domingo, 1 de abril de 2007

¿Hacia donde va Europa?



Con cierto estupor advierto como vamos asistiendo paulatinamente a una globalización del pensamiento. La economía de mercado dicta comportamientos y actitudes que irradian hacia lo social. Lo que cuenta es ganar, más y mejor. Vencer al contrario, imponer los criterios. Alcanzar la fama no por lo que hacemos a favor de la sociedad, si no a costa de quien sea con tal de chupar pantalla. La sociedad del conocimiento sigue los principios del mercado. Accede a la información no cualquier ciudadano, si no un tipo de ciudadano medio, una clase social nueva, que ya no es ni estrictamente proletariado ni necesariamente burgués. Porque el mundo ha cambiado, las luchas sociales son ahora globales: los partidos se clasifican en liberales o progresistas, no en función de su ideario económico, que es el mismo para todos, sino por sus matices en política social. Ser progresista en nuestro país incluye aceptar el aborto, el matrimonio homosexual, el relativismo moral. Las apuestas en materia social inclinan la balanza de un lado u otro. Pero lo cierto es que hay una mentalidad global que impone sus criterios a la mayoría.

Una tiene en ocasiones la sensación de que nos presentan determinadas situaciones y así todos tenemos de qué hablar, mientras otros siguen practicando el juego económico, a ver si consiguen mejores beneficios. Mientras tanto en teoría seguimos debatiendo cuales son nuestros valores comunes. Hemos llegado al punto donde se reclama una identidad común, una ética común, una tolerancia común. Pero la sociedad nunca fue más plural. Con las distintas oleadas de inmigrantes, hemos solucionado el estado de bienestar por unos años. Y se ha abierto un nuevo frente que consiste en que los valores y las diferencias tienen que clarificarse. No todas las diferencias pueden ser admisibles.
Dar la voz a ETA o Al Qaeda, puede parecer legítimo dentro de una sociedad democrática, pero el límite lo impone quien dicta sus propuestas con las armas y no con las urnas. Si no tenemos claras esas referencias llegamos a ciertos absurdos jurídicos.

Hay que tener unos principios democráticos, donde se respete la dignidad del ser humano, la igualdad de varones y mujeres, la no discriminación por cuestiones étnicas o religiosas, un compendio de derechos humanos que afecten tanto a lo político como lo económico, lo social y lo cultural. Precisamente el tema cultural será la punta de lanza de los próximos años. Donde mejor se ve hacia donde camina la sociedad es en lo económico: ya hay comidas específicas de etnias concretas, comercios donde es posible encontrar carne sacrificada según el rito musulmán. Y El estado planea adecuar la educación a todos esos inmigrantes que traen sus costumbres y hábitos diferentes. ¿Se dará una aproximación entre culturas o se azuzará el odio interracial?.

Es tan acuciante la falta de principios sólidos que la propia Angela Merkel quiere relanzar el Tratado Constitucional. Europa parece hoy un barco a la deriva, lo económico ha perturbado la identidad cultural propia de todos los países que configuran la Unión Europea. Tenemos una moneda propia y un parlamento, pero la diversidad es cada día más patente. ¿Qué tengo yo en común con un musulmán polígamo?. ¿Debo aceptar su derecho a tener varias mujeres?. ¿Debo aceptar la ablación del clítoris porque forma parte de lo tribal?. El pensamiento puede girar en ambas direcciones y alguno puede que no entienda las clínicas abortivas, la promiscuidad sexual, el matrimonio homosexual, o el alejamiento del domicilio por violencia doméstica. Todo forma parte del conjunto de valores donde se haya formado la persona.

En esta tesitura hay que asirse fuertemente a los principios, so pena de caer derrotados por la abulia y el hedonismo. Y en esa encrucijada algunos hablan de Alianza de Civilizaciones, mientras otros ya están en la cuarta guerra mundial. La tercera puede que sea la que configura las luchas internas de poder: poder económico, poder político, poder social, poder religioso. Quien no tiene poder, la inmensa mayoría, solo es un peón en la gran partida. Y qué nos queda, salvo la fe y la esperanza de que Dios nunca abandona al ser humano. Pues concretamente la voz, esa que nunca se apaga porque forma parte de la impronta del ser humano. Mientras tengamos voz para denunciar los hechos, habrá un rayo de luz en la oscuridad.

1 comentario:

  1. Al final resultaré que los musulmanes nos pueden salvar a Europa, sobretodo en materia de moralidad sexual. Hasta de nuestros más furibundos oponentes podemos tomar lecciones. Cuando las costumbres de Europa se pervierten de tal manera y el Islam es quien nos da el ejemplo de "entrepierna", ya podemos temer ser colonizados. El sexo bien empleado atiza los valores más altos de la valentia y la inteligencia, y quienes lo usan bien se convierten en superhéroes. Esperemos que no suceda por nuestro bien europeo y los héroes sean los cristianos de casa.

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