viernes, 7 de diciembre de 2007

Y luego preguntan porqué las matan

El tema de la violencia de género no es un problema nacional, sino que tiene ribetes internacionales. El caso es que nuestro rosáceo ejecutivo en voz de su Vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega, tiene ahora en el punto de mira a las televisiones. Es el momento de reclamar un tratamiento digno a estos temas que van in crescendo, para desolación de propios y extraños.

Hablé en su momento de esta lacra que afecta a nuestra sociedad y que requiere la suma de muchas voluntades, dispuestas desde diferentes ámbitos, a atajar con medidas claras y eficaces en el tema. La falta de sentido del bien y del mal afecta a quienes se sienten con derecho a cercenar la vida de otra persona. Nos llama la atención que el problema surja en la convivencia doméstica. Seguro que los sociólogos tienen indicativos de cuál es el origen.

En mi infancia existía un periódico llamado el Caso. Se escuchaban comentarios con sordina: “esos terminarán en el Caso”. Pues ahora “esos casos” terminan en nuestro comedor entre bocado y bocado. Si ese tipo de noticias previene la violencia de género tendrán que perdonar mi escepticismo. Aquí lo que vale es que otro se atreve a lo que alguien lleva rumiando en su mente enfermiza. Y claro, sirve una pequeña mecha para recorrer la frontera que delimita el maltrato del asesinato.

La cuestión es que el aprendizaje de la convivencia es una suma de buenas voluntades. Si alguien trata de someter a otro bajo su autoridad, las desavenencias son la consecuencia inmediata. Y hoy los papeles entre varón y mujer no están delimitados, ambos trabajan, ambos son responsables de los hijos, ambos deben repartirse las tareas del hogar. Por eso la educación desde la infancia es crucial, lo que el niño ve se convierte en modelo a seguir.

Es curioso observar como en los recreos algún alumno puede llegar a las manos con otro. También las hay de aguerridas que no reparan en hincar una buena patada en la espinilla a quien se tercie. El caso es que me encontré con una pistola entre mis alumnos de seis años. El niño la había escondido en su mochila y la había sacado, también a escondidas en el patio. El líder del grupo se apropió del arma y comenzó a juguetear con tan mala fortuna que le dio en la nariz a otro compañero. Excuso decirles que me llevé un disgusto, no por el juego de los niños, sino por el descuido de los padres. Jamás he regalado un arma como juguete a ninguno de mis sobrinos. Entiendo que es un objeto que incita a la violencia. Y así como me gustaría que los países dejasen de producir armas y se abolieran los traficantes dispuestos a comerciar con ellas, deseo que en la infancia se trate de evitar fomentar la violencia.

Que la señora Fernández de la Vega se preocupe ahora de los contenidos de televisión, es de risa. Se han denunciado por activa y por pasiva el exceso de violencia en las series. No se cumple la normativa que protege a la infancia. Se fomentan programas basura y hasta series en las que el maltrato psicológico de una mujer a su marido, es objeto de chanzas y bromas por parte de su audiencia. A mí me provoca malestar y ya he dicho en otras ocasiones que casi he dejado de ver la televisión.

Sigo pensando que somos morbosos por naturaleza. El producto televisivo con la competitividad de cadenas, pendientes de los índices de audiencia, ha degradado hasta límites de juzgado los contenidos emitidos. Y es que todo se convierte en negocio y cuando lo que se mide no es la calidad sino el coste-beneficio, se pierde el carácter humano para convertir el producto en un despiadado medio utilizado entre contrincantes. De manera que asistimos impotentes a la guerra mediática donde los perjudicados siempre somos los sufridos espectadores.

Si de la Vicepresidenta dice “que no hay varitas mágicas contra el maltrato”. Sólo tiene que perder un día frente al televisor. Encontrará entre sus perlas el perfil del futuro maltratador repartido por todas las parrillas de la programación. Es cuestión de sensibilidad, yo los detecto al instante. Porque la violencia inicial siempre es verbal, a las manos se llega más tarde. Y hoy por hoy, todos los programas atizan latigazos verbales sin el menor pudor.

Pues nada, esperemos que en este día no haya una víctima más objeto de la carnaza periodística. Y que de una vez por todas se cree un Consejo Audiovisual Estatal, que fiche lumbreras dispuestas a proteger al sufrido telespectador.

2 comentarios:

  1. Supongo que entran en colisión los principios de libertad de expresión de las cadenas de televisión y los límites razonables a la misma que deberían ser papel de un consejo audiovisual. Hay violencia en el ambiente que se percibe en los programas televisivos. Yo tampoco veo apenas la televisión. Reconozco que soy un blogoadicto y paso mucho tiempo intentando comunicarme con personas que me expresan sus puntos de vista de modo amable en sus blogs. Tienes razón en todo lo que dices, salvo en pensar que pueda ser un problema fácil de resolver. La sociedad se ha habituado a la inmundicia, a las bajas pasiones, al lenguaje soez y eso vende mucho. Este fin de semana fuimos de exposiciones con mis hijas de ocho y diez años. Visitamos el Museo de arte Románico del MNAC. Estuvimos reconociendo tallas de vírgenes del siglo XII así como las representaciones del Pantocrátor con los símbolos de los cuatro evangelistas. Luego fuimos, para extender la visita, a ver una muestra de pintura surrealista de Ives Tanguy. Por la tarde seguimos el periplo artístico y recorrimos una exposición de dibujos del siglo XVII al XIX culminando en Cezanne. Reconozco que mis hijas estaban ya cansadas por la tarde. Iban con una amiguita y tenían ganas de jugar. Pero lo cierto es que en todas estas exposiciones no vimos a ningún niño. ¿Por qué es normal que un niño vea telebasura y no lo sea tanto que vaya a ver exposiciones de pintura? Mis alumnos sienten un desdén completo por todo lo que signifique cultura. No la conocen. Se han acostumbrado al gesto obsceno y zafio, a la palabra gruesa e inculta, a la violencia del lenguaje y a los programas rosas, pero no tienen ninguna afición por la cultura que es alimento del alma. Imagino que la sociedad se ha atiborrado de televisión y espectáculos de baja calidad y ha olvidado que debemos enriquecer nuestra alma así como encontrar un sentido a nuestros días. No soy creyente pero mis hijas hacen religión en la escuela. Quiero que conozcan esos bellos mitos que conforman la Biblia, y es para mí una alegría cuando veo a mis hijas reunidas leyendo su ejemplar de la Biblia para niños y ver que reconocen las historias que les han contado antes en la escuela. Eso también es cultura, aunque sé que para ti es algo más. No sé si ha hablado de la violencia de género, pero aquí están mis reflexiones al hilo de lo que has escrito. Un cordial saludo.

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  2. Como cosa curiosa en la web www.forumlibertas.com en la parte de abajo a la izquierda hay puesto un "contador" de las mujeres asesinadas desde que existen las nuevas leyes impulsadas por Zapatero. El "contador" indica que a partir de las nuevas legislaciones en materia de violencia doméstica siguen muriendo aún más mujeres que antes, y demuestra que el problema debe residir forzosamente en otro sitio.

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