viernes, 22 de junio de 2007

Un piercing conflictivo



Esto era una vez un profesor obligado a marcharse del colegio por querer impartir clases con un piercing. “Paco Prados era consciente de que al trabajar en un colegio religioso, concretamente el Santo Rosario de Motril, tendría que rezar de vez en cuando, pero nadie le avisó que tendría que quitarse el piercing que lleva desde hace cinco años en la ceja izquierda.

Según el profesor, de 25 años, no ha podido terminar sus prácticas en el colegio concertado porque se negaba a quitarse el piercing como le obligaba una resolución votada por el claustro de profesores. Así lo cuenta el periódico Ideal de Granada en su edición digital.
Paco Prados llevaba ya dos semanas dando clases en el centro cuando su tutora le pidió que se quitara el pendiente, antes de que la dirección le llamase la atención. Pero el joven profesor decidió dejárselo puesto y asumir las consecuencias, que no tardaron en llegar”.

La noticia sirve para retomar el tema de la educación de los derechos sin deberes. El joven desafía la autoridad, tiene derecho a llevar un piercing. No tiene en cuenta la imagen que está dando a sus alumnos. Seguro que para él es normal, lo habitual en su mundo es llevar un piercing. Que el claustro considere que eso incita a una juventud todavía en formación a introducirse en las padillas urbanas, le da lo mismo a este joven profesor. Están conculcando su derecho.

Hace años se sabía muy bien que a la entrevista para solicitar trabajo se tenía que ir con un cierto decoro. Los hombres con chaqueta y corbata, las mujeres con traje discreto. Las respuestas en la entrevista laboral siempre tenían que estar medidas y adecuadas. En cierto modo todo era un poco hipócrita, resulta más auténtico ir con vaqueros raídos y un piercing en la ceja. El problema es que te das de bruces con una patada en el trasero. Aquí, en cambio, se trataba de finalizar sus prácticas. Es decir que es un estudiante estaba dispuesto a cuestionar las normas del centro. Seguramente porque queda muy progre de cara a la pandilla de amigos. No sé si el joven profesor ha recurrido a los tribunales, pero no me extrañaría.

Para mí el joven en cuestión es un quijote dispuesto a batirse con los molinos de viento. Una persona inmadura que no tiene en cuenta la proyección social de su cargo. Educar es algo más que ejercer una carrera, es una responsabilidad en la que se debe enseñar qué está bien y qué esta mal. Si estamos en un centro religioso la imagen que proyectas no es algo anecdótico, te debes atener a las normas del centro. Otra cosa es ir a un centro público. Yo he tenido compañeras con piercing, sustituyendo a alguna profesora. La cosa pasó como anecdótica por la eventualidad de su trabajo. De haber sido de plantilla definitiva igual hubieran surgido problemas.

Y es que la libertad tiene diferentes lecturas, según desde donde se la mire. El respeto social es una obligación de toda persona de bien. La imagen que damos los educadores condiciona a nuestros jóvenes alumnos. Y no parece que llevar un piercing sea otra cosa que manifestarse como perteneciente a una determinada tribu urbana, que cuestiona bastante al sistema. Desde aquí imagino a los amantes de la libertad sin fronteras dispuestos a rebatir mis argumentos.

3 comentarios:

  1. No creo que cuando una persona use un aro cambie su forma de ejercer su profesión. Ahora bien, hay reglas implícitas que nos dicen cómo actuar e incluso cómo presentarnos. Yo soy profesor de religión católica, y sé que mi cuerpo tiene que reflejar actitudes de profesor (que garanticen el actuar y la misión correspondiente que me ha encargado la Iglesia). En el caso de la pedagogía no sólo enseñamos contenidos, sino que también transmitimos actitudes que son tomadas por los alumnos consciente e inconscientemente, de ahí que la resolución que haya tomado el colegio fue válida, pero no creo que haya sido la correcta. Hay otras formas de llegar a acuerdo sin dejar parado a nadie.

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  2. En este caso del piercinc, poder llevarlo o no, depende de las leyes vigentes del colegio respectivo y de la valentia en aplicar las leyes por parte de los directores. Pero las leyes suelen cambiar por la presión generalmente de los empecinados portadores de piercinc como el mencionado, y lo más lamentable es que los encargados de velar por la ley de buenas costumbres arrojen la tohalla.

    Silveri Garrell

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  3. No sé si por edad o por mi profesión de padre, me veo en la tesitura de darte la razón. Veo perfectamente razonable la postura del colegio, del mismo modo que un colegio serio no debería permitir determinados atuendos por parte de los alumnos tales como dejar ver la ropa interior. En un tiempo fui abanderado de esa libertad a que haces referencia al final del post, pero creo que era un problema de inmadurez, lo que pasa es que esa inmadurez es divertida. Ahora no tengo tiempo ni ganas de profesarla.

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