viernes, 12 de diciembre de 2008

Pongamos que hablo de la Juan XXIII

Son ellos, los de siempre, aquellos que se empeñan en finiquitar el Vaticano II y se erigen al mismo tiempo en sus únicos defensores. Ellos tienen la exclusiva, son fieles seguidores de una corriente de aire fresco que ha terminado sepultada por las huestes conservadoras. La joven progresía de aquellos años hoy ronda los setenta. Abuelotes un poco idos de la pinza que ya no encajan en la Iglesia ni en sus congregaciones religiosas. Algunos, en cambio, están bien lúcidos y siguen fieles a la Iglesia.

Otros se han exiliado a sí mismos y buscan sentir un poco de calor al abrigo de la Juan XXIII. Ya se sabe que allí se juntan los de siempre y algún jovenzuelo que todavía no ha descubierto la estrategia del Caballo de Troya. ¿Se acuerdan del relato?. Si, ahí está Tamayo con su cátedra de las religiones, subvencionado por el Estado dispuesto siempre a lanzar órdagos a la clerecía. La Iglesia, santa, madre y pecadora, está en ruinas según ellos. Llevan adecuándose a los tiempos cuarenta o cincuenta años. ¡Casi nada!. Y lo único conseguido ha sido el abandono masivo de los religiosos de sus congregaciones y comunidades. Y el alejamiento de los fieles.

Vayan a pedir cuenta al anuario de secularizaciones. Es para llorar. Y sin embargo siguen siendo quienes llevan la batuta con los más jóvenes. Y luego les pierden y se quejan. Hacen lo imposible porque se sientan cómodos: bailes, videos, cine fórum, cursillos, charlas, teatro. Un montón de actividades. Pero ni hablarles de Dios sino del compromiso con los pobres. Y claro, terminan por dejar la Iglesia y meterse a voluntarios en una ONG.

Hay que darles las gracias. Han conseguido el mayor número de asociaciones no gubernamentales de la historia. Su herencia son los laicos comprometidos con las causas de los pobres. Pero se olvidan siempre que ellos por sí mismos sólo son instrumentos en manos de Dios. Quien desee solucionar el mundo a golpe de fuerza de voluntad, tendrá que leer de nuevo el Evangelio: Todo se debe dejar en las manos de Dios que sabe cuando es el momento adecuado. El resto es trabajar sin esperar nada a cambio. Ni mucho menos creer que obramos por cuenta propia. Ese es el verdadero problema del voluntario. Llega un momento que se quema.

Así que las ONG pertenecen a los más jóvenes, pero resulta difícil que ese compromiso se prolongue más allá de la juventud. Y es que falta la fe en algo que sobrepasa la labor del voluntario. La esperanza de trabajar por el Reino en la seguridad de ser una gota en el océano. La voluntad de entregarse a fondo perdido. Y que sea lo que Dios quiera. Y en ese tema solo están los santos de cada día, anónimos y olvidados en pequeños rincones. Lo curioso es que no suelen oponerse públicamente a sus pastores.

Pues nada. Esta es la historia cotidiana de las congregaciones y ONG. Se secan como una higuera que no sabe dar fruto a su tiempo. Y yo no he querido entrar a trapo con el artículo de Tamayo que religión digital tiene en su sección de opinión. Como no lo quise hacer con el de Castillo. La libertad de opinión está para algo. De modo que pueden seguir analizando los males de la Iglesia. Pero que no piensen que le hacen algún bien, o que representan a la mayoría de los creyentes.

Mientras tanto, cada día suenan más próximos a un partido político que a la fe. Por eso es preciso recordarles que han apostado a “caballo perdedor”. La fe y la Iglesia, no se rigen por recetas de adecuación a los tiempos. Les guía el Espíritu Santo que es mucho más sabio. Podremos aspirar a una sociedad más justa y fraterna siempre que no nos empeñemos entre unos y otros en hacernos constantemente la puñeta.

De modo que la cosa no va de progresistas y conservadores, de heterodoxos u ortodoxos. El tema es si creemos en Cristo y su Resurrección y no creamos expectativas de grandes cosas en la Iglesia, sino sobre cada uno de nosotros, puestos en las manos de Dios. Él es quien hace obras grandes y su misericordia sigue siendo infinita a pesar de nuestros soberbios corazones. Pues tengamos la fiesta en paz, hermanos.

1 comentario:

  1. La teologia de estos Tamayo y compañía es realmente absurda por no decir aberrante. En principio hace muchos años todavia yo mismo aceptaba algunas teorias de Miret Magdalena pero a medida de que éste se ha hecho viejo ha ido a peor hasta tal punto que con su teologia se carga hasta el apuntador. Se puede diferir en algunos detalles y hacer crítica, el Vaticano no es tan torpe como nos quieren demostrar, pero éstos se cargan hasta los mismos cimientos del Edificio.

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