jueves, 12 de octubre de 2006

La inmigración y la ética de la tolerancia

Desde hace tiempo vengo observando una preocupación compartida por la necesidad de educar en valores. La sociedad necesita una ética de mínimos que sea compatible con la libertad religiosa y el laicismo. Asimismo son muchas las voces que piden una ética troncal y una religión optativa en la escuela.

Caminamos hacia una sociedad multicultural donde la presencia del velo en la mujer, forma parte de una cultura religiosa que no entendemos. Presenciamos como nuestras fiestas de moros y cristianos se autocensuran para no ofender la sensibilidad de los hijos de Alá. Asistimos a la poligamia de nuestros vecinos africanos, que residiendo en España exportan su costumbre sin hacer caso a la legislación del país que los acoge. Todo ese marasmo de etnias y creencias necesita ser estudiado con detenimiento, porque de ello depende nuestra futura convivencia. De momento la tolerancia es la nota dominante, pero también se levantan voces críticas a las que no les sobran argumentos.

Este verano hemos sido desbordados por el tema de la inmigración, unos ve en ello sólo inconvenientes, otros entendemos que las migraciones siempre han existido. Pero de lo que no hay duda es que los niños de hoy serán los ciudadanos del mañana. El modo como sean educados en el presente condicionará nuestra sociedad dentro de diez o quince años. Desde esa preocupación convergen diversas voces que claman por una educación que valore las raíces de Occidente. Conocer nuestro pasado es salvaguardar nuestra identidad.

En consecuencia parece que hoy más que nunca se debería contemplar una enseñanza de la historia de la cultura que incluya las religiones que han configurado la mentalidad occidental, oriental y asiática, con sus variedades artísticas representadas por la arquitectura, la pintura, la literatura, la filosofía y otros. El estudio de las humanidades no puede limitarse a unas especialidades, tiene la importancia suficiente como para ser materia troncal, que asegure la capacidad de discernir lo fundamental de lo anecdótico dentro de una sociedad plural y democrática. No imponer una creencia, pero hacer posible explorar diversas culturas en común para encontrar un mínimo de valores. Ese debe ser el camino a seguir.

Necesitamos escuchar a los expertos, debatir a fondo la integración, tener visión de futuro y alejarnos de extremismos religiosos o políticos que no buscan unir, sino separar. La España de hoy es el resultado del proceso de la Transición con todas sus luces y sus sombras. Si la sociedad hoy está más polarizada que hace treinta años, también es verdad que la situación actual en nada se parece a la de entonces. Nuestros vecinos ya no vienen de Albacete, Andalucía, Cuenca, o Extremadura, donde lo que nos diferenciaba era la gastronomía junto con las danzas y trajes regionales. Hoy tenemos en nuestras ciudades un abanico de gente que viene de varios continentes: Ecuatorianos, Guineanos, Senegales, Marroquíes, Colombianos, Argentinos, Rumanos, Chinos. La diversidad hace necesaria una cultura que integre la pluralidad, sin que nos lleve a crear ghettos. Se habla del síndrome de Ulises, el mal de todo inmigrante que sueña con volver a su patria con el suficiente dinero para montar un negocio. De manera que van agrupándose por nacionalidades, sin terminar de adaptarse al cambio de costumbres, con la esperanza de regresar a su país. Con el tiempo terminan por asumir la dificultad del regreso y hacen más fuertes los vínculos con la tierra lejana. Sólo sus hijos podrán entender las costumbres ancestrales de sus mayores y las ventajas del país donde se educaron. Pero para que no exista el choque cultural, nosotros tenemos que propiciar un mínimo de valores que sirvan para las diversas mentalidades.

4 comentarios:

  1. alguien debio pensar así hace poco más de 500 años atrás... sin embargo todos vemos ahora lo que pasó... alguien debe pensar como tú ahora.. ya veremos que nos dice el mañana... buenas nuevas espero.

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  2. Este fenomeno pluricultural sucede en todo el mundo. Aquí en Colombia, y en especial en Cali, donde vivo, el fenómeno de los desmovilizados ha hecho que la ciudad se llene de gente de todo tipo. Ya es normal, ver indígenas del Cauca, ecuatorianos, paisas y de otras regiones del país en los semaforos pidiendo y, aunque la mayoría lo hace por necesidad, ya se han detectado personas inescrupulosas que estan volviendo esta actividad un negocio.
    Un saludo

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  3. Hoy nuestros blogs se han encontrado pero desde ángulos y puntos de vista distintos. No puedo dejarte de dar la razón en cuanto a la necesidad de la enseñanza de unos valores básicos que recojan lo fundamental de la civilización occidental y de nuestra cultura. De hecho, es lo que hacemos en la escuela con mayor o menor fortuna. Los niños y los jóvenes tienen ocasión de ser formados en mayor consonancia con nuestra cultura que los mayores que no pasan por este filtro escolar. La esperanza nos viene de estos niños y jóvenes que serán adultos de aquí a poco tiempo. Sin embargo, no va a haber una situación exenta de contradicciones y turbulencias. Francia y el Reino Unido, así como todos los sitios donde se masifican los inmigrantes nos enseñan que el problema es difícil. Sin embargo, la sociedad resultante no será la que esperamos. África ha sido un continente de hibridación desde hace siglos. Habremos de acostumbrarnos aquí a dicha hibridación y nos invadirá cierta sensación de caos e incertidumbre. Esperemos que el miedo no cunda porque eso llevaría al progreso de los partidos fascistas. También, sin embargo, aunque en menos medida, de África llega también cierta modernidad que adelanta lo que será el mundo en veinticinco años. Un mundo que no podemoas llegar a imaginar, pero muy diferente del que tenemos ahora.

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  4. Ya se que no puede ser. Mi cabeza me dice que no puede ser, que el tercer mundo no cabe en el primero. Pero, por una vez, permitidme un gramo de utopía: NO HAY MÁS PAÍS QUE LA TIERRA, NI MÁS RAZA QUE LA HUMANA.

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