sábado, 11 de agosto de 2007

Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra


Una sentencia del Tribunal Supremo, determina que la bandera de España debe ondear, de forma permanente en los edificiones públicos autonómicos. Les puedo asegurar que no me sorprende que la bandera de España no ondee en algunos rincones del suelo patrio. Hay grupos de individuos de cierta catadura que reniegan de pertenecer a la nación de Cervantes, Picasso, Isaac Peral, Juan Ramón Jiménez, Santa Teresa de Ávila y un largo etcétera de ciudadanos anónimos que nunca tuvieron la más mínima duda sobre su nacionalidad. Para esos otros, el atraco, la estorsión, el vándalismo con denominación de origen, forman parte de su particular modo de hacer país. El suyo, al parecer, no es el de todos los españoles.

Me entero ahora que llevan estos casi treinta años de democracia inclumpliendo la legalidad. Tampoco me sorprende, en el universo sectario de algunos individuos, saltarse la ley es convertirse en patriotas de su pequeño reducto. Como esas paradojas son propias de mentes lúcidas, capaces de alcanzar verdades filosóficas en el arte del raciocinio, yo me quedo in albis. En mis entendederas observo una percepción sesgada de la legalidad. Primero España, luego el resto de comunidades, todas ellas dignas de sentirse orgullosas de sus raíces, lengua, gastronomía, herencias, querencias y lo que se quiera. Pero ante todo una sale a otros países y en su pasaporte debe figurar ciudadana española. Y si no es así, algo está funcionando mal. Digan lo que quieran los juristas, políticos y cohortes de pretorianos a sueldo de la localidad.

Es notorio que en algunos rincones no suele alzarse en el mástil la enseña roji-gualda. Y cuando se pierden esas nociones mínimas de sana convivencia, es que andamos muy mal. Me cuentan que todo reside en la educación. Tendríamos aquí un buen tema para discutir sobre esa nueva asignatura denominada Educación para la ciudadanía y los derechos humanos. Pero resulta, que las competencias territoriales nos han convertido en pequeños reinos de taifa, donde cada cual anda según le dicta el partido más votado y todo está permitido en nombre de la pluralidad.

Tal es así que algunos prefieren recibir a las visitas con su idioma nativo y olvidar el de toda la Nación, y una deduce que hemos enseñado muy mal durante estos últimos treinta años, porque es posible que jóvenes nacidos en democracia se revuelvan contra ella. Buscando no sé qué identidades. Poca historia se ha aprendido, cuando tenemos una geografía fragmentada y una bandera objeto de escarnio y unos jóvenes cada día más radicales. Y digo yo, que pintan muy feas las cosas y esto no lo arregla una asignatura impuesta por decreto. Al ciudadanito español lo hemos perdido en esta Nación de nacionalidades. ¡Y a ver quien arregla el entuerto!.

Yo mientras tanto recuerdo y revindico a la cantautora Cecilia, desaparecida en la década de los setenta, que cantaba aquello de “Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra”... No vendría mal utilizar su canción como himno, ahora que le han pedido a Sabina que ponga letra a las notas de esa marcha que no consigue unirnos a todos. Que mejor himno que la música y letra de Cecilia para reinventarnos un vínculo que reuna los pedacitos fragmentados de cada autonomía en una Nación.

Y ya por último, si alguien se pregunta qué tiene esto que ver con la religión. Les recuerdo que la patria, el amor a la patria, está muy por encima de los terruños y así lo manifiesta la Iglesia en el catecismo. Por eso un argentino nunca dirá que es de la Pampa, si no se tercia, y un chileno no te dirá que su nacionalidad es Atacama. Pues ahí lo tienen

1 comentario:

  1. Estoy contigo, y precisamente estos dias en que ha muerto uno de los mayores "independentistas" catalanes que fué Xirinacs. Este Xirinacs dejó un testamento en el que decía que había vivido toda la vida "esclavo" de España, y es una exageración pues los verdaderos esclavos son los trabajadores que hacen "horas", y no, los catalanes sujetos a Madrid.

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