sábado, 2 de diciembre de 2006

Pues eso de las encuentas no está claro



No parece que las encuestas tengan más importancia que la de dar conversación en tertulias de café. A tenor de los resultados ante algunos vaticinios, empiezo a pensar que son más bien inútiles. De momento este blog, que para algunos podrá considerarse marginal, sigue creciendo en número de visitas. Algo bastante paradójico si tenemos en cuenta el escaso prestigio que proclaman las encuestas y lo mal que están las Iglesias de fieles. Aunque seamos pocos, yo creo que vamos empezando a hacer ruido. Porque cuando tosemos algunos aprovechan para hablar de las dos Españas. Que ya hay que tener mala idea. No hay dos Españas, lo nuestro es un popurrí de tomo y lomo. Por eso asociar catolicismo con un partido concreto, a quien más perjudica es a ese partido. Y encima fastidia a quienes no tenemos cuota de militancia en ninguno.

La estrategia de vender la progresía, la bonanza económica y el liderazgo de supuestas Alianzas, parece que no da el fruto deseado. Y es que para mí que los españoles no somos tan tontos como algunos pretenden. El engaño no va a durar legislatura tras legislatura, aunque ese sea el propósito.

Por lo pronto ya no gozamos fuera del glamour que nos adornó en otros periodos. Nos critican por las formas y por el tono. Algo que va de mal a peor desde que la libertad explotó como una botella de champán, derramándose por el suelo. Todo parecía justificado en nombre de esa sacrosanta palabra. Pues bien, libertad de expresión, no es lo mismo que mal gusto, vocabulario soez, pérdida de modales y opiniones mediatizadas. Pero la progresía se vendió con música incluida “¿A quién le importa lo que yo diga?” proclamaba Alaska en los ochenta, a los papás de ahora. Resultado, no tener claro el concepto de libertad, confundir el culo con las témporas y mal criar a los hijos que se les suben por las paredes sin que ellos sepan como evitarlo. No todo el mundo es así, pero ya que vamos de generalizaciones, pongamos por caso que no hay tiempo material para dedicarlo a los hijos.

Ahora, retomamos pedagogías del pasado, es decir buscamos superar la tendencia permisiva que se había confundido con la tolerancia, admitiendo que ambos conceptos tratan de temas diferentes. Hasta el mismo Gobierno desea devolver la autoridad a los maestros, a ver si consiguen frenar el vandalismo en las aulas. Se apuesta por una asignatura que eduque y siguen olvidando que la familia es la célula principal de la sociedad. No es que sean las palabras del Papa, sino la misma historia de la humanidad. Si la familia está enferma, toda la sociedad lo estará en el futuro.

A las cosas hay que llamarlas lo que son, el padre o la madre no es el coleguilla de sus hijos, como tampoco lo puede ser el profesor. Querer ponernos a todos al mismo nivel es confundir a quienes todavía no tienen claras las referencias y los límites. Ahí tenemos los resultados. Hay una alarma social respecto a la violencia en las aulas, como la hay con la violencia de género.

Y digo yo que intentar construir una sociedad sin referentes éticos claros, es la peor de las apuestas para el futuro. ¿Pero cómo evitarlo?. Si lo que cuenta es el tener más que el ser. Si las profesiones adquieren su prestigio según el ingreso de final de mes. Si vale más medrar que ser un buen profesional. ¿De qué vamos quejándonos?.

2 comentarios:

  1. La cuestión estriba, creo yo, no en que no se piense que la familia sea la célula básica de la sociedad, sino que la estructura de dicha familia ha cambiado, no responde necesariamente al esquema tradicional de madre, padre e hijos. La evolución de occidente ha llevado a la existencia de familias monoparentales, homosexuales, conyuges separados... Cada vez es mayor la distancia entre el esquema histórico y la realidad. ¿Cómo solucionar dicha distancia? ¿Educación para la ciudadanía que admite la pluralidad de enfoques? ¿o una moral más específica? ¿Qué significa "familia"? Este es el gran problema al que no es fácil contestar y no me satisface la propuesta de los obispos. Por otro lado tu blog, respetuoso y cordial, es un punto de encuentro entre creyentes y no creyentes, al menos así lo veo yo. Sin acritud y con argumentación.

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  2. Pues mi deseo es que no cambie la familia tradicional, aunque parece ser que ha de convivir con otras expresiones de la misma idea.
    Será cosa de la edad (45), aunque más bien pienso que es cuestión 'de cuna'.En cierta etapa de mi vida perdí el norte sobre cuestiones tan importantes como la fe,-hoy tiendo a considerarme no creyente-,y hasta estuve comprometido con ideas políticas,-entonces, cuando me acercaba más a la creencia, 'de izquierdas'-, pero con el tiempo he descubierto que como la familia no hay nada y que es 'el' referente ético por definición.Hay muchas, muchísimas familias que carecen de muchas 'cosas' y, sin embargo,poseen grandes valores humanos, fácilmente aceptables por cualquier ser humano, constructivos.
    Podrá haberse desdibujado su contorno, podrá estar incluso en permanente cambio exterior, pero su esencia sigue siendo la misma, aunque convengo con joselu en que cada vez es mayor la distancia entre el esquema histórico y, ¡ojo¡ la percepción que tenemos de la realidad.
    Tu familia siempre te acoge, no te limita, te impulsa, te habla con sinceridad, es dura pero inteligente porque te conoce.Pero, claro, parece ser que ahora la familia 'tradicional' no es la única idea de familia que se conoce. Y se abren, con lógica, los temores al cambio de una institución que ha subsistido frente a los embates de la historia, la ignorancia y, a veces, los malos sentimientos.
    Sé de lo que hablo porque durante cierto tiempo me llamaron desarraigado.También, probablemente, sea un hombre muy simple y albergue un concepto simple de la vida y la felicidad.Pero creo que hay principios éticos que nacen, únicamente, de esa célula-madre de la sociedad llamada familia.
    Es un placer expresarse en este espacio, Carmen. Gracias.

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