viernes, 15 de agosto de 2008

Que la paz llegue al corazón de las víctimas



Un verano con juegos olímpicos en una dictadura comunista vendida al capitalismo. Una guerra en Georgia; veinte más desperdigadas por el mundo; un Papa con complementos revestidos de armiño que levanta las protestas de los protectores de animales; un país vapuleado por la crisis económica; un presidente de vacaciones; un titular que sigue el escándalo de los abusos sexuales del clero. Hay material más que suficiente para hincar el diente en cualquier sentido. Pero el goteo de los abusos sexuales sigue siendo demoledor en determinada prensa.

Y pese a que existe mucha bondad repartida por el mundo, sacar a la luz la porquería nos salpica a todos un poco. Como no hay mal que por bien no venga, ahora nos consta que la Iglesia toma conciencia de los pecados de sus hijos y no tratará de ocultarlos a la luz pública. Lo exige la dignidad de las víctimas, los grandes perdedores de esa lamentable perversión. Que exista una indemnización económica no va a evitar el conflicto interior de estas personas. Ni el daño moral a la que han sido expuestas. Ante hechos de ese calibre lo mejor es dejar actuar a la justicia, condenar al abusador y reparar el daño a la víctima.

He leído que un padre obligaba a ver videos pornos a sus hijos y luego abusaba de ellos. Sin embargo nadie en su sano juicio deduce de este hecho que todos los padres son en potencia unos abusadores. De manera que por muchos titulares que quieran ensuciar la imagen de la Iglesia, lo cierto es que brilla más la luz de sus buenas obras que la debilidad de sus miembros. Y cualquier obispo tiene que tener claro el camino a seguir. Nada de esconder y disculpar. Se trata de un delito que ha de ser castigado públicamente.

Lo que si que podemos hacer es orar por las víctimas de cualquier abuso, especialmente aquellas que han sido vejadas por religiosos o sacerdotes. De la misma manera que se suceden vigilias de oración por los niños no nacidos, propongo actos de desagravio público de estos hechos lamentables. Un gesto maravilloso de Juan Pablo II fue precisamente pedir perdón por todos los errores de la Iglesia. Pues bien, yo pediría a los creyentes que oren por las víctimas de abusos sexuales. Una cadena de oración que pueda hacerles llegar algo más que la indemnización económica.

En el ángelus de hoy el Papa afirmaba que quien ora nunca pierde la esperanza. Y es importante que la víctima vea la solidaridad de quienes son hermanos en la fe, para que la porquería quede lavada de algún modo, para que no pierdan la esperanza y algún día puedan ser capaces de perdonar el mal que les hicieron. Esa sería la señal de que la oración no ha sido vana, que Dios ha escuchado a sus hijos y ellos han sanado sus heridas.

Después de leer tantas veces los mismos titulares, al menos me gustaría encontrar a pie de página de Religión Digital, una oración por las víctimas: Díos mío que repartes tu infinita misericordia por todo el mundo, salva las almas de quienes fueron sometidos a toda clase de vejación, que no pierdan nunca la esperanza de que son hijos amados de Dios. Y que la oración de todos los fieles le devuelva la paz y les convierta a su vez en misericordiosos para que también puedan perdonar.

Esto que he formulado a modo de oración, no exime para nada del castigo civil que todo culpable debe recibir. No se entienda que al pedir el perdón queda exento de castigo el abusador. Pero bueno, supongo que todos me han comprendido, lo que se busca es la paz de la víctima

1 comentario:

  1. Esto de los abusos es triste, pero conocido, yo creo que si los curas renunciaran al celibato no pasarían estas cosas, al fin y al cabo son hombres, y así no abusarían de los más débiles, al menos se cometarían menos delitos.

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