viernes, 25 de abril de 2008

Comunicadores al servicio de la infoética



Es un término que ya forma parte de la actualidad: la infoética. Algo que se refleja en el mensaje de Benedicto XVI con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Término nuevo como la bioética, pero con futuro asegurado. Más que nunca vivimos interrelacionados unos con otros a través de medios de comunicación como Internet. En su momento el tema ya fue tratado en el tercer congreso de la UNESCO para estimular la reflexión y el debate sobre los aspectos éticos, jurídicos y societales de la Sociedad de la Información. Desde aquella lejana convocatoria del 2.000, no han cesado de tratarse estos temas en otros foros y congresos.

Lo que se pide es que tanto la prensa escrita, la televisión, el cine, o la Red, posean un código deontológico que supere la cuota de mercado basada en el producto y beneficio. La comunicación social afecta a toda la colectividad humana. Y más allá de permitir vivir dignamente de su trabajo, tendrá que tener un mínimo común denominador que se base en el servicio al bien común.

Si la influencia de estos medios es innegable, los responsables de los mismos, deben conocer límites que no se pueden traspasar. Esta eclosión virtual de la red, que son los blogs, permite una aportación generosa al servicio de la comunidad, pero facilita también la entrada tanto de lo bueno como de lo malo. Igual que no se puede arrancar la cizaña sin dañar al trigo. Resulta imposible parar a los trolls sin unas medidas de censura claras que los identifique.

Por ello la infoética pasa por ser asignatura necesaria para formar comunicadores, que más allá de la cuota de mercado, asuman la responsabilidad de trasmitir claramente lo que es información y lo que es opinión. La Iglesia ha tomado el pulso a lo cotidiano en esta materia, y son numerosas las ventanas abiertas con innumerables web. Desde allí emite información y formación de la fe, al acceso de cualquier usuario de la red.

No es extraño que se desee tener emisoras que trasmitan otro lenguaje alternativo al que estamos acostumbrados. Que impregnen a través de las ondas los valores del humanismo cristiano. Si esto no se consigue la credibilidad queda menguada.

La infoética no puede ser una palabra bonita, sino que debe convertirse en materia de estudio. Es cierto que tenemos tendencia a dejarnos llevar por el pensamiento dominante, que cada día se necesita una mayor dosis de silencio interior ante el bombardeo de estímulos exteriores desde todos los ámbitos de la sociedad.

Por ello crear portales con infoética, marcarán la credibilidad futura de esos medios. La prioridad para dar a conocer opiniones con mesura, sin esas descalificaciones grotescas que pasan a formar parte de las conversaciones cotidianas, es un reto al que los cristianos debemos apuntarnos. Todos somos responsables y para educar hay que ser críticos, tener una brújula de orientación clara. Si deseamos lo mejor para los demás, la labor es mucho más fácil y grata.

Y por último, como siempre, considerar que la información tiende a estar manipulada a veces incluso de manera consciente, en otras ocasiones como producto de los estímulos recibidos. No siempre hay una mano dirigiendo, pero cualquier persona que trabaje en la comunicación sabe, que su criterio en la selección y tratamiento de temas, sirve para formar a otras personas.

Tener sentido crítico, es necesario. Pero también lo es mantener la libertad de expresión dentro de los parámetros del diálogo y la interrelación de fuentes y contenidos. De manera que unos a otros vayamos aportando y enriqueciendo los debates. Esa capacidad de interactuar es la novedad más prodigiosa del futuro de las comunicaciones. No será difícil en un futuro próximo que la participación ciudadana se realice desde los hogares hacia las fuentes de comunicación. De momento ya es una realidad en la red y su uso permite acceder en fracciones de segundo al intercambio.





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