad y pluralidad de la sociedad, desde el respeto a la libertad religiosa.

En segundo mandamiento apela a “no sermonear fuera del púlpito”. Por lo visto para un Estado laicista la predicación por las calles podría ser delito. ¿Qué hubiera sido de San Pablo en el areópago de Atenas hablando a los atenienses del dios desconocido?. Les molesta la religión fuera de los púlpitos, pero el derecho a la libertad religiosa permite las manifestaciones públicas de la fe. No puede ser de otro modo, por eso nuestro Estado aconfesional ha suscrito acuerdos con otras religiones, para que dentro del horario escolar se haga factible el derecho de los padres a elegir una materia como la religión dentro de la escuela, de modo completamente optativo y por tanto no obligatorio.

El tercero proclama “No impondrás los símbolos al Estado”. Les molestan los funerales de Estado, y cualquier acto religioso en el que las instituciones del Estado tengan que estar presentes. Podría ser uno de los puntos a tratar en la futura Ley de libertades religiosas. Pero no olvidemos que los matrimonios reales siempre han sido retransmitidos por las televisiones de todo el mundo, fueran anglicanos, luteranos, o católicos. En países donde este debate esta periclitado y fuera de lugar siguen siendo televisados. Me viene la imagen del funeral por el presidente Kennedy, en un país laico que respeta profundamente la religión de sus ciudadanos. Y supongo que todo el mundo recuerda la despedida del alcalde Tierno Galván, en cuyos funerales que yo recuerde no estuvo presente la Iglesia.

El cuarto propugna “No mezclarás la gloria terrena y celestial”. Y el quinto especifica “No acapararás las fiestas del calendario”. Francamente no sé como lo solucionan otros países, pero supongo que sería un tema a tratar en el que los laicistas saldrían victoriosos y a los católicos nos sería difícil acudir a las celebraciones de nuestra fe. Pero no hay nada imposible, siempre podrían desplazarse a los sábados y domingos. Y seguir dando gracias a Dios, porque estableció un día de descanso en la jornada laboral de la que se benefician quienes no dan culto a Dios.

De igual índole es el sexto mandamiento: “No invadirás instituciones públicas”. Un poco perverso porque ya hace mucho que fueron retirados los símbolos religiosos, pero otros persisten porque son verdaderas joyas y patrimonio de todos los ciudadanos. Les molesta que existan capillas y capellanes en hospitales. Como se ve es todo muy democrático, la solución es suprimir no facilitar la expresión de la fe de los ciudadanos.

El séptimo no tiene desperdicio “Cederás tu patrimonio al Estado”. Miren que bien, ahora las Iglesias se despojarán de sus joyas arquitectónicas y artísticas y formarán parte de los museos. Allí se venerará el Cristo de Velásquez, la Inmaculada, etc. Lo cierto es que este patrimonio de la Iglesia lo disfruta todo el pueblo español y tiene un coste de mantenimiento que a nadie se le escapa. Es lógico que siga en manos de quienes recibieron esas donaciones por parte de fieles y mecenas. También es lógico que el Estado cuide de esos edificios y no se dedique a saquearlos como algunos desearían.

El octavo habla de “Acatarás la ley de datos”. La apostasía es una reivindicación exclusiva de unos cuantos ateos confesos a quienes les molesta estar registrados en las partidas de bautismo. Es un empeño sin sentido producto de la falta de formación religiosa. Cuando uno ha sido bautizado lo será para siempre. Es un don recibido de manos de padre y padrinos y se posee la libertad de renegar de la fe, esa apostasía existe desde el mismo momento que se rechaza a Dios, pero no tiene porqué figurar en ningún registro religioso. Porque sería un contrasentido.

El noveno proclama “No utilizarás los medios públicos”. Les molesta las retrasmisiones religiosas. El Estado facilita el culto a fieles que no pueden acudir a las parroquias por enfermedad y los laicistas acusan al Estado de favorecer la libertad de culto en una cadena pública. ¿Pues no dice la Constitución y los Derechos Humanos que la libertad religiosa tiene que ser respetada?. Se puede ver el carácter sectario de ciertos grupos que desean suprimir cualquier manifestación pública de la fe.

Por último el décimo sentencia: “Te autofinanciarás”. Ahí estamos en la declaración de la renta con una cruz que deben marcar todos los católicos si desean financiar a su Iglesia. Por cierto, es urgente dado el carácter laicista de algunos, que mi dinero no vaya a bonificar ninguna manifestación sacrílega o representación que atenta contra mi fe. Eso también es libertad.

Podríamos seguir debatiendo este interesante panorama que se cierne recurrentemente sobre nuestra sociedad. Las ligas ateas, los laicistas de pro, son indudablemente menos significativos de lo que quisieran, pero hacen mucho ruido. Lo sensato no es polarizar a la sociedad, sino establecer un diálogo fluido con todas las confesiones religiosas y fomentar desde los poderes públicos garantías suficientes para que puedan manifestar públicamente su fe.

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